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La historia de Doctor Strange: El Último Psicodélico

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La historia de origen de Doctor Strange comienza en los cómics antes de que la contracultura de los 60's encontrara en la filosofía oriental un marco místico adecuado para la experiencia lisérgica: Stan Lee y Steve Ditko crearon un personaje inesperado, un superhéroe de las sombras que no era como Batman -un justiciero temerario del lado oscuro del mundo y del corazón de los hombres-, sino un hombre educado, cuya arma era la mente y que habitaba las fallas primitivas de la vida moderna, donde la realidad es sólo una ilusión entre muchas otras.

Historia de origen de Doctor Strange en los cómics

De todos los grandes personajes inventados por Stan Lee, Jack KirbySteve Ditko en los comienzos de la Edad de Plata de Marvel, Doctor Strange siempre fue el que ha atraído la menor atención. Años antes de que el movimiento hippie trajera colores salvajes y misticismo a la conversación cultural, el Maestro de las Artes Místicas hizo su aparición en Strange Tales #110 en julio de 1963, en una época en la que Estados Unidos lanzaba cohetes al espacio y los héroes de los cómics estaban llenos de adolescentes mordidos por arañas radioactivas o médicos que se transformaban en goliats con rayos gama. 

Como todos los grandes superhéroes del cómic, el Doctor es una sorprendente amalgama de lo arcaico y lo contemporáneo. En su caso tenemos una suerte de fórmula mágica, una extraña ecuación que vincula el esoterismo oriental a la más tensa racionalidad de Occidente, el animismo de Greenwich Village con el imaginario de los pulps y la psicodelia desenfrenada de la contracultura de los 60’s. 

Al igual que Black Jack de Osamu Tezuka -con quien comparte la capa larga y varias características del héroe romántico que se distingue de aquellos a quienes salva-, Strange nunca eligió ser famoso. Su obra estaba destinada a permanecer en el anonimato o al olvido inmediato. Lucha contra la más obtusa rama de la razón, resguarda esta realidad de lo absolutamente irracional con la magia aprendida más allá de Occidente.

Doctor Strange en la década del ’60

Hasta la década de 1960, las corrientes cristianas protestantes dominaban la escena religiosa de Estados Unidos, con las voces católica y judía escuchadas tenuemente en el fondo. A mediados de siglo, los estadounidenses regresaron a la Iglesia en cantidades sin precedentes. Los padres de los primeros baby boomers se mudaron a los suburbios y llenaron las bancas, estableciendo a la Iglesia y a la Familia como pilares de seguridad y respetabilidad de la comunidad. La membresía religiosa, la financiación de la iglesia, la construcción institucional, la fe atada a una práctica tradicional: a mediados de siglo, las cosas se veían muy bien para la América Cristiana.

Sin embargo, durante la siguiente década y media, este paisaje pacífico fue asediado desde muchos lados: el movimiento por los Derechos Civiles, la Revolución Sexual, Vietnam, la Liberación de la Mujer y las nuevas religiones orientales alternativas. La Iglesia -junto con el gobierno, las grandes empresas y el ejército- fue denunciada por los jóvenes adultos de los años 60’s por su materialismo, estratagemas de poder, interés propio y autocomplacencia.

La revolución cultural abrió de par en par una puerta que nunca antes se había abierto. Se introdujo una nueva perspectiva de opciones de estilo de vida. En la esfera religiosa, esto significó que el protestantismo tradicional o incluso la división tripartita de protestante-católico-judío ya no representaban todos los intereses espirituales de la sociedad. Los estadounidenses tuvieron que tener en cuenta diferentes tipos de espiritualidades y prácticas, nuevos tipos de líderes y devotos.

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Strange Tales 1963-1968. Ilustraciones de Steve Ditko.

En ese contexto, Stephen Strange, el heredero lejano del mundo de Fu Manchu, toma el rol del gran héroe occidental que ha dejado de temer y luchar contra el “peligro amarillo” y comienza a perseguir la espiritualidad oriental. En el umbral de la contracultura y el movimiento hippie, se convierte en el precursor de la exploración de la cultura pop de los mil continentes olvidados de la psique. Es el eslabón perdido entre la espiritualidad caduca y el asombroso descubrimiento de la juventud de lo que se ocultaba tras las puertas de la percepción que la modernidad había mantenido firmemente cerradas, pero que la meditación, las ‘disciplinas espirituales’ y los psicotrópicos reabrieron. 

El origen aristocrático de Doctor Strange

En Strange Tales #115, nos enteramos del origen de Doctor Strange. Como ya sugiere su título, es un eminente representante de la ciencia occidental. Pero también es una caricatura de ello. Rico, altivo y calculador, Stephen Strange es un playboy con un fino bigote que después de encender un cigarrillo tras una operación exitosa, se niega a hablar con el paciente que quiere agradecerle porque prefiere no ser molestado.

Pero es castigado por su arrogancia: bebe demasiado y pierde el control de su vehículo. En el accidente pierde parcialmente el uso de sus manos y ya no puede operar. Discapacitado, no puede aceptar volverse bueno para nada. Ahora no es más que un cirujano inútil. Desorientado, vaga por las calles lluviosas del mundo moderno, deambulando por los muelles de una ciudad portuaria donde escucha hablar de The Ancient One, un hechicero que puede curar cualquier mal. 

Stephen Strange inicia su viaje partiendo hacia el Himalaya. No el Himalaya real, sino el Tíbet soñado por poetas y viajeros. En las tierras del Oriente, profundas y desconocidas, busca al Anciano, una figura paternal monacal que ha alcanzado la iluminación y podrá encaminar al hombre blanco hacia una auténtica vida. Por supuesto, aquí estamos tratando con estereotipos, con las imágenes fijas y recicladas de la literatura pop. Doctor Strange dará vida a estas imágenes descoloridas, las transformará e inventará una nueva figura heroica para quien la cultura occidental es solo una pequeña parte del conocimiento.

La iniciación del ex cirujano es tan clásica como puede ser. En la primera etapa, Strange le pide al Anciano enseñanzas instrumentales: desea recuperar el uso de sus manos a través del poderoso espíritu del sabio. Pero aprende rápidamente la lección. En la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX, es la misma lección que impartirá el Maestro PoKwai Chang en la serie Kung Fu (Ed Spielman, 1972/75)  y el Maestro YodaLuke Skywalker en Star Wars (George Lucas, 1977): que la impaciencia del hombre blanco, que no reconoce que la causalidad material, le impide ver y dominar la fuerza que le abre un mundo mucho más amplio.

Strange sale de esta experiencia como un hombre cambiado. No ha perdido su arrogancia, pero ha apartado su deseo de lo que la sociedad occidental tiene para ofrecer. Descubre, a medida que crece su poder, un mundo que es más vasto que la realidad. En Oriente ha aprendido magia y ha penetrado en universos desconocidos. 

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Strange Tales 1963-1968. Ilustraciones de Steve Ditko.

Stephen Strange y las filosofías orientales

Desde este punto de vista, no es tan diferente a Tony Stark, el traficante de armas que en Vietnam, con el profesor Yinsen, ve el error de sus formas irresponsables y se transforma en Iron Man. A Stan Lee le encanta contarnos cómo los hombres se convierten en héroes al cambiar el objeto de su deseo, sin dejar de ser la misma persona. Strange no aprende a ser modesto, pero descubre que el mundo que su ciencia, su inteligencia y su dinero le ofrecieron no era más que una pequeña fracción de todo lo que existe. Aprende que Occidente no comprende la totalidad de la existencia. Y todo porque pierde el