El cine de Sofia Coppola
Las películas de Sofia Coppola parten de la inadecuación entre el personaje y su vida: seres que buscan algo más de sí mismos, mientras el mundo siempre parece estar a punto de devorarlos por completo. En Versalles o en el bar de un hotel de Tokio, en el deep south o en Graceland, Coppola hace retratos íntimos de la soledad, cuerpos en tránsito en su búsqueda de encontrar un sentido existencial y con sus reservas sentimentales como única forma de relacionarse con el Otro.
“Mis películas no tratan de ser, sino de llegar a ser”, dice ella. Su preferencia por la estética de la melancolía, un estilo medido y pictórico, adornado por composiciones oníricas y un sutil e irónico sentido del humor, la hacen una rareza en el cine de Estados Unidos. Cada una de sus películas en sus 20 años de trayectoria reafirman la consistencia de su talento. Más influenciada por la nouvelle vague y el modernismo europeo que por Hollywood, crea una cosmovisión de lo femenino atravesada por el prisma de lo contemporáneo, de la juventud como un sofisticado proceso en el que las fantasías colapsan contra la realidad.
Desde su debut en el cortometraje Lick the Star hasta Perdidos en Tokio, desde The Bling Ring hasta Priscilla, Sofia Coppola es una de esas directoras que parecen incapaces de hacer una película decepcionante. Por eso este ranking está ordenado según algún capricho editorial. Como sus películas, no ofrece ningún cierre definitivo, son simplemente instantáneas de los estados más eufóricos y caóticos de la existencia. Como dice ella, “no quiero que mis películas se sientan como películas. Quiero que se sientan la vida misma”.
10. A Very Murray Christmas (2015)
Este especial de Navidad para Netflix es menos una película de Sofia Coppola que una excusa para que Bill Murray haga de Bill Murray. A Very Murray Christmas de 2015 es una revista musical ambientada en el Hotel Carlyle de Manhattan con una trama endeble de Nochebuena, en la que Murray se da cuenta de que la mayoría de sus invitados no pueden asistir debido a una tormenta de nieve, pero igual consigue hacer un espectáculo animado improvisando toda la noche.
Las viñetas destacadas incluyen una secuencia lisérgica e incómoda en la que Murray arrastra a un desconcertado Chris Rock al escenario para una interpretación de Do You Hear What I Hear?. Maya Rudolph canta Baby Please Come Home y hay cameos descarados de George Clooney, Miley Cyrus y Jason Schwartzman, que completan el divertido conjunto, que básicamente existen para puntuar la gloriosa capacidad de Murray para encender cualquier situación.
A Very Murray Christmas puede ser lo más cerca que esté Coppola de hacer una secuela de Perdidos en Tokio (Lost in Translation). Murray, con su mirada melancólica y su encarnación agridulce de las cualidades alienantes de la fama, sugiere que incluso un artista triste y envejecido que ya ha pasado su mejor momento puede encontrar algún consuelo en su arte.
9. Lick the Star (1998)
En este corto de 14 minutos, el estilo de Sofia Coppola ya está ahí, larvado: los cortes nítidos, las composiciones austeras y el rock and roll ayudan a enmarcar la caída de la chica más popular de la escuela. “Tenía veintitantos años y probaba muchas cosas diferentes. Hice este cortometraje para una clase universitaria sobre algunas cosas que me sucedieron en la secundaria. Esa fue la primera vez que sentí que las cosas hicieron clic y todo salió de forma natural. Incorporé todas las cosas que me gustaban: la ropa, la música y la fotografía”.
Lick the Star marca el camino para que Coppola deje su condición de nepo baby y se convierta en la autora de la marginalidad joven femenina. Además, cuenta con la actuación del gran Peter Bogdanovich y es el comienzo de su larga colaboración con el director de fotografía Lance Acord (Being John Malkovich, Perdidos en Tokio y María Antonieta).
8. On the Rocks (2020)
On the Rocks es la única película en la que se Sofia Coppola se siente menos segura de lo que intenta ser. La historia de Laura (Rashida Jones), una rica novelista que recurre a su padre Félix (Bill Murray) para que la ayude a descubrir si su marido Dean (Marlon Wayans) la está engañando, está saturada de resentimiento y amargura, pero de alguna manera el relato logra tomar la forma de una ligera comedia costumbrista.
A pesar de todas las ideas que se esconden debajo de la superficie de On the Rocks -el envejecimiento, los lazos familiares fracturados, la incomunicación de la pareja y el hastío de la clase alta-, el guion de Coppola pasa flotando incapaz de reconciliar las emociones más turbias con su premisa de sitcom. Aún así, incluso en los momentos menos satisfactorios, Coppola sabe cómo explorar el impacto que lo doméstico y la paternidad tienen en la identidad de una mujer, mientras deja que el carisma de Murray brille sin abrumar todo lo que lo rodea.
