Succession: el teatro de la crueldad del poder económico

Succession es un manual de cinismo doméstico, en el que la lucha por el poder se parece demasiado a una lucha por ser reconocido. La neurosis como parte del ADN. El clan se rebela mientras el rey está desnudo.

“Pensé que mi familia estaba jodida”, dice un personaje en una escena de la tercera temporada. “Esto es otro nivel”. Y es quedarse corto: Succession es un baúl de dramas interminables, esos dramas que sólo una obscena cantidad de dinero puede provocar, como si los Roy fueran de otra especie, ajenos al caos ordinario de la vida familiar común.

Sin embargo, el programa de HBO -ganador de un Emmy- no inventa lo que puede salir mal en los imperios familiares: junta un caso tras otro de la vida real, y le aplica un glorioso brillo de juegos de palabras. 

En Succession, la historia realmente se repite. El programa se centra en los Roy, una familia mediática plutocrática que se enfrenta a dos hechos biológicos: el patriarca morirá y ninguno de sus hijos es su clon. En el primer episodio, el multimillonario Logan Roy (Brian Cox) sufre un derrame cerebral, antes de nombrar un sucesor. Los reyes medievales estaban desesperados por tener un heredero; sus equivalentes modernos tienden a olvidar su mortalidad. 

El problema de Logan es más complicado. Mientras yace en coma, descubrimos que su empresa tiene miles de millones en deudas ocultas, al igual que Robert Maxwell, el barón de la prensa británica, que al día siguiente de su muerte en 1991 se descubrió que debía cientos de millones de libras más de lo declarado. Los hijos de Maxwell, Kevin e Ian, heredaron de su padre una crisis financiera y un juicio por fraude.

A diferencia de Maxwell, Logan sobrevive. Retoma las riendas de su imperio, a pesar de encontrarse tan mal que confunde la alfombra de la oficina de su hijo con un baño público, en un acto que describe tanto su estado de salud como su necesidad de marcar territorio.

Algo similar le pasó a Sumner Redstone, quien intentó seguir siendo presidente de sus conglomerados de medios -CBS y Viacom-, cuando ya no podía hablar. Redstone se comunicaba a través de un iPad cargado con clips de audio de él mismo diciendo “sí”, “no” y “vete a la mierda”. “No tengo ninguna intención de jubilarme ni de morir”, había dicho a los 85 años. Murió en 2021, a los 97, dos años después de que un tribunal lo declarara incapacitado para ejercer el control sobre sus empresas. 

Logan termina enfrentándose a un golpe de estado en la sala de juntas, liderado por su hijo Kendall Roy (Jeremy Strong). Una escena que habrá sorprendido a la familia Shin -líder del conglomerado surcoreano Lotte Group-: su hijo menor convocó a una reunión de los accionistas y no dudó en destituir a su padre.

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Brian Cox y Jeremy Strong, Succession

El Logan Roy de la vida real: Rupert Murdoch

Kendall falla en su golpe, por lo que se une a un grupo de medios rival para montar una adquisición hostil. Los personajes de Succession se preguntan constantemente qué es real: “¿Es esto real?”, “¿De verdad?”, “Ninguna persona real involucrada”. Lo divertido es que nada de eso es real y, sin embargo, todo lo es. La serie, que recrea muchas de las luchas internas de familias poderosas, está casi abiertamente inspirada por la familia Murdoch, cuyo imperio mediático multicontinental desempeñó un papel crucial en hacer posible la presidencia de Donald Trump. 

Hace años, el creador del programa, Jesse Armstrong, escribió un guion (nunca producido) sobre la fiesta de cumpleaños número 78 de Rupert Murdoch, un estadounidense dueño de un conglomerado de medios, News Corp, que incluye numerosas publicaciones locales e internacionales tales como The Sun, The Times, The Daily Telegraph, Herald Sun, The New York Post, y canales de transmisión bajo el nombre de Fox Corporation. Sin embargo, Amstrong minimiza esto y cita otras influencias para la serie: King Lear; las tragedias romanas; Iván el Terrible -que asesinó a su hijo adulto-; y Andre Agassi, cuyo padre ideó una máquina que lo obligaba a golpear casi 1 millón de pelotas de tenis al año. 

Pero la influencia dominante en esta narración sigue siendo el patriarca de la familia Murdoch: un magnate de los medios de derecha que permite que tres de sus hijos compitan entre sí por un puesto; quien combate una crisis de deuda corporativa; que niega todo conocimiento de la conducta delictiva en su imperio; que intenta, con éxito desigual, comprar activos mediáticos trofeo; y quien contrata a un terapeuta para intentar reconciliar a su familia en lo que puede ser un truco publicitario. Todo está en la historia de la familia Murdoch y todo está en Succession

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Kieran Culkin, Sarah Snook y Matthew Macfadyen, Succesion

Los hermanos Roy: activos integrados

Los vástagos Roy no sólo compiten por el trabajo de su padre; están compitiendo por su afecto y atención, que él ofrece con la dosis suficiente para mantenerlos interesados. 

