Al igual que el episodio anterior, House of the Dragon 1×7, Marcaderiva fue dirigido por Miguel Sapochnik. El director, responsable de algunas de las entregas más adrenalínicas de Game of Thrones, como Casa Austera o La Batalla de los Bastardos, entregó a la audiencia otra hora de televisión asombrosa, bien elaborada y tonalmente perfecta. Los episodios sexto y séptimo de House of the Dragon son, de alguna manera, los dos mejores del programa. Y la continuidad de Sapochnik detrás de la cámara no puede haber sido una coincidencia.
Mientras que la impresionante secuencia de apertura de La Princesa y la Reina abrió nuevas posibilidades técnicas para la serie, el primer acto de Marcaderiva es de alguna manera, aún mejor. Esta vez no hay trucos de cámara ingeniosos -aparte de una gran comprensión del poder de la luz natural-, pero el estado de ánimo elegíaco que captura el capítulo es palpable.
En Game of Thrones, la Muerte ha sido un personaje persistente en Westeros, sin embargo pocos de los protagonistas que murieron gozaron de un funeral apropiado y prolongado en pantalla. Sin embargo, House of the Dragon 1×7 lleva a su audiencia a través de cada detalle insoportable, e incluso doloroso, del nuevo compromiso de Lady Laena Velaryon (Nanna Blondell), esta vez con el mar.
Casi todos los protagonistas de peso en la serie estuvieron presentes en el evento, repitiendo ese viejo adagio de que la familia se reúne en bodas y funerales. La última vez que esta familia en particular se reunió para una boda, las cosas no salieron del todo bien. Pero, ¿un funeral conducirá a menos violencia? Esa es una pregunta que acecha los primeros 15 minutos del capítulo.
Tanto la dirección como el diseño de producción y las actuaciones de este primer acto son bestiales. Cada uno de los elementos en juego sirve para aumentar la tensión de algún evento que se sospecha ocurrirá, aún cuando no se sabe con precisión de qué se trata.
La muerte de Laena vuelve a reconfigurar las alianzas en House of the Dragon
Mientras los puntos altos de la partitura de Ramin Djawadi aumenta durante la elegía para Laena, recitada en antiguo valyrio, como corresponde a un miembro de la Casa Velaryon, el diseño de sonido casi desaparece por completo para lo que ocurre después del funeral, como si se tratase de una película muda mientras algunos personajes deambulan por los muelles de Marcaderiva, robándose miradas entre ellos, pero sin atreverse a decir lo que realmente piensan.
Aegon (Ty Tennant) se sumerge con determinación en el alcohol. Jacaerys (Leo Hart) se mueve sin palabras para consolar a Baela (Shani Smethurst) y Rhaena (Eva Ossei-Gerning), solo para que ellas tomen su mano, sin mediar palabras, para consolarlo por la pérdida de su verdadero padre, Ser Harwin Strong. Antes de consumar su amor en la playa más tarde, Rhaenyra (Emma D’Arcy) y Daemon (Matt Smith) tienen contacto visual penetrante. Durante los raros casos en que los personajes hablan, las palabras que pronuncian resuenan, vacías, a lo lejos.
Corlys Velaryon (Steve Toussaint), quien perdió a una hija, trata de animar a su nieto, Lucerys (Harvey Sadler), asegurándole que algún día será el Señor de las Mareas en Marcaderiva, ya que piensa heredar sus tronos. Pero Luke insiste en que no quiere tal honor. “Si soy el señor de Marcaderiva, significa que todos están muertos”, dice.
Por el estado de ánimo del funeral de Laena, es como si ya todos lo estuvieran. Y no solo porque la pequeña adivina Helaena (Evie Allen) -una soñadora como Daenys y Aegon, el Conquistador-, está susurrando como se dividirán las aguas y como acontecerá la próxima Danza de Dragones. Es notable considerar que técnicamente no pasó nada malo aquí. La guerra que se espera todavía no llega. Pero todos los involucrados están tan seguros de que está a punto de suceder.
En el momento en que el sol comienza a asentarse en el cielo de la tarde, tanto Rhaenyra como Otto Hightower (Rhys Ifans) ordenan a sus respectivas crías que se acuesten como si supieran que un monstruo está en camino para devorarlos a todos. Por supuesto, un monstruo está en camino, uno enorme.
