Cómo The Mandalorian salvó a Star Wars

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Después de una década de Lucasfilm en coma creativo, The Mandalorian, la primera serie live action de la franquicia, asimiló la esencia de la trilogía original para reinventarse en un héroe lacónico y misterioso.

A medida que Luke Skywalker se convierte de granjero a salvador galáctico en el transcurso de las tres primeras películas de Star Wars, el público obtiene una idea visceral de por qué vale la pena salvar la galaxia en la que vive: los escenarios llenos de escombros transmiten que los planetas exóticos poseen historia y comercio; las criaturas y robots de aspecto tonto se comportan con dignidad y propósito; una Fuerza sobrenatural zumba a través de la colección interestelar. 

Los espectadores llegan a sentir una conexión humana, e incluso animista con la narrativa. Star Wars nos sumerge en el asombroso conocimiento de que las cosas periféricas tienen sus propias sagas, y algunas pueden ser muy épicas.

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El Universo Star Wars

El fracaso de Star Wars Episodio IX y el estreno de The Mandalorian

La visión de George Lucas inspiró una era de películas taquilleras de gran presupuesto, cuyos creadores finalmente se quedaron sin nuevas ideas y comenzaron a depender de secuelas y spin-offs. Inevitablemente, Star Wars sucumbió a ese destino. Después de lanzar un trío de precuelas divisivas alrededor del cambio de milenio, en 2012 Lucas vendió su franquicia a Disney, el principal reciclador de viejas historias de Hollywood. Nuevas películas de Star Wars comenzaron a estrenarse en 2015. Aunque el entusiasmo inicial y las ganancias fueron impresionantes, los problemas creativos comenzaron a afectar los resultados.

En 2019, Star Wars: Episode IX: The Rise of Skywalker (El Ascenso de Skywalker, JJ Abrams), el final de una trilogía ambientada 30 años después de la acción de las primeras películas, fue recibida con críticas mixtas y una recaudación de taquilla baja. Por esa época, el CEO de Disney, Bob Iger, anunció una pausa cinematográfica para Star Wars. ¿La Galaxia había perdido su poder, o sus nuevos administradores simplemente la habían manejado mal? El éxito de la primera serie live action de la franquicia respondió a esta pregunta. 

El lanzamiento del servicio de transmisión de televisión Disney+ a fines de 2019 presentó The Mandalorian, que comienza cinco años después de los eventos de la trilogía original y sigue las aventuras de un misterioso cazarrecompensas. Al final de la temporada 2, había surgido un consenso crítico: era el mejor producto live action de Star Wars que había llegado desde principios de la década de 1980. Millones de espectadores se enamoraron tanto de Baby Yoda -cuya cabeza adorable tiene un precio por razones desconocidas- como del mandaloriano, el héroe lacónico y letal que viaja de un planeta a otro. 

Ver el programa y luego mirar hacia atrás en la historia de Star Wars es comprender de dónde proviene ese sentimiento y por qué la mayoría de las fantasías de Hollywood, impulsadas por héroes y cargadas de efectos especiales, nunca lo logran.

La trama de The Mandalorian se desenrolla como un hilo delgado, casi invisible: cada semana, el protagonista completa una búsqueda discreta que señala el camino hacia la siguiente. El placer de mirar radica mucho en el viaje y no en el destino. Este estilo de entretenimiento episódico es un sello distintivo de la televisión dramática, pero también es muy Star Wars

Poco después de su éxito inicial, la segunda película recibió el nuevo título de A New Hope (Una Nueva Esperanza), porque Lucas quería que los espectadores sintieran que era un capítulo de una serie continua. Cuando el cineasta concibió Star Wars, primero soñó con imágenes, conceptos y sentimientos, no con la trama. Se sintió atraído por hacer “una película en el espacio exterior como solía ser Flash Gordon. Pistolas de rayos, corriendo en naves espaciales, disparándose unos a otros”. 

También quería mezclar tropos de películas de samuráis, westerns y espionaje. Por encima de todo, quería una estética que problematizara la credibilidad en lugar de la ciencia ficción limpia y elegante. Sin una narrativa que ardiera por contar, Lucas tuvo problemas para convertir tales nociones en un guion viable. Escribió varios borradores demasiado extensos, cada uno de los cuales reconfiguró radicalmente sus personajes, arcos y temas. Eventualmente, llegó a una historia relativamente sencilla basada en leyendas antiguas. 

