En el capítulo 3 de House of the Dragon, El Segundo de su Nombre, el Príncipe Daemon rechazó la oferta de ayuda de su hermano Viserys para luchar en una guerra perdida en los Peldaños de Piedra contra los invasores de las Ciudades Libres. Daemon se usó a sí mismo como carnada para atraer a sus enemigos; y mientras él y las fuerzas de Lord Corlys iban a la ofensiva, el príncipe partió al Alimenta Cangrejos por la mitad.
Ahora está de vuelta en Desembarco del Rey con un nuevo título y un nuevo corte de pelo. Fue nombrado Rey del Mar Angosto, un honorífico que parece tan efímero como su corona de madera flotante. Con el histrionismo que lo caracteriza, Daemon entra tranquilamente en la sala del trono, deja caer una espada mientras dice ‘añadela a la silla’ y dobla la rodilla ante el rey Viserys frente a toda la corte. Confiado como siempre, el rey abraza a su hermano y la sala estalla en aplausos, Rhaenyra entre ellos.
La Princesa acaba de regresar de un recorrido por el reino para conocer a posibles pretendientes, los cuales apestan por completo. Ella le dice lo mismo a su mejor amiga devenida en madrastra Alicent Hightower que el matrimonio es un boleto de ida para ser “encarcelada en un castillo y forzada a expulsar herederos”, que es exactamente lo que Alicent ha estado haciendo desde que se casó con Viserys.
Mientras tanto, la princesa está más que emocionada por volver a ver a su tío. Daemon la aconseja sobre el tema de la boda que no quiere tener. Según él, no importa si en realidad no le gusta su futuro esposo: el matrimonio es puramente un “acuerdo político” que lo libera para otras actividades. “Para los hombres, el matrimonio puede ser un arreglo político”, responde ella. “Para las mujeres, es una sentencia de muerte”.
El episodio 4 de House of the Dragon expone la química entre Daemon y Rhaenyra
Escrita por Ira Parker y dirigida por Claire Kilner, ambas recién llegadas al universo de Game of Thrones, Rey del Mar Angosto tiene un impulso narrativo y emocional que no tuvieron los tres episodios anteriores. Es un capítulo tenso, sexy, inteligente, e incluso divertido. Cada vez que los personajes de Smith y Milly Alcock se juntan, su dinámica desborda química.
Esa noche, Rhaenyra encuentra su propio kit de prostituta en sus aposentos: ropa de campesino y un mapa de una puerta trasera secreta de la Fortaleza Roja. Daemon la está esperando, listo para llevarla a recorrer Desembarco del Rey a pie de calle.
La cámara de Kilner lleva a la audiencia a un vertiginoso y sensual recorrido por la ciudad. En marcado contraste con los pasillos resonantes del castillo, las calles y callejones están llenos de vida: espectáculos de fuegos artificiales, equilibristas y adivinas. Los miembros de la realeza disfrazados disfrutan de una sátira sobre la herencia al trono. “Y ahora llegamos al asunto de la gran silla de hierro, y de quién podría ser el trasero que se siente en ella”, recita un actor, mientras que la falsa Rhaenyra deja escapar un fuerte pedo, la falsa Alicent da a luz a un falso Aegon y el falso Daemon saca un pene de mentira de entre sus piernas.
Es la forma que tiene Daemon de mostrarle que, aunque vivan en una monarquía absoluta, la opinión de la gente común importa más de lo que ella cree, y es asombrosamente evidente lo poco que quieren que una mujer esté al mando. Es una lección que Rhaenyra no logra aprender, pero que su descendiente Daenerys tomará en serio y usará para su beneficio.
A continuación, el príncipe lleva a su sobrina, borracha por la libertad, a su burdel favorito, y le quita parte del disfraz como el maníaco calculador que es. La princesa está fascinada y abrumada por turnos, y Daemon observa sus reacciones como un halcón. El episodio nos lleva al lugar al que siempre se dirigió: dos Targaryen practicando incesto. Los espectadores de Game Of Thrones ya han sido preparados para disfrutar viendo este tabú en particular mientras se sienten perturbados por su disfrute, y Rey del Mar Angosto camina por esa línea de manera experta.