El papel de Aemond en el episodio 7 de House of the Dragon
No se puede exagerar cuán significativo es el reclamo de Aemond (Leo Ashton) de Vhagar. Vhagar es la criatura viviente más grande, antigua y poderosa del mundo conocido. Al domar y montar al dragón, Aemond no solo se establece como un jugador importante en el escenario mundial, sino que también saca un recurso importante de la Casa Velaryon. Es comprensible que Baela y Rhaena sientan que Vhagar es su derecho de nacimiento, pero porque no logran comprender la ley de propiedad de un dragón. Quien reclama la bestia, tiene la bestia.
Marcaderiva exhibe como las semillas de desconfianza y avaricia que Criston Cole plantó en la cabeza de los niños Targaryen y Velaryon empezaron a florecer. La pelea de Aemond con Jace, Luke, Baela y Rhaena no es muy diferente de los tumultos habituales en los que se encuentran los niños. La diferencia clave esta vez es que Aemond está preparado para atacar con una piedra y Luke responde con un cuchillo: Aemond pierde un ojo.
Cuando los maestres escriban sobre la Danza de Dragones, algunos podrían identificar esta noche como el momento en que la guerra realmente comenzó. La reunión de adultos y niños en la sala del trono de Marcaderiva está positivamente llena de momentos de “desenmascaramiento”. El crédito se debe al rey Viserys I (Paddy Considine), cuyo sincero deseo de paz familiar parece haber generado una rara explosión de energía. Pero ninguna cantidad de los decretos gritados del rey puede deshacer el daño hecho.
Comienza la Danza de Dragones
La fría demanda de Alicent de que a uno de los hijos de Rhaenyra también se le debe quitar un ojo es algo que podría no haber funcionado en pantalla si no fuera por Olivia Cooke. Del mismo modo, la arremetida de Alicent por la daga de zarpa valyria de Viserys y el posterior ataque a Rhaenyra es otro elemento que parece maduro y oportuno, un agregado que evita que todo el momento parezca un melodrama vulgar.
Si esta es la salva inicial de la guerra, entonces la afirmación de Rhaenyra de que todos ahora ven a Alicent por lo que realmente es puede considerarse la primera victoria de la guerra. Pero dicen que la historia la escriben los ganadores, y la nueva (vieja) Mano del Rey ya tiene una versión alternativa del arrebato de Alicent. “Jugamos un juego feo. Y ahora, por primera vez, veo que tienes la determinación de ganarlo”, le dice Ser Otto a su hija.
Con su hija comprometida en el Juego de Tronos, Otto finalmente puede revelar qué jugador capaz fue todo el tiempo. Entre Otto y Larys Strong, la Reina parece tener aliados fuertes que apoyen su causa moral.
Parte del encanto inquietante de las obras de George RR Martin es la facilidad con la que anima a sus lectores/espectadores a apoyar el incesto real. A pesar de sus lazos familiares, Daemon y Rhaenyra son la pareja perfecta el uno para el otro. Y su ceremonia de matrimonio valyrio, en contraste con la ceremonia funeraria valyria de Laena y la boda westerosi con Laenor (John Macmillan), demuestra ser un momento legítimamente conmovedor. O al menos lo hubiera sido si no hubiera estado acompañado por un complot de asesinato falso y confuso.
Los episodios de House of the Dragon, hasta el momento, tienden a quedarse sin fuerza narrativa hacia el final. El plan de Rhaenyra y Daemon de fingir el asesinato de Ser Laenor para poder casarse y que el joven Velaryon pueda huir a Essos con Ser Qarl Correy (Arty Froushan) está ejecutada de manera apresurada y es una resolución demasiado fácil para terminar con un matrimonio inconveniente en pos de uno mejor y dejar a una de las protagonistas de la serie en buena posición frente al público.
Fingir la muerte de una persona noble no es insólito en Game of Thrones. Theon Greyjoy fingió las muertes de Bran y Rickon Stark usando tácticas de cuerpo quemado similares a las que Rhaenyra y Daemon hacen aquí. Sin embargo, en el final de House of the Dragon 1×7 todo sucede rápido y desordenado, en lo que termina siendo un episodio casi perfecto.