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The Mandalorian

George Lucas y la figura del Elegido en Star Wars

Lucas había leído el trabajo de Joseph Campbell, un escritor estadounidense experto en mitología y religiones comparadas que identificó un monomito, una narrativa universal que se presentaba en todas las culturas a lo largo de los siglos: el viaje del héroe. Star Wars sería una historia sobre el Elegido. Luke Skywalker era como el Rey Arturo o Siddhartha Gautama. Esta fórmula, con sus figuras prescritas de sabios mentores, armas talismánicas y compañeros de confianza, ayudó a crear su relato.

Sin embargo, el viaje del héroe en las películas originales siempre fue incompleto. Los primeros 15 minutos de Una Nueva Esperanza presentan pocos personajes humanos reconocibles, y Luke Skywalker suele ser lo menos interesante en cualquier escena que sigue. Gran parte del suspenso de la película deriva más de preguntarse de qué se trata que de buscar pistas sobre cómo Luke cumplirá su destino. 

Los giros icónicos de la trilogía, que parecerían clave para coreografiar un monomito, casi no fueron filmados. En el guion de rodaje, la figura del mentor, Obi-Wan Kenobi, sobrevive hasta el final en lugar de morir a mitad de camino. Algunos borradores de la segunda película, The Empire Strikes Back (El Imperio Contraataca, 1980) no indican que Darth Vader sea el padre de Luke. Por gloriosas que sean tales sorpresas, el trabajo de Lucas no fue impulsado por ellas.

De hecho, los crescendos de la historia son convincentes porque se duplican a medida que se expande la construcción del mundo. Saber quién es realmente Darth Vader plantea una gran cantidad de preguntas tentadoras sobre la historia de la galaxia muy muy lejana, pero sobre todo, ¿cómo alguien se convierte en Darth Vader? 

Las referencias de las primeras películas de Kenobi a conceptos misteriosos como “los tiempos oscuros”, exposición que queda inconclusa una vez que muere, también despiertan una rica intriga. Lucas hace películas que están diseñadas intencionalmente para tener agujeros que deben llenarse más tarde. Tiene razón, excepto por una cosa: ¿es necesario completarlos? Muchos productos mediocres de Star Wars surgieron de la necesidad de tratar de definir cada hueco en el inmenso glosario galáctico. Las películas originales funcionan precisamente por ellos.

Esas películas también funcionaron porque a Lucas, como cineasta, le preocupaba mezclar la novedad con el naturalismo. Al dirigir la película inicial, insistió en que los decorados estuvieran manchados y tuvieran marcas de quemaduras. Unió imágenes combate entre naves aéreas de la Segunda Guerra Mundial y luego inventó efectos especiales para hacer que las batallas espaciales de sus películas las emularan. Rara vez se logró un realismo tan extremo desde entonces. En las lúgubres precuelas, Lucas hizo uso y abuso de las entonces novedosas imágenes generadas por computadora, perdiendo la sensación de vida que una vez había apreciado. 

Las secuelas de Disney tienen un ritmo demasiado frenético, y están demasiado llenas de referencias a las viejas películas de Star Wars para que los espectadores se adapten a los nuevos escenarios, criaturas y trajes. Ambas trilogías posteriores contaron historias enérgicamente míticas: las precuelas siguieron la trágica transformación de un héroe en un villano, y las películas de Disney decantaron por otra historia de un Elegido. Las fallas de sus guiones fueron debidamente analizadas, pero corregirlas no resolvería las fallas más fundamentales de su ejecución. Cuando la historia de Star Wars es mala, su galaxia apesta.

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Pedro Pascal en The Mandalorian 1×8

La cualidad mítica de The Mandalorian

Sin embargo, el mundo de The Mandalorian es resistente, como el cemento desgastado. El héroe pilota una desvencijada nave espacial inspirada en un avión de combate de los años 70’s. Grogu transmite la gama expresiva de los niños pequeños reales. Lo más importante es que el showrunner, Jon Favreau, absorbió el espíritu exploratorio de la primera trilogía de Lucas. 