Kilner yuxtapone a Rhaenyra disfrutando de un placer obvio, aunque inquietante, en Daemon con Alicent con la mirada perdida en la nada mientras Viserys la penetra, con la espalda desnuda cubierta de heridas infligidas por el Trono de Hierro. La secuencia traza una línea nítida entre sus experiencias: una de una mujer como sujeto de su propio deseo sexual y otra de una mujer como objeto del deseo de otra persona.
Es el tipo de escena que escaseó en Game of Thrones, ya que la serie usó el sexo como un dispositivo para darle vida a las escenas expositivas o representar la brutalidad; en casi todos los casos, las mujeres eran objeto de la lujuria, la subyugación o ambas cosas de los hombres. Esa tendencia probablemente tuvo mucho que ver con la falta de mujeres en roles creativos en la serie. En el transcurso de sus ocho temporadas, GOT tuvo solo una directora y dos guionistas.
Aunque finalmente la está usando para sus propias maquinaciones, Daemon le obsequia a Rhaenyra una valioso consejo antes de deshacerse de ella: “Coger es un placer, ya ves, para la mujer, como lo es para el hombre”. La princesa se toma muy en serio sus palabras, llega al palacio y seduce a Ser Criston Cole en el palacio. Es una escena que es a la vez tierna y desconcertante; los dos están claramente enamorados, pero la falta de iniciativa de Criston resalta el verdadero desequilibrio de poder entre ellos.
El día después del incesto
El desenfreno de la noche estalla en la cara de todos a la luz del día. Un chico que vio a Rhaenyra y Daemon le cuenta a Otto Hightower el chisme, y él inmediatamente le cuenta a Viserys mientras Alicent escucha a escondidas.
Cuando la reina Alicent confronta a Rhaenyra con la acusación de Otto, entra en modo de gestión de crisis. Si bien ella y Daemon se escaparon del palacio, ella jura por la memoria de su madre que no pasó nada entre ellos más que beber demasiado alcohol. Mientras Rhaenyra pone a prueba los límites de su poder, también comete perjurio a expensas de Alicent y Aemma, las dos personas que más le importaban.
Entonces es hora de que Viserys descubra qué hacer con este lío, causado por él siendo demasiado permisivo como hermano, padre y rey. Comienza con Daemon, acostado boca abajo y borracho frente al Trono de Hierro. Viserys, enojado, lo acosa por profanar a su hija y traicionar su confianza. Daemon juega su estrategia: en la tradición bígama e incestuosa de la familia Targaryen, quiere tomar a su sobrina como su segunda esposa, lo que el rey puede otorgarle como una bendición para recuperar y entregar los Peldaños de Piedra.
Pero calculó mal: Viserys es un hombre demasiado decente para estar de acuerdo con esta proposición, y le ordena a Daemon que regrese con su esposa al Valle y nunca vuelva a aparecer.
Luego llega el turno de Rhaenyra. Ella niega haberse acostado con su tío, pero el rey dice que la verdad no importa, solo lo que se percibe. La Princesa señala que si fuera un heredero varón, podría engendrar un millón de bastardos y nadie se quejaría. Tiene razón, por supuesto, pero es una mala señal que aún no se haya dado cuenta de que ser razonable sobre la igualdad no la llevará a ninguna parte. Viserys le dice a Rhaenyra que su búsqueda de marido en cámara lenta ha terminado; ella se casará con el hijo de Corlys, Laenor, para que la corona pueda reconstruir su alianza con la Casa Velaryon.
Rhaenyra acepta, pero con su propia condición: Viserys tiene que deshacerse de Otto, quien cree que está tratando de socavar su derecho al trono a favor de su propio nieto, Aegon. El rey se enfrenta a su Mano, y acaba de darse cuenta de que Otto empujó a Alicent hacia él para que un pequeño vástago Hightower pudiera convertirse en rey.
Otto afirma que solo estuvo trabajando en el mejor interés de la corona, pero por una vez en su vida, Viserys no retrocede. Despoja a su asesor de mucho tiempo de su insignia de la Mano. Queda por ver cuánto le costará esto al reino.