El hecho de que la serie sea reconocible a partir de la realidad la hace más convincente. Pero, ¿son universales sus descripciones de la rivalidad entre hermanos, el deseo de aprobación de los padres y los dilemas sobre la obediencia familiar? Cada espectador podrá establecer la comparativa. Logan no presiona a sus hijos para que lo adulen, pero tiene expectativas fijas: quiere que sus hijos sean como él. Eso es imposible, sobre todo porque su riqueza significa que no pasaron por la misma infancia empobrecida que su padre. El patriarca Roy obliga a sus hijos a elegir entre dos versiones de sí mismos, una que se define por sus logros y otra que no. 

Su propio narcisismo pasa a primer plano al final de la segunda temporada, cuando Kendall lo traiciona de nuevo. Logan sonríe, a pesar de la traición, porque su hijo está actuando tan despiadadamente como él. En Succession, los niños Roy son sometidos a un intenso acoso y menosprecio por parte de su padre, que se niega a valorar lo que sea que le den. 

El programa sugiere que los Roy no son una familia en absoluto, sólo un conjunto de activos no integrados. “Estamos comiendo al estilo familiar”, dice la tercera esposa de Logan, Marcia, en una reunión. “Casi como si fuéramos una familia”, bromea Roman. Strong ha citado una frase atribuida a Carl Jung: “Donde el amor está ausente, el poder llena el vacío”.

Esto se aplicó, por supuesto, en Game of Thrones -el programa del que Succession es heredero-, cuya historia exitosa está abarrotada de personas dañadas, víctimas de los crímenes y errores de sus padres, muchos de los cuales repitieron en sus vidas. Logan Roy se compara con Tywin Lannister o Walder Frey, si existiera en un mundo de fantasía medieval; al igual que Charles Dance podría haber interpretado a Logan de una manera tan retorcida y gratificante, por mucho que sea difícil imaginar a alguien mejor en ese papel que Cox. 

Una de las razones por la que Succession es emocionante, es porque pinta la vulgaridad absurda de una riqueza tan exorbitante sin dejar nunca que ninguno de sus personajes la disfrute. Logan es un monstruo maquiavélico, un ser humano que carece de una empatía razonable, que trata a sus hijos como piezas de ajedrez para ser usadas y descartadas. Cada uno de los hijos de Logan es infeliz a su manera. 

Connor (Alan Ruck), el más vago y estúpido, está en una relación puramente transaccional con la mujer mucho más joven cuya obra está financiando; Kendall -considerado durante mucho tiempo el sucesor ungido-, es un adicto a las drogas en perpetua recuperación que se derrumba ante la presión de su padre o de cualquier otra persona; Roman (Kieran Culkin), que pretende ser un vulgar payaso, en realidad es bastante astuto, pero tan atrofiado emocionalmente que sólo puede tener erecciones si es humillado; Shiv (Sarah Snook), quien a primera vista es la más entera, sabe que su padre nunca la tomará en serio debido a ser mujer, y lo ha compensado casándose con Tom (Matthew Macfadyen), el hombre menos intimidante y menos seguro que pudo encontrar, convirtiéndolo en un receptáculo para sus propias manipulaciones crueles; Tom, a su vez, ha contratado a Greg (Nicholas Braun) para el mismo papel. 

Todos son ricos, pero ninguno es feliz. Todos son víctimas de Logan más que sus herederos y están motivados por ganarse su respeto. La cultura tóxica de Logan de meritocracia retorcida y de juego ha engendrado una colección de hijos dañados que a menudo luchan contra sus propias conciencias o impulsos humanos. Logan ha roto completamente a cada uno de ellos y continúa enfrentándolos entre sí en una competencia que lo decepcionará. Él solo parece enorgullecerse de ellos cuando están en su peor momento. 

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Brian Cox, Succession

Succession: el teatro de la crueldad del poder económico

Succession es una de las mejores series de drama en la actualidad. Con la cuarta y última temporada recién estrenada, la serie de Jesse Armstrong se ha establecido entre la audiencia del streaming como una de las favoritas. Tramas shakesperianas, escritura nítida, caracterización compleja y comedia negra que subraya una historia que, en última instancia, trata sobre la naturaleza autodestructiva de la riqueza exorbitante no sólo en la familia, sino la humanidad misma, tanto en sentido figurado como literal. Si Game of Thrones vio a familias apuñalarse entre sí por la espalda, el dolor de Succession es psicológico.

Con una elegancia contundente, el programa muestra rápidamente las implicaciones de la traición en el final de la segunda temporada. En los momentos iniciales de la tercera, vemos helicópteros atravesando el cielo como aviones de combate corporativos, con Logan y el resto de la familia Roy a bordo. Waystar Royco está a la defensiva, tratando de salir del lío público que ha creado el impactante anuncio de Kendall -mientras evita una compra inminente-. Se ha disparado un tiro contra su empresa, su familia, y ahora deben reagruparse.