Uno de los primeros episodios pasa 10 minutos sin diálogo siguiendo al mandaloriano mientras intenta sobrevivir en un planeta árido. Dos episodios más tarde, llega a un pueblo boscoso donde los lugareños recolectan krill bioluminiscente de estanques. No solo salva al pueblo de los ataques de una tribu hostil. Se muda para vivir la vida simple de Star Wars durante unas semanas.

Tales aventuras tienen una cualidad mítica. Mando y Grogu son una extraña pareja: protector y cargo, padre e hijo, hombre y bestia. También tiene una trama en curso, que involucra a un archivillano y cumple con las demandas de los éxitos de taquilla modernos para establecer futuros spin-offs. 

Si la intriga una vez definió a Boba Fett, ahora impregna la creación de Jon Favreau. Din Djarin es la encarnación moderna más verdadera de Boba porque su propio arco es básicamente una trama secundaria durante dos temporadas: la energía de la serie proviene de su universo extrañamente naturalista, no de su héroe. 

Tomó ocho episodios para que el mandaloriano mostrara su rostro. En el final de la primera temporada de The Madalorian, un robot llamado IG-11, interpretado por Taika Waititi -quien también dirigió el episodio-, le dijo al cazarrecompensas que necesitaría quitarse el casco para curarle las heridas mortales. El mandaloriano protestó diciendo que ningún ser vivo lo vio sin su casco desde que juró su credo, refiriéndose al juramento hecho por su clan de guerreros de élite. IG-11 respondió que no es un ser vivo, y con un chirrido hidráulico, el droide le quitó el casco.

Fue un clímax en el final lleno de acción de una serie llena de acción, pero también fue una deflación y una desmitificación. Anteriormente en el mismo episodio, Moff Gideon (Giancarlo Espósito) había anunciado que el verdadero nombre del mandaloriano es Din Djarin. Cuando reveló su rostro, el del chileno Pedro Pascal -famoso por su rol como Oberyn Martell en Game of Thrones, se veía horrible: sudoroso, manchado de sangre, despeinado. No hubo gran sorpresa al ver quién era realmente el mandaloriano. Solo hubo un recordatorio de que este vaquero espacial lacónico es sólo un tipo.

Sin embargo, con este desarrollo, The Mandalorian profundizó su visión de un tropo definitorio de la franquicia más amplia de Star Wars y del género de fantasía que impulsa tanto el entretenimiento moderno. Si se trata de un thriller pulposo que involucra superpoderes y conflictos maniqueos, contará con personajes encapuchados. 

En otra parte del universo de Lucas los espectadores vieron a Kylo Ren (Adam Driver) reparar, volver a usar y luego volver a quitarse el casco que fabricó en homenaje al último villano enmascarado de su galaxia: Darth Vader, su abuelo. A mediados de 2019, Marvel Studios concluyó sus diez años de historia con 30 personajes encapuchados en pantalla. Unos meses más tarde, DC nos dio a Joaquin Phoenix con el rostro cubierto de maquillaje como Joker. Luego, la serie Watchmen de HBO desenrolló un metacomentario aterrador sobre todos los vigilantes enmascarados.

Watchmen, en particular, trató de abordar el por qué de nuestra fascinación cultural por las máscaras, y terminó hilando una profunda fábula sobre la pérdida, la identidad y los complejos de salvador. The Mandalorian juega con estas ideas: los flashbacks de los padres de Djarin que intentan esconderlo mientras su pueblo fue aterrorizado por droides de batalla es, cinematográficamente, similar a las escenas de Watchmen de la masacre de Tulsa que inspiró a generaciones de estadounidenses negros a ponerse máscaras y luchar contra el horror. 

Pero hasta ahora, The Mandalorian fue menos una reflexión sobre el trauma que una reflexión sobre la humanidad y la no humanidad. El punto de la escena en la que Djarin se quita el casco radica en la interacción entre él y el IG-11, lo que sugiere la visión de Star Wars sobre máscaras y armaduras: son los medios por los cuales las personas intentan alcanzar la perfección de las máquinas.

