Hace casi una década, Marvel Studios les dio a los fanáticos exactamente lo que habían esperado durante años con The Avengers (Joss Whedon, 2012), una historia que unió a seis de ‘Los Héroes Más Poderosos de la Tierra’ en una película que fue puro rock. Pero el MCU ha crecido mucho en estos últimos diez años: Disney+ se ha convertido en otra forma en que el estudio puede expandirse, y con la apertura del multiverso, la totalidad de las propiedades intelectuales de Marvel ahora están sobre la mesa. Con tantas opciones disponibles, ningún rumor demasiado increíble, ninguna posibilidad demasiado salvaje.
Con la presentación de Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016), quedó claro que Marvel estaba trayendo el multiverso a su universo cinematográfico. Hasta ahora, el estudio ha usado esta idea con moderación, jugando con el concepto en la serie animada What If…? y la serie live action Loki. También combinó de manera efectiva el pasado y el presente de las películas de Spider-Man con No Way Home (Jon Watts, 2021), de una manera que brindó fanservice al mismo tiempo que cumplió con un propósito narrativo.
Pero Marvel se ha aferrado por completo a esta idea en la sexta aparición de Stephen Strange en pantalla, y al hacerlo, ha demostrado no sólo poseer un mundo lleno de posibilidades ilimitadas, sino también la cualidad en extremo sombría que poseen los multiversos, que se convierten en evidencia del camino que no se tomó y de lo que podría haber sido si las cosas fueran diferentes. Cuando todo es posible, nada importa: “Con el multiverso, hay una solución para cada problema”.
A través del multiverso, el estudio puede proporcionar estímulos fanservice cada vez más emocionantes, haciendo realidad los sueños húmedos de sus fanáticos. Con Doctor Strange in the Multiverse of Madness (Doctor Strange en el Multiverso de la Locura), el MCU se extiende vertiginosamente hacia los lados, en líneas de tiempo alternativas y universos paralelos, antes de establecerse en una historia más íntima y reflexiva sobre las elecciones que hacemos y las alternativas que nos persiguen.
Como es inevitable en cualquier película que trata sobre viajes, el más grande es aquel que los protagonistas emprenden hacia el interior. Se pueden recorrer los confines más lejanos del multiverso, sugiere la película, pero si no se controla, los patrones de soledad y aislamiento seguirán donde quiera que se vaya.
Doctor Strange en el Multiverso de la Locura y el dolor como origen de la psicosis
Muchas de las películas de Sam Raimi tratan sobre personajes que ejercen un enorme poder, lo desean o descubren que es utilizado contra ellos. Las variaciones de este tema se repiten en Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, en el que Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), Protector del Sanctum Sanctorum de Nueva York, se une al Hechicero Supremo Wong para proteger a una viajante multiversal que está siendo perseguida por demonios.
Lo que sigue es una aventura que tiene un gran alcance y una gran emoción, pero la “locura” en el título no solo describe el viaje emocionante y salvaje en el que se convierte, sino también las formas en que el dolor de los personajes los empuja al borde de la demencia.
Enfrentar a los personajes cara a cara con versiones alternativas de sí mismos a través de los multiversos les da la oportunidad de descubrir su potencial ilimitado, pero también resalta la profundidad de sus fallas.
Parte de la arrogancia que está en el ADN de Strange puede haberse convertido en altruismo en el transcurso de su paso por el MCU, pero la película revela que solo cambió su feroz deseo de ser el mejor cirujano por el de ser el mejor hechicero. Para un personaje que adolece del complejo de Dios verlo convertir el agua en vino en el inicio de la película es una referencia interesante. Pero Doctor Strange en el Multiverso de la Locura representa el vacío dolorosamente humano alrededor del cual ha creado esta personalidad, un vacío que todo el poder en el mundo no puede compensar.
Sin embargo, Stephen no es el único personaje que sufre: Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), ahora convertida en la temible Scarlet Witch, cede a sus impulsos más oscuros -a pesar de su arco en WandaVision–, lo que subraya cómo el duelo puede persistir y cómo el trauma puede permanecer sin resolver. Olsen, con una performance destacada que supera su entrada anterior, camina por la cuerda floja entre la forma en que el amor puede perdurar, pero también puede convertirse en algo amargo y feo, haciendo que una persona se torne irreconocible en su búsqueda.