Esta escena está intercalada con tomas de Kendall abrumado, tambaleándose en el baño de un hotel, pocos minutos después de hacer público el papel de su padre en el ocultamiento del abuso sexual sistemático y persistente dentro de Waystar Royco. Actúa como la oposición de la familia, absolutamente decidido a hacerse cargo y reorganizar la empresa desde adentro.

Esta secuencia -que sin palabras establece lo que está en juego en la tercera temporada-, también es representativa de una de las mayores fortalezas de Succession: la mezcla de los detalles minuciosos del drama familiar con la tensión de alto riesgo de un thriller corporativo. Drama y melodrama, trabajando en conjunto. A lo largo de esta secuencia, y la temporada 3 en general, queda una pregunta clave: ¿alguien de la familia Roy ayudará a Kendall?

Este conflicto es una vena rica para el drama en Succession, que siempre ha prosperado en su compleja mezcla de familia y capital. Los creadores del programa tienen un gran sentido de cómo articular estos conflictos particulares, construyendo varios episodios en torno a reuniones en un solo lugar, eventos corporativos o celebraciones personales. 

Estos momentos tienden a atrapar a los personajes juntos, lo que permite a los escritores provocar patetismo a través de momentos tensos de comunicación forzada anclados por la agradable sensibilidad del programa y el diálogo conciso. Mientras cada miembro de la familia Roy intenta situarse ante el escándalo público, también debe preguntarse: ¿por qué sigo estando del lado de mi familia?

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Jeremy Strong, Succession

Kendall Roy: el antihéroe dañado

Para cada personaje ricamente dibujado, uno encontrará una respuesta diferente. Los roe como una úlcera en el estómago, nauseabundo y perturbador. Los Roy odian y aman el dolor que se infligen entre sí, como si el conocimiento de que pueden herir a las personas cercanas fuera una prueba de que les importan. Con cada movimiento calculado y frío en el tablero de ajedrez corporativo, son muy conscientes del daño personal que se supone que inflige. Este es un dolor que todo el doble discurso institucional de Waystar Royco no puede ocultar, incluso si por un momento puede actuar como un escudo. Es mucho más fácil afirmar que su cobardía personal es una cuestión de buenos negocios, o que su lealtad es sólo transaccional, no nacida de un amor que el orgullo no les permite admitir.

A medida que se entrelazan lo personal y económico, hay una crítica que se encuentra en el núcleo mismo de la serie. Succession no es la historia de unos pocos capitalistas codiciosos y amorales que por casualidad se encuentran sentados en la cima de la pirámide corporativa. Es un espectáculo que funciona de manera muy explícita para ilustrar que la estructura en sí está pervertida.

Este es un mundo donde la moralidad no existe. Los hombres y mujeres, cuyas vidas la compañía Waystar Royco ha destruido, son sólo peones en el juego para que esta familia disfuncional juegue unos contra otros. 

Los directivos conciben el abuso sexual como un desastre de relaciones públicas; la lucha contra los sindicatos es una cuestión de mala prensa, no de explotación. Los personajes nunca preguntan: ¿deberíamos hacer esto?, sino más bien, ¿qué piensan nuestros inversores? Y si esta amoralidad está tan arraigada en la jerarquía corporativa, ¿por qué Kendall Roy cree que puede arreglarlo?

Esa pregunta impregna gran parte del arco de Kendall durante la tercera temporada. En la alfombra roja, rodeado por una prensa aduladora, grita “que se joda el patriarcado” con las manos levantadas, recto y satisfecho de sí mismo. ¿Es esto sólo un viaje del ego para él? ¿Una forma de demostrar que es el más inteligente de la familia? Quizás, pero también se percibe en la actuación de Strong un patetismo rico y complicado. Kendall Roy es un hombre que quiere ser bueno, pero que en muchos sentidos no sabe cómo serlo.

Es con la tercera temporada que la actuación de Strong se sitúa entre los personajes de series memorables, en compañía de James Gandolfini, Jon Hamm y Michael K. Williams. Kendall está lleno de contradicciones arraigadas con profundidad en su ser y, sin embargo, Strong de alguna manera nunca deja de hacer que tengan sentido. Él es un individuo roto, y si en algún lugar del mundo hay una respuesta a este quebrantamiento, no se encuentra en los pasillos de Waystar Royco. 

La tragedia de Kendall Roy es que hay una verdad que no se permitirá ver. Puede ser imposible arreglar un sistema quebrado desde adentro. Y puede ser imposible arreglar una familia cuya historia está manchada por un legado de culpa, traición, dolor y compasión. Pero cuando no hay otra salida, es humano intentarlo.

Succession está disponible en Max.

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