Ridley Scott antes de Napoleón: su primera película, Los Duelistas, explora el sinsentido de las guerras napoleónicas

Los Duelistas, la ópera prima de Ridley Scott, es su primer acercamiento a la figura de Napoleón: una película sobre la obsesión tóxica masculina durante su reinado.

Cuando Ridley Scott realizó su ópera prima en 1977, Los Duelistas (The Duellists), había pasado 15 años dirigiendo comerciales -más de mil, según él-. La falta de presupuesto (la película costó alrededor de 800 mil dólares) hizo que recurriera a cuentos y novelas de dominio público en busca de ideas. Finalmente encontró su tema en El Duelo de Joseph Conrad (1908), un relato sobre un incidente menor que desencadena una obsesión suicida durante 15 años.

Los Duelistas está protagonizada por Keith Carradine y Harvey Keitel, dos soldados del ejército de Napoleón que, por razones que sólo uno de ellos conoce, tienen una serie de duelos (o, en realidad, uno solo que se reactualiza en distintos momentos y en distintos escenarios) durante el transcurso de las guerras napoleónicas (1800-1816). Cada uno tiene ideas diferentes sobre el concepto de honor, pero son lo suficientemente compatibles como para volver a la contienda, un ritual obsesivo que dura tanto que finalmente olvidan cuál fue el motivo del agravio.

La figura de Napoleón en Los Duelistas, la ópera prima de Ridley Scott

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Keith Carradine, Los Duelistas de Ridley Scott

Scott volvió al tema una y otra vez a lo largo de su carrera hasta llegar a Napoleón. Si bien el tema general es la guerra, lo que hace de Los Duelistas una pequeña gema olvidada de los 70’s es su punto de vista iconoclasta. Scott está obsesionado con los procedimientos y rituales militares y los presenta con rigor y detalle, incluso mientras denuncia el absurdo de la guerra. El director crea un mundo de masculinidad tóxica -las mujeres tienden a ser las figuras más fuertes en sus películas-, pobladas de hombres cuya confianza injustificada provoca el sinsentido trágico de la historia.

Las películas de Ridley Scott por fuera del género bélico –Alien, Blade Runner, Thelma y Louise, El Consejero– están llenas de hombres que, en el mejor de los casos, son ineficaces y torpes y, en el peor, profundamente destructivos. En las películas de guerra, los hombres tienden a ser a la vez absurdos y omnipotentes.

Incluso en la convencionalidad heroica de La Caída del Halcón Negro, la mirada sobre el combate es sombrío: en su filmografía, la guerra nunca tiene un sentido real fuera de esa estética de la destrucción que ofrece a la cámara. Napoleón continúa esta línea como crítica ácida sobre la masculinidad, en la que un hombre lleno de inseguridades combina su neurosis con la mente de un genial estratega y arrastra a Europa a un nuevo paradigma político.

Los Duelistas es una de las expresiones más puras de la locura masculina de Scott: un interminable ciclo de violencia que no tiene otro factor motivador que el ego herido de un hombre. Como escribe Conrad, “el duelista exige satisfacción; el honor para él es un apetito”. Scott filma la irracionalidad de una serie de duelos para hacer un equivalente del sinsentido de la guerra. Como dijo el director: “naciones que son enemigas debido a acontecimientos que sucedieron hace mucho tiempo; los mismos que fueron olvidados en algún punto de la historia”.

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Harvey Keitel, Los Duelistas de Ridley Scott

Cómo el estilo visual de Los Duelistas define la obra posterior de Ridley Scott

Las primeras películas de muchos grandes directores insinúan ideas y tropos estilísticos que desarrollarán más adelante –The Loveless de Kathryn Bigelow, Perros de la Calle de Quentin Tarantino, Hard Eight de Paul Thomas Anderson-, pero en Los Duelistas, la voz de Scott ya parece formada y se siente como una película que podría haberse realizado en cualquier momento su carrera. Es como si el presupuesto limitado hubiera dictado el estilo visual de sus películas posteriores.

Sin dinero para construir decorados, Scott filmó Los Duelistas en distintas zonas de Francia, Inglaterra y las Tierras Altas de Escocia, que tenían edificios y estructuras existentes que funcionaban como locaciones de época. Pero la película también estableció el estilo de iluminación de sus películas. Sin una gran cantidad de luces y equipos para iluminar uniformemente sus encuadres, Scott usó una fuente potente, dejando que la luz cayera en la oscuridad alrededor de sus actores de una manera que cumpliera distintas funciones: crear una sensación de imagen pictórica, mientras oculta la falta de extras o decorados.

Scott se propuso imitar Barry Lyndon de Stanley Kubrick, estrenada en 1975 (Napoleón lleva hasta el plagio lumínico el uso de luz natural de velas de Kubrick). Ambas historias están ambientadas en la misma época, están centradas en uno o dos personajes y abarca décadas de un período tumultuoso y lleno de acontecimientos. Pero mientras Barry Lyndon tiene una especie de elegancia pausada y corre desordenadamente entre los diferentes duelos de su protagonista, Los Duelistas es más económica y sencilla en su pretensión de ser una épica privada, donde los enfrentamientos entre los antagonistas se reactualizan con el impulso de las batallas de Napoleón.

A pesar de ser premiada como Mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes de 1977, Los Duelistas no encontró a su audiencia cuando se estrenó en Estados Unidos. Paramount hizo sólo siete copias, que se proyectaron en salas perfectamente vacías. Pero entre los pocos que vieron la película se encontraban David Giler y Walter Hill, los futuros productores de Alien. Algo les dijo que el director de esta pieza de época de bajo presupuesto podría ser el adecuado para su pequeña y desagradable película de terror. Y el resto es historia.

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