Eso no quiere decir que la película no sea divertida, aunque la fuerza de Raimi como narrador aquí radica en la forma en que juega con la fórmula de MCU, optando por convertir algunos de los momentos más cómicos de la película en algunos de los más desgarradores. Construirá ilusiones deslumbrantes y complejas -mejoradas con CGI-, para luego revelar que los engaños más crueles son aquellos en los que nos hemos engañado a nosotros mismo.
Organizará batallas brutales y sangrientas, que serán seguidas con escenas que revelan cómo el acto de permitirnos ser vulnerables a menudo es mucho más difícil que una lucha a muerte contra un adversario poderoso. Y en una franquicia que tiene un historial pobre con el romance –“No hay tiempo para el romance. Tenemos mierda que vengar”, dijo una vez Scarlet Johansson-, crea una historia de amor que va más allá de las limitaciones de tiempo o ubicación espacial.
El costo de la felicidad y la naturaleza del sacrificio
Raimi es un gran director. Desde Evil Dead hasta Spider-Man, con paradas en el camino para westerns revisionistas, comedias de crímenes oscuros y fantasías de Disney, ha logrado estampar su estilo hipercinético y de cómic en todo lo que ha tocado. Impregna a Doctor Strange en el Multiverso de la Locura de su talento para el horror, con múltiples referencias a The Omen (Richard Donnen, 1976), Carrie (Brian De Palma, 1983) y The Ring (Gore Verbinski, 2002), entregando escenas que por momentos se tornan siniestras, empujando muy al borde su clasificación PG-13.
No abundan los jumpscares -empleados con habilidad-, porque los espectros que acechan a la mayoría de los personajes de esta película son del tipo más persistente: los existenciales.
De todos los géneros cinematográficos, el horror es sin duda el más visceral por naturaleza, en la medida en que la esencia misma de la apariencia puede impulsar la narrativa, así como la emoción de los espectadores que están atrapados en la experiencia que tienen frente a ellos. Una buena película de terror no solo salpica a la audiencia con sangre y gore, viene en forma de suspenso. Y nada proporciona mayor suspenso que el uso adecuado del sonido y el silencio. Raimi conoce el género y conoce el manejo del sonido.
En Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, en una escena tensa, usa la ausencia casi total de sonido para producir un efecto escalofriante. En una sociedad más que celebrada con Danny Elfman, logra tejer cada nota de la partitura del compositor, que se desliza entre los ritmos épicos propios de un héroe y los acordes espeluznantes del horror, en cada fotograma de su película. El resultado es una combinación nunca antes vista en el MCU, aún cuando esta no es la primera colaboración del compositor con la franquicia.
En manos de Raimi, el paisaje de MCU también es el más vibrante, vivo y táctil que ha existido en mucho tiempo. El cruce entre diferentes figuras en momentos cruciales genera suspenso, mientras que los cortes de coincidencia entre dos versiones del mismo personaje subrayan la tragedia que solo uno de ellos ha soportado. En el multiverso, los sueños no son visiones a las que aspirar, sino vislumbres crueles de todo lo que no pueden tener.
Doctor Strange en el Multiverso de la Locura se apoya en gran medida en la historia del MCU, revisando los temas de control explorados en el primera entrega de Doctor Strange, la idea del destino y la inevitabilidad en la trágica Saga del Infinito (2008/2019) y la desgarradora trayectoria de WandaVision de Wanda Maximoff. Los fanáticos de toda la vida verán recompensada su paciencia, mientras que aquellos que no están al tanto de la franquicia se desanimarán por la cantidad de historia de fondo que requiere esta película, un problema que se repetirá a medida que el MCU se vuelva cada vez más autorreferencial.
Aun así, en el corazón de esta cinta hay una historia sencilla sobre el costo de la felicidad y la naturaleza del sacrificio. En un multiverso en expansión que recuerda a sus personajes lo minúsculas que son sus vidas, les remarca la importancia de cada una de sus elecciones. Y en una narrativa llena de hechizos mágicos y capas voladoras, deja que esto defina lo que los hace heroicos.