Crítica Scream 6 con Melissa Berrera y Jenna Ortega
A principios de los 60’s, Jean-Luc Godard dijo que todo lo que necesita una película es una chica y una pistola. El slasher le sumó un psicópata, hizo de la chica una final girl y cambió la pistola por un cuchillo. En 1997, el género se encontraba en coma creativo y comercial, al borde del suicidio por falta de ideas. Scream reinventó todo con un plantel de nerds que daban una masterclass del slasher mientras no podían evitar la fatalidad de su destino: pequeñas tragedias griegas para Edipos posmodernos.
Si con Scream el género se volvía un comentario de sí mismo, 25 años después, ¿cómo seguir haciendo lo mismo y que se sienta novedoso? Haciendo todo más grande, más gore, más metacinematográfico. La innovación dentro de las franquicias es problemática: un fandom exigente, continuidad de personajes, una historia establecida y un género que respetar. A Scream V (2022) le bastó con sumar caras nuevas a las de siempre (¿acaso Courteney Cox no da más miedo que Ghostface?) para inscribir la marca en una nueva era y convertirla en el festival gore más celebrado del siglo XXI.
Un año después, Scream 6 encuentra a los sobrevivientes Tara Carpenter (Jenna Ortega), Mindy (Jasmin Savoy Brown) y Chad (Mason Gooding) en Nueva York: chicos universitarios que se mueven entre fiestas de fraternidad y malas decisiones (quizás ir a clase es demasiado Scream 2). Sam Carpenter (Melissa Barrera) también está allí: una especie de custodio no deseado de su hermana Tara. Sam lucha con el trauma, la paranoia y su potencial locura heredada (“Apuñalé a mi novio 22 veces y le corté la garganta. Luego le disparé en la cabeza. Pero no es por eso que estoy aquí”, le aclara a su psiquiatra), mientras los demás intentan volver a la normalidad.
A esta altura, la franquicia sabe jugar con las expectativas del público. El prólogo de Scream 6 es una gloriosa reescritura de la regla n°1: no atiendas el teléfono, que emplea el elemento básico de mujer-que-recibe-una-llamada-telefónica-inquietante, y que presenta a la incipiente reina del grito Samara Weaving como una desafortunada profesora universitaria que da un curso sobre… oh sí: películas slasher.
Lo que queda es lo mismo de siempre a más volumen, más altura, más litros de sangre. Pero lo que convierte a Scream en la final girl del género es el tono: un cóctel genial de sarcasmo autorreferencial, resolución de misterios de Scooby Doo, melodrama familiar inverosímil y autodesprecio: a ninguno de los personajes les gusta Stad, el alter ego de la franquicia. Ellos prefieren el terror elevado, a Jordan Peele y The Babadook, a Vértigo de Hitchcock y Metrópolis de Fritz Lang.
Lo más elevado de la franquicia es ese humor looser y neurótico, tan cinéfilo. Los personajes nuevos -la novia de Mindy, Annika (Devyn Nekoda), la compañera de cuarto de Sam, Quinn (Liana Liberato), y el amigo de Chad, Ethan (Jack Campion)- se acoplan perfectamente a la dinámica de sus compañeros, dando aire a los personajes recurrentes. Ghostface vuelve a llamar, cargando su sadismo y tics habituales, y el grupo encuentra aliados en el detective Bailey (Dermot Mulroney), en la curtida Kirby Reed (Hayden Panettiere) y en la ya honoris causa Courteney Cox.
Si el terror es el género donde mejor se inscriben los miedos y fobias de una generación (¿acaso el postapocalipsis no refleja la sensación actual de ausencia de futuro?), Scream 6 pone en escena la retromanía y la obsesión posmoderna por su pasado reciente: el nuevo Ghostface convirtió un cine abandonado en un museo lleno de memorabilia, trajes, máscaras, manuscritos, cuchillos: el sueño húmedo de cualquier fan de la franquicia. “Las películas no hacen psicópatas, solo hacen que los psicópatas sean más creativos”, se decía en 1997. Este Ghostface se conforma con su fetichismo para hacer menos una versión que una cover de sus antecesores.
Los metacomentarios de la película ya no se tratan simplemente del género, sino de cómo los fans interactúan con él en la era de las redes sociales. Pero a estas alturas, la fórmula es tan familiar como los tropos de las películas de terror que parodia.
Melissa Barreda está menos rígida y hace una Sam creíble, que se mueve entre la sobreprotección a su hermana, su paranoia y su neurosis homicida. Pero la que sostiene la película es Jenna Ortega. Los directores se toparon con la actriz al comienzo de su increíble ascenso en 2022 –Scream V, The Fallout, X y, finalmente, su fascinante papel protagónico en Merlina-. Y, sin embargo, esta secuela continúa tratando a Tara como una personaje más, cuando podría ser su centro de gravedad.
En última instancia, Scream 6 es puro fan service que ofrece exactamente lo que se espera, que es más de lo mismo. A su favor, parece perfectamente feliz de no tomarse demasiado en serio a sí misma:“¿A quién le importan las películas?” pregunta Ghostface. “A la mierda esta franquicia”, responde una de sus víctimas, posiblemente antes de morir apuñalada.