Crítica Transformers: El Despertar de las Bestias
Transformers, la serie animada que sirvió como el brazo promocional de Hasbro para dominar gran parte del mercado de juguetes en los años 80’s, tiene en su haber producciones desparejas en cuestión de calidad de contenido. Su hito máximo es Transformers The Movie de 1986, una de esas películas inoxidables de la animación de esa década, que se destacó por una estética excepcional -hecha por el todopoderoso estudio Toei en Japón- y por su reparto, en el que el mismísimo Orson Welles, Robert Stack y Leonard Nimoy prestaban sus voces para una historia sólida en la que el punto de inflexión era la muerte del héroe protagonista, el estoico Optimus Prime.
Luego la serie original continuó por un par de temporadas, con continuaciones sólo realizadas para el mercado japonés, hasta abandonar la televisión por varios años. Fue recién a mediados de los 90’s que la franquicia volvió renovada por partida doble: los robots ahora se transformaban en animales orgánicos y la serie era de las primeras hechas en animación CGI. En este origen se pueden rastrear las fuentes de ciertos elementos y personajes que integran Transformers: Rise of the Beasts (Transformers: El Despertar de las Bestias).
La historia presenta desde el comienzo a la nueva amenaza, Unicron, un dios transformer de dimensiones planetarias que devora mundos para subsistir. Este ser maligno y sus heraldos llegan al planeta donde habitan los Maximals, robots alienígenas procedentes del futuro evolutivo de los cybertronianos que ya conocemos. Pero Unicron no llega solo para devorar el planeta y nada más: busca para sí la llave Transwarp, un artefacto legendario que permite el viaje en el espacio-tiempo y que permitiría al oscuro dios devorar el universo.
Los Maximals, liderados por Optimus Primal, deciden escapar de su mundo con la llave hacia una locación secreta donde Unicron y sus esbirros jamás la encontrarían: la Tierra en su época primitiva.
Un salto en el tiempo nos lleva a 1994, cuando Optimus Prime y sus Autobots siguen refugiados y varados luego de los eventos de la película de Bumblebee (situada en 1988). El destino (y el conveniente guion) los hace cruzar caminos con un joven neoyorkino desempleado devenido en ladrón de autos y una joven pasante de museo que trabaja en descubrimientos recientes que derivan en que accidentalmente active la preciada llave Transwarp oculta por los Maximals en una estatuilla Incaica hace miles de años.
La premisa vista en las 6 películas dirigidas por Michael Bay vuelve a ser implementada: la relación cercana de un humano protagonista con uno de los héroes robóticos, la travesía por el mundo en busca de ese McGuffin ad hoc para la historia y un Apocalipsis a evitar.
El resultado es una historia lineal, predecible e imperdonablemente tibia, sobre todo luego de la magistral Bumblebee (2018), dirigida por Travis Knight -el genio detrás del Studio Laika (Coraline, Paranorman , Boxtrolls)– y escrita por Christina Hodson, que ofrecieron la mejor y más fiel representación en celuloide de lo que la serie animada había sido, sumado a una historia llena de nostalgia y corazón de la mano de una carismática Hailee Steinfeld.
A diferencia de Bumblebee, que tenía una artillería de hits musicales de los 80’s y referencias de escala planetaria, la banda de sonido de Transformers: El Despertar de las Bestias apunta a un público estadounidense, sesgada al género y a las referencias de la cultura del rap y hip hop -en contraposición a la tendencia global de 1994 por Grunge y la escena alternativa-, representados en sus protagonistas humanos, quienes pertenecen a una minoría social y racial en ese New York del film.
Apartado destacado a favor es cuando la historia nos lleva a las ruinas del Machu Pichu donde en Cusco podemos ver representada de manera bastante fiel el festival del Inti Raimi y a los lugareños originarios hablando en Quechua.
En las actuaciones, el protagónico humano está a cargo de Anthony Ramos -un actor de Broadway reconocido por musicales como Hamilton-, que no llega a tener una química mágica en la relación humano-robot que sí había en la película anterior. Peter Cullen sigue interpretando al gran Optimus Prime con esa impronta imponente, épica y heroica, pero desaprovechado por lo lineal del guion. Ron Perlman pone la voz para el lider Maximal Optimus Primal, Michelle Yeoh como la noble Air Razor y Peter Dinklage como el implacable Terrorcon Scourge.
Mas allá que en la factura visual, la animación y diseños son impecables y toman la estética que impuso Travis Knight (siendo fiel a la serie animada de los 80s, denominada como G1), el uso del villano máximo de la franquicia -aquel al que Orson Welles dio su voz en uno de sus últimos papeles en 1986-, Unicron es aquí completamente desperdiciado. Lo mismo pasa con los Maximals -los protagonistas de la serie Beast Wars, la cual resucitó la franquicia de su letargo en 1996-, quienes representan al futuro lejano en lo referido al lore de Transformers y que en El Despertar de la Bestias parece no afectar a Prime y su banda de Cybertronianos.
Bumblebee, con un conflicto mínimo, demostró que se puede hacer una película con contenido sólido tanto para el publico neófito como para el fan mas acérrimo, y son estos aspectos que dejaron la vara tan alta que esta entrega no pudo superar.
Transformers: El Despertar de las Bestias muestra claras intenciones de hacer una historia sin los desvaríos y fallas en la continuidad cronológica de la saga que mostraron las 6 películas de Michael Bay -que aquí es solo uno de los productores junto a Lorenzo di Bonaventura-, pero no logra ser una historia que marque la importancia en la saga que pretende tener.
Gusto a poco.
TRAILER | TRANSFORMERS: EL DESPERTAR DE LAS BESTIAS