Realmente, ¿el hombre con máscara de metal mandaloriano y el droide de metal IG-11 son tan diferentes? Din Djarin, en ese momento, diría que sí. Durante toda la serie, dejó en claro que desconfía de los droides. Es obvio que su desconfianza se debe en parte a lo que le sucedió a su familia, pero también se debe a que lo ven como un mercenario que viaja por la galaxia. 

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El final de la temporada 1 de The Mandalorian

El papel de los robots en The Mandalorian

En el estreno de The Mandalorian, IG-11 llegó como un robot temible que perseguía a la adorable criatura que se convirtió en el expósito de Mando. Djarin destruyó IG-11 entonces, pero en el séptimo episodio, el droide regresó con una misión diferente: proteger y nutrir. Cuando el aliado de Djarin, Kuiil, que había reprogramado el robot, insistió en usar IG-11 para salvaguardar al Niño, este señaló que anteriormente había intentado matarlo. “Estaba programado para hacerlo”, respondió Kuiil. “Los droides no son buenos ni malos. Son reflejos neutrales de quienes los fabrican”. La respuesta del mandaloriano: “He visto lo contrario”.

El final de The Madalorian sirvió como una reivindicación larga y espectacular del punto de vista de Kuiil. IG-11, que parece una antena con forma de persona en una elegante secuencia de acción. Explota; cura; se sacrifica vadeando un río de lava y luego activando su protocolo de autodestrucción frente a un escuadrón de Storm Troopers. Incluso juega al terapeuta y le dice a Mando que siente tristeza en su voz. De muchas maneras relevantes, el droide, no el humano que da nombre al programa, es el héroe del episodio final de la temporada 1.

Los fanáticos de Star Wars probablemente no se sorprendieron por la valorización de un bot. El dúo de droides de la trilogía original, R2-D2 y C-3PO, son tan inteligentes y llenos de personalidad como cualquier personaje humano. Pero han sido programados para servir, y sirven, aunque en formas idiosincrásicas y aparentemente obstinadas que involucran mucha comedia. 

En lugar de invadir la primacía de los vivos, como las fábulas distópicas Terminator The Matrix –que se preocupan por lo que algún día puedan hacer las computadoras inteligentes-, los robots de Star Wars son extensiones de la humanidad. El episodio 7 presentó un flashback que mostraba cómo Kuiil reprogramó a IG-11 para que fuera una enfermera en lugar de un asesino, y la secuencia hizo que el proceso sonara muy parecido a criar a un niño. “Pasé día tras día reforzando su desarrollo con paciencia y afirmación”, dice Kuiil. “Desarrolló una personalidad a medida que crecían sus experiencias”.

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Din Djarin, el héroe minimalista de The Mandalorian

Din-Djarin, el héroe lacónico de The Mandalorian

Mando es un protagonista más que un antagonista, por supuesto. Pero comenzó la serie como un antihéroe amoral que usaba artilugios para capturar fugitivos y luego, detrás de su máscara, ignoraba sus súplicas de clemencia. Solo cuando se encuentra con Grogu, un niño que, como él, es perseguido y aterrorizado por el Imperio, comienza a desprogramar su yo rígido, eficiente y despreocupado. 

Ahora no solo es un libertador contra la tiranía, sino también una figura paterna. Es apropiado que su desenmascaramiento haya sido cortesía de una máquina entrenada para nutrir. Como también fue apropiado que transgreda su fe, algo en lo que basa su existencia, en un acto de amor para mostrarle el rostro a su hijo adoptivo, aunque eso lo haya convertido en un outsider entre los propios.

Cuando The Mandalorian se estrenó, las ambiciones de todo un servicio de streaming se posaron sobre la serie. Durante dos temporadas nos llevó a rincones del universo de Star Wars nunca vistos o nos incitó a mirar algunos lugares familiares bajo una nueva luz. 

También vio el regreso de un personaje principal de la trilogía original -y le permitió ser el rudo que nunca llegó a ser en las películas-, presentó un cameo de último minuto de uno de los héroes más grandes de Star Wars y versiones live action de algunos personajes de las series animadas. Pero lo más importante, revivió la forma en la que Lucas construyó su universo, restauró el poder de la galaxia muy muy lejana y, tal como el arco de Luke Skywalker, nos recordó por qué vale la pena salvarla.

La temporada 3 de The Mandalorian se estrena el 1 de marzo en Disney+.

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