Dos años después de que fuera proyectado el documental Halston (Frédéric Tcheng, 2019), que enmarcó la vida del diseñador basado en la premisa ‘¿Qué le pasó a Halston, el hombre y la etiqueta?’, Netflix presentó una lujosa mini serie de 5 episodios, con Ewan McGregor interpretando al modisto que alguna vez fue omnipresente. Ryan Murphy nos ofrece su visión basada en la biografía Symply Halston de Steven Gaines.
Como había hecho Murphy en The Assassination of Gianni Versace: American Crime Story y Ratched, su ojo está en la historia invisible y las narrativas no contadas de la vida gay, estableciendo ante los espectadores que el pasado que imaginaron no existía o es diferente cuando se ve desde una otra perspectiva.
Halston: El Diablo en el Cuerpo
El ascenso de Halston se produjo en 1961, cuando coronó el atuendo de Jackie Kennedy, la mujer que en ese momento estaba en el centro de la mirada pública norteamericana, con un simple pero preciso sombrero Pillbox. Pero pocas personas conocen el verdadero impacto que tuvo este gran diseñador en la industria de la moda americana, que además trascendió las fronteras hasta convertirse en figura internacional, marcando una época con su estilo.
Roy Halston Frowick nació en Iowa en 1932, donde desarrolló un amor por la moda desde muy temprana edad. Queriendo sepultar una infancia traumática marcada por el abuso doméstico, se dirigió a estudiar en el Instituto de Artes de Chicago. Años más tarde, deslumbró con los diseños de sus sombreros a cada una de las personas que visitaron los almacenes de lujo Bergdorf Goodman en New York, convirtiéndose en el modisto principal de la casa. Luego que Jacqueline Kennedy lo llevara a la fama, Halston necesitaba expandir su creatividad y decidió lanzar su primera colección de moda femenina junto a un gran equipo compuesto por Elsa Peretti, Joe Eula y Joel Schumacher, pero la colección fue un fracaso total.
En retrospectiva, se podría decir que Halston fue un precursor de los influencers. Él decía: “Si la persona adecuada se viste con mi ropa, todas las mujeres de Estados Unidos lo harán”. Esa mujer apareció justo a tiempo, luego de su fallida pasarela, y su nombre era Babe Paley, quien tuvo el honor de ser la primera en ver, vestir, sentir y llevar directo a su guardarropa el modelo Ultrasuede, un vestido camisero hecho de una tela sintética, sensual, cómodo y liberador. El uniforme de la mujer americana con estilo y buen gusto.
Ahora sí, el modisto podía acercarse a su objetivo de vestir a todo Estados Unidos y es por esto que sus colecciones apuntaron a la confección del Ready to Wear (el Prêt à Porter francés), y no a la Alta Costura, que para esa época estaba perdiendo protagonismo debido a que en los 60’s la moda comenzó a perfilarse como un medio más democrático de comunicación, que permitía expresar opiniones políticas, culturales o musicales.
Bianca Jagger, Elizabeth Tylor, Greta Garbo, Cher, Jerry Hall, Pat Cleveland, Beverly Johnson, entre otras celebridades, tenían cita para vestirse en el nuevo atelier del novedoso y vanguardista diseñador.
El primer Influencer
Halston lucía una cabellera impecable, cuellos altos, pantalones tipo marinero y gafas negras. Era el inconfundible retrato de una estrella y Ewan McGregor, con el abandono con el que se lanza a la actuación del personaje, representa a la perfección al primer diseñador “fashion celebrity”, que no solo vestía a la estrellas, sino que también era amigo y parte de ese mismo círculo de glamour y alfombra roja. La íntima relación de amistad que mantuvo con Liza Minelli, a quien vistió desde Cabaret en adelante, también fue reflejada en la producción.
Minimalismo, cortes limpios, escotes sublimes y telas finas construyeron las bases del imperio de Halston y pusieron a la moda norteamericana en el mapa. Sus prendas otorgaban libertad, sofisticación y sencillez. Se podía vestir elegante y sensual, pero sin dejar de lado la comodidadque tanto necesitaba la mujer trabajadora.
Pero para seguir creciendo se necesitaba más capital, e Industrias Norton estaba listo para “cuidarlo y complacerlo”. Por otro lado, él debía cumplir con su parte y satisfacer las demandas de sus nuevos inversionistas. Y es aquí donde jugará un papel fundamental el famoso perfume Simply Halston, creado junto a Max Factor, otra de las marcas de Norton, cuyo éxito se debió en gran parte al frasco que fue diseñado por su musa, modelo y amiga Elsa Peretti.
Perfumes, línea para hombres, mobiliario, uniforme para aerolíneas, accesorios, lencería, el imperio dedicado a la moda de la mujer norteamericana podía estar ahora presente en cada persona, hogar y rincón de Estados Unidos.
Es en ese momento de alivio económico y libertad cuando comienza la vida comienza a desbordase para el diseñador. Por un lado, su obsesiva necesidad de estar presente en cada decisión, creación y en que nada sea entregado sin su previa autorización; por el otro, un Halston nocturno habitué de Studio 54 rodeado siempre de su séquito, donde nunca faltaba el alcohol, las drogas y el sexo. La cocaína pasó de ser una invitada de sus fiestas a convertirse en una aliada indispensable para poder sobrellevar la presión que tanto se auto imponía.
Una serie de malas decisiones, venta de licencias y caprichos de artista, lo llevaron a vender su nombre a J.C. Penney y a realizar una colección low cost que devaluó su marca y su imagen, generando un inmediato rechazo por parte de su clientela más fiel. Halston perdió todo, incluso su nombre. En 1984 es obligado a retirarse de su propia empresa y en 1990 muere de cáncer producto del VIH.
Excesos creativos
La serie no profundiza en la magia del proceso creativo: muestra a un Halston superficial, ególatra y caprichoso. Por momentos se asoma un hombre lleno de energía, entusiasmo y con hambre de conquista. Una trayectoria intensa, un ascenso rápido y una muerte temprana. En el medio, un imperio, un legado que catapultó a la moda norteamericana a la vista y reconocimiento del resto del mundo.
Sus diseños, sus inspiraciones, sus visiones, su talento, todo esto queda opacado por escenas en las que abunda el sexo y la cocaÍna. Es lo que Ryan Murphy ha estado haciendo durante años: sondear la historia oculta que hay debajo de la narrativa comúnmente reconocida.
Pero toda esa inversión en producción y reparto no pasa desapercibida. La puesta en escena es un viaje a los años 70’s y 80’s, a la música disco y a las luces, un despliegue de estilo y gracia. El vestuario que logró Jeriana San Juan, usando archivos de editoriales, reseñas de las colecciones, recopilando y revisando los originales de Halston, es exquisito. Si bien algunas prendas son réplicas exactas, pudo aportar su talento a otras, su toque personal, siempre conservando el espíritu de la época.
Lo complejo de Halston y lo simple de sus prendas es lo que las convierten en verdaderas obras de arte que sobreviven al paso del tiempo: una belleza atemporal que hace que este diseñador deba ser recordado como un verdadero ícono de la moda.