En el episodio 7 de El Pingüino de HBO, titulado Top Hat, se desliza la pregunta que ha circulado por toda la temporada: ¿qué hay en el interior de un monstruo? Una narrativa presente desde la época de la creación de Batman: las múltiples versiones de Gotham han jugado con la fragilidad moral que el cine noir y las historietas pulp del siglo XX que reflejaban una sociedad quebrada tras la guerra. Este episodio, que se mueve entre el presente brutal y el pasado traumático de Oswald “Oz” Cobble (Colin Farrell), expone el proceso de gestación de un monstruo y cómo, tras cada acto de crueldad, hay una herida que nunca termina de cerrar.
En el episodio 7 de El Pingüino, Oz provoca la muerte de sus hermanos
El episodio 7 de El Pingüino comienza con un sombrío flashback de la infancia de Oz. Un joven Oswald (Ryder Allen) observa el mundo desde sus márgenes: una pierna deformada lo incapacita de ser un niño normal. Ya es un adulto pequeño, aferrado a su madre Francis (Emily Meade) con afecto posesivo y manía edípica. Sus hermanos, Jack (Owen Asztalos) y Benny (Nico Tirozzi), son un recordatorio de sus deficiencias físicas y de una inocencia infantil que nunca tuvo la oportunidad de perder. Mientras ellos hablan de fútbol, Oz tiene otros intereses: el nuevo auto de lujo de Rex Calabrese (Louis Cancelmi), el capo de Crown Point.
El momento decisivo en su transformación ocurre durante un juego infantil. Los tres hermanos están en los túneles abandonados del subterráneo de Gotham, jugando a las escondidas. Jack y Benny actúan con una malicia inocente: se esconden en lugar inaccesible para Oz, en una de las cámaras de desbordamiento. Cuando Oz los escucha, cierra la puerta, dejando atrapados a sus hermanos. Después de todo, lo que él quería era estar en los brazos de su madre viendo a Fred Astaire y Ginger Rogers en Top Hat. Todavía no sabe que la lluvia persistente de esa tarde inundará el túnel, con sus hermanos adentro.
¿Sabía el pequeño Oswald que estaba encerrando a Jack y Benny en una tumba acuática cuando cerró la puerta? Probablemente no. La frontera entre la inocencia y la maldad se vuelve borrosa. Tal vez no quiso matarlos, quizá fue solo un acto inconsciente de venganza y desesperación por ser excluido, por todo el tiempo que su normalidad le recordó que era diferente a ellos y al resto de las personas. Lo que resulta evidente es que, en ese instante, algo se rompe en su interior: el monstruo está en proceso de nacer.
La muerte de Salvatore Maroni en el episodio 7 de El Pingüino
De regreso al presente de la serie. Oz llega al departamento de Crown Point y encuentra la puerta abierta, a su madre desaparecida y a Victor (Rhenzy Feliz) inconsciente en el suelo. Francis (Deirdre O’Connell) ha sido secuestrada por Sofia Falcone (Cristin Milioti) y Salvatore Maroni (Clancy Brown) prepara una humillación pública y una lenta tortura mientras se apodera de su operación de Bliss.
Pero Sal subestima la lealtad de la banda de inadaptados de Oz y, cuando termina el tiroteo, es Oz Cobble el que permanece de pie: un ataque cardíaco mata a Sal Maroni, ayudado por los seis tiros en el pecho gentileza de Oz. “Te derroté” exclama El Pingüino, como si necesitara que el universo fuera testigo de esa mínima satisfacción.
Mientras tanto, Sofia, quien intenta dejar atrás el legado Falcone, experimenta su propia crisis al darse cuenta de que sigue atrapada en la red de ambiciones de su padre, Carmine Falcone (Mark Strong). Cuando va al hogar infantil a visitar a su prima Gia, la única sobreviviente de la masacre que ella misma produjo, le ofrece una fría y trágica justificación: “Eran personas malas, tuvieron lo que merecían.”
Sofia todavía está derramando una lágrima por la inocencia perdida de Gia cuando Oz la llama con la noticia de que Sal está muerto. Su oferta es simple: toda la operación de Bliss, “las llaves del maldito reino”, a cambio de su madre. Sofia sabe que es una trampa, pero ahora intentará algo distinto para definitivamente dejar atrás la herencia Falcone y comenzar a ser Gigante: hacer estallar todo.
Un baile en el Monroe’s: el monstruo que nunca deja de ser niño
Las secuencias finales del episodio 7 de El Pingüino alternan recuerdos y el presente. Luego de la muerte de sus hermanos, el niño Oz pasa una noche con su madre en el club Monroe’s en un intento desesperado de compensar la tragedia. Mientras bailan, Oz hace una promesa a su madre: darle todo lo que merece. Una especie de juramento que no se ha terminado de cumplir, una deuda que lo impulsa y lo atormenta durante el transcurso de su vida.
Mientras Sofia lleva a Francis al Monroe’s, Oz sobrevive a la explosión los túneles del subterráneo provocado por el coche bomba enviado por Gigante y se arrastra como un espectro, herido, por las calles devastadas de Crown Point. Su fragilidad se mezcla con su monstruosidad. En Gotham, el ciclo de violencia es un loop interminable: los mismos monstruos, los mismos perdedores, girando en la misma oscuridad.
Con su estética barroca y trágica, episodio 7 de El Pingüino revela cómo los personajes están atrapados en una lucha interminable por un poder que los consume y que nunca les pertenece del todo. Tanto Oz como Sofia son criaturas de su propia desesperación y herencias malditas; ambos intentan dominar el juego, pero están destinados a repetir los mismos errores que los anteceden.
Top Hat nos ofrece una mirada sobre la naturaleza del monstruo que parece siempre gestarse en los rincones de la cultura popular: seres nacidos no tanto de la perversidad sino de su profunda carencia. Aquí, el pingüino renace en su crueldad, pero siempre anclado al recuerdo de una promesa que lo convierte, no en un villano, sino en un reflejo deformado de una niñez extraviada.
El Pingüino está disponible en HBO y Max.