El arte del pasado no puede, o al menos no debe, ser juzgado según los estándares culturales actuales. Las adaptaciones posteriores, sin embargo, están sujetas a cualquier nuevo tono que el creador considere adecuado en el momento actual. La historia original de Calíope, la musa más joven, ex esposa de Morfeo y madre de Orfeo, no es amable con la diosa, como tampoco lo es la adaptación de Netflix de The Sandman. Pero el creador Neil Gaiman -y los showrunners Allan Heinberg y David S. Goyer– hicieron algunos cambios clave muy importantes en lo que respecta al arco de la musa y, de alguna manera, lo mejoraron.
La violación de Calíope
Las historias centradas en la violación suelen tratar más de explotación de un tropo que de la exploración del mismo. Las escenas gráficas explícitas se han utilizado como justificación para la venganza sin tener en cuenta lo poderoso que puede ser el arte de la implicación. La venganza como fin, ya sea de la víctima o del salvador, se utiliza para justificar los medios. La explotación del cuerpo femenino sin consideración por el sujeto pocas veces aporta a la historia que se quiere contar.
La historia de Calíope en el cómic se cuenta explícitamente, pero en un momento diferente y en un medio diferente. En una novela gráfica, es fácil tener un solo cuadro que represente la violación y, al mismo tiempo, no muestre nada. La musa es poco más que una víctima que Morfeo debe salvar para mostrar su crecimiento después de su propia captura. Ella muestra misericordia a Richard Madoc de la misma manera que lo hace en el episodio, pero ese es el final del capítulo. Gaiman, Heinberg y Goyer tuvieron la responsabilidad de cambiar la historia, y estuvieron a la altura de las circunstancias, con la ayuda de la directora Louise Hoope.
El primero de estos cambios no recae en Calíope (Melissanthi Mahut), sino en Richard Madoc (Arthur Darvill). En la novela gráfica, Madoc ya es un hombre desesperado dispuesto a tomar con fuerza lo que quiere de la musa. Pero en la serie lo vemos caer lentamente en su desesperación. “No todos nosotros”, le dice Madoc a Calíope cuando ella le dice que los escritores son mentirosos. Él trata de cortejarla con palabras y regalos antes de que su voluntad decaiga día tras día y mientras trata de convencerse de que ella no es una persona y le roba su don.
Esta es una herramienta utilizada no para glorificar sus acciones, sino para mostrar que incluso los hombres más agradables pueden hacer las cosas más indescriptibles y saltar a través de infinitos obstáculos morales para justificar lo que están dispuestos a tomar de las mujeres. Calíope insinúa que ella le dará lo que quiere si la libera, pero a pesar de la insistencia de Madoc de lo contrario, ella es vista como una posesión: alguien que puede ser usado y tomado a su voluntad.
Madoc la viola y regresa a su computadora para producir su segunda novela, pero aquí es donde entra en juego el arte de la implicación: en lugar de exhibir el acto a la manera de la novela gráfica, el equipo detrás de The Sandman eligió reducir todo a un golpe en la puerta, un cursor parpadeante y una única y desgarradora mancha de sangre en la mejilla de Madoc. No hay gritos, ni súplicas de clemencia, solo un corte singular para mostrar lo que él robó y lo que ella luchó. En su momento más impotente, se tomó la decisión de no explotar su vulnerabilidad y profanación en aras del realismo, sino más bien resaltar su singular acto de desafío.
El papel de Dream en la historia de Calíope en The Sandman
Entra Morfeo (Tom Sturridge). Ex amante y ex-idiota con una inclinación por la crueldad. Si bien los días más oscuros de Dream solo se destacan cuando pasó por la celda de Nada en el infierno, como su trato a Lucienne y su desprecio por los deseos de Gault como una criatura viviente en la serie, la audiencia sabe por su conversación con las Fates sobre Dream, que Calíope está esperando la versión más cruel de su exmarido cuando lo llama.
La novela gráfica muestra un Dream más frío, pero igual de indignado por el encarcelamiento de Calíope. Aquí, sin embargo, Morpheus guarda (la mayor parte) de su frialdad para Madoc. Cuando los antiguos amantes se encuentran, él no es distante, sino amable. Su ida y vuelta está llena de diálogos increíbles, Dream guarda su furia por Madoc y en su lugar pide “déjame ayudarte, por favor”. El pequeño gesto no pretende ser un tópico narrativo, sino una forma de devolverle a Calliope una pequeña pizca de su autonomía.
El hombre que le dijo a Calíope “eres mía. Por ley. El dios de los sueños no puede salvarte”, aprende con rapidez cuán falsa es esa afirmación, pero la locura de Madoc es irrelevante. Lo que importa es la decisión de Calíope de liberarlo y la elección de Morpheus de honrar esa decisión.
Una vez más, Calíope recupera una parte de sí misma. De elección. Y, mientras que el cómic termina con ese deseo y su avance rechazado hacia la posibilidad de visitar El Ensueño para ver a su ex esposo en el futuro, The Sandman continúa avanzando en la contemporización de su historia.
Cuando se le pregunta qué hará ahora, la musa le dice al Rey de los Sueños que ayudará a inspirar a los mortales para que acciones tan deplorables dejen de ocurrir con tanta frecuencia y quizás algún día nunca más. Ella habla de sus esperanzas de reescribir las leyes bajo las cuales fue retenida, “leyes que fueron escritas hace mucho tiempo en las que mis hermanas y yo no teníamos voz ni voto”.
La última escena no es de la melancolía de Dream, sino de la libertad de Calíope. Actúa como una ilustración final de que el más pequeño de los cambios puede cambiar todo el tono de un arco. Cada gramo de la historia original de Gaiman se muestra en la adaptación, pero se eleva infinitamente en su decisión de explorar en lugar de explotar y destaca lo que 30 años de escuchar y aprender pueden hacer para enriquecer una historia.