7. El Seductor (2017)
The Beguiled (El Seductor) es un drama minimalista de la Guerra Civil basado en la novela de Thomas P. Culinan. Coppola utiliza muchos de los ritmos que se encuentran en la versión de Don Siegel de 1971 -protagonizada por Clint Eastwood-, pero aplica su propio filtro expresionista al material de película clase B.
La historia de un soldado hot de la Unión (Colin Farrell), que es encontrado malherido en los bosques de Virginia y llevado a una mansión-escuela de mujeres dirigida por la dominante Martha Farnsworth (Nicole Kidman), le sirve a Coppola para crear una atmósfera preorgásmica, saturada del erotismo larvado que la llegada de Farrell activa en las mujeres jóvenes de la casa (una especie de cárcel aislada de los dramas del mundo, de repente intervenida por el deseo), especialmente Alicia (Elle Fanning) y Edwina (Kirsten Dunst).
Pero hay una inquietud subyacente en las ambiguas motivaciones del soldado a medida que recupera gradualmente sus fuerzas, lo que prepara el escenario para el suspenso del acto final. Como un eco de la familia de Las Vírgenes Suicidas, El Seductor se transforma en una historia contenida sobre mujeres que toman el control de circunstancias desfavorables en sus propios términos.
El estilo estricto y minimalista que impulsa la película habla de la confianza con la que Sofia Coppola representa su complicado equilibrio tonal, que se mueve entre extremos cursis e ideas sofisticadas sobre la feminidad y el aislamiento que han definido su trabajo.
6. The Bling Ring (2013)
Sofia Coppola coqueteó en su juventud con la idea de convertirse en celebridad. Sus películas resaltan el impacto destructivo de la fama, y con The Bling Ring hace su declaración más ambiciosa respecto a este tema. Adaptada de un artículo de Vanity Fair sobre adolescentes que robaban souvenirs de las casas de las celebrities que admiraban, la película adopta el punto de vista de sus efusivos protagonistas, liderados por Rebecca Ahn (Katie Chang).
La facilidad con la que el equipo de cinco jóvenes llenos de privilegio, aburrimiento y alienación descubre direcciones de celebridades y organiza sus robos con tecnología digital, da una identidad convincente al malestar de la cultura juvenil del siglo XXI. La conclusión de que los adoradores de las estrellas se convierten en celebridades efímeras de la crónica roja, completa la visión cínica de la película.
El gran director de fotografía Harris Savides convierte a las Mansiones de Hollywood en una arquitectura de lo extravagante (incluida una real propiedad de Paris Hilton), montañas angulares de la nueva falsa realeza. The Bling Ring es una obra extraña sobre los peligrosos efectos del mundo del espectáculo, pero el enfoque de Coppola dota a la película del pathos cultural presente en el imaginario contemporáneo y captura el sentimiento de las personas a la deriva en un mundo vacío y seductor.
5. Priscilla (2023)
Priscilla Presley fue apenas una aparición lateral en esa revolución pop que fue Elvis. “¡Soy tu esposa!”, le grita al cantante -como si él no lo supiera-, una frase que funciona como definición de todo lo que ella era en esa historia, que en retrospectiva proporciona un contexto útil para Priscilla de Sofia Coppola.
La película (que se estrena el 28 de diciembre en Argentina) no intenta ser una refutación del orgiástico espectáculo de Baz Luhrmann, sino que sirve para enmarcar esta claustrofóbica historia de matrimonio como un proceso gradual de separación: no sólo la separación de Priscilla de Elvis y la interminable sombra de su celebridad, sino también la separación de sus padres, de su propia iconografía y de todos y todo lo que intentó definirla antes de que ella pudiera definirse a sí misma.
Desde Perdidos en Tokio hasta María Antonieta, las películas de Sofia Coppola enmarcan el matrimonio como el primer paso del purgatorio en el camino de la heroína para encontrar su identidad. Durante mucho tiempo filmó el espacio negativo que hay entre las mujeres jóvenes y los mundos que habitan, una brecha que en Las Vírgenes Suicidas describe como “un vacío de forma extraña trazado por lo que las rodeaba, como países que no podíamos nombrar”.
Sus filmes son manifiestos para liberar a las niñas privilegiadas de sus cárceles de oro: chicas que están desesperadas por escapar de la sensación de estar embalsamadas, de ser simplemente una imagen de ellas mismas, siempre observadas, pero nunca vistas.
4. Las Vírgenes Suicidas (1999)
El etéreo debut de Sofia Coppola es una especie de declaración de intenciones: su adaptación de la novela de Jeffrey Eugenides sobre adolescentes suburbanos de clase media en el Detroit de los años 70’s, cobra vida como un relato vívido y cargado de nostalgia en la que los hombres recuerdan a las mujeres que cambiaron para siempre su relación con el sexo opuesto.
El encierro, el aislamiento, la religión: las oscuras circunstancias en las que las adolescentes de la familia Lisbon se suicidan se ven contrarrestadas por el enfoque poético de Coppola, que hace que los acontecimientos parezcan menos una decisión caprichosa que un inevitable ritual de paso, un pacto que simboliza el duro e inquietante tránsito hacia la edad adulta.
El director de fotografía Edward Lachman satura el encuadre con colores impresionistas, que se convierten en el mapa anímico de las adolescentes. Junto a la banda sonora de melodías empalagosas de los 70’s y una partitura original de Air, Las Vírgenes Suicidas es una inmersión completa en la nueva perspectiva de Coppola, devenida en un clásico moderno.
3. Nowhere (2010)
La película de Sofia Coppola post María Antonieta es una pequeña gema que la devuelve al ámbito íntimo de Perdidos en Tokio con la historia de una celebridad alienada en la insipidez de su existencia. Pero mientras que Bob Harris de Murray está en el ocaso de su carrera, Johnny Marco (Stephen Dorff) apenas está comenzando. Vive en los confines del Chateau Marmont de Los Ángeles, mientras se mueve en el loop de la insoportable levedad del ser, que consta de aburridas obligaciones publicitarias y un noctambulismo desapasionado.
Coppola da cuerpo al vacío del mundo de Johnny con exquisitas tomas largas que yuxtaponen su opulento entorno como expresiones de su vacío interior. En este cuadro sombrío emerge Cleo (Elle Fanning), la hija de 11 años de Johnny, cuyo afecto por su padre lo obliga a enfrentar la falta de sentido que ha atrapado todo su mundo. Dorff y Fanning tienen una química fascinante, que logra inyectar una nueva profundidad en la gastada rutina de vínculo entre padre e hija.
Al ganar el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia, Somewhere se convirtió en un recordatorio de que las fijaciones de Coppola se habían solidificado hasta convertirse en un elemento clave de su identidad artística.
2. María Antonieta (2006)
La producción más grandilocuente de Sofia Coppola llegó después de la aclamación mundial por Perdidos en Tokio y fue silbada en el Festival de Cannes. Los franceses tuvieron problemas para aceptar esta irónica pieza de época, en la que la reina más famosa del país es reinventada como una sonriente proto punk, cuya ostentación es ambientada con The Strokes y The Cure, sin mencionar I Want Candy de Bow Wow Wow.
Con el paso del tiempo, María Antonieta ha solidificado su reputación como una sorprendente combinación de detalles de época y postmodernismo, mientras Coppola utiliza el amplio telón de fondo de Versalles para brindar una inmersión lírica en las raíces de la riqueza en la cultura occidental.
María Antonieta -una reina que quedó en la Historia como una icónica dictadora- expone el efecto perjudicial que el escrutinio constante tiene sobre una persona, especialmente en una que todavía no ha hecho algo de sí misma y de su vida, de una manera que recuerda que “era solo una niña de 14 años… una persona real que tenía muchas cualidades y defectos, que era muy humana”.
La interpretación de Dunst le permite transformar a la ex archiduquesa de Austria en una joven atrevida cuya individualidad trasciende los rituales de su tiempo y lugar. Es la antítesis del rey Luis XVI, el tímido y potencialmente impotente Luis XVI de Jason Schwartzman. El único proyecto para un gran estudio de Coppola muestra el potencial de su visión cuando se le dan recursos ilimitados y autonomía creativa.
1. Perdidos en Tokio (2003)
Si Las Vírgenes Suicidas puso en el mapa a Sofia Coppola como un nuevo talento a tener en cuenta en el panorama del cine contemporáneo, Lost in Translation (Perdidos en Tokio) demostró que apenas estaba comenzando. La fascinante y compleja historia de la estrella de cine Bob Harris y la joven que conoce en un hotel de Tokio logró muchas cosas a la vez: revivió la carrera de Bill Murray, hizo de Scarlett Johansson la nueva starlet de Hollywood, subvirtió la visión occidental de Japón, atacó a la industria publicitaria e hizo que el karaoke pareciera cool.
Perdidos en Tokio es una divertida y misteriosa comedia romántica, el encuentro de dos personas de diferentes edades y entornos que se identifican en el mundo triste y solitario que los rodea. La gestualidad de Murray dice todo sobre sus frustraciones interiorizadas. Pero el personaje de Johansson -una joven cansada de interpretar a la esposa trofeo de un hombre ensimismado con su profesión-, funcionó como un avatar de las propias experiencias de Coppola en su matrimonio con Spike Jonze.
Coppola no le niega a estos personajes la posibilidad de encontrar el camino hacia un final feliz, pero le niega al público la posibilidad de escuchar las palabras de despedida. En esto se basa la brillantez de Coppola: las limitaciones del lenguaje nunca pueden transmitir las posibilidades ilimitadas del compromiso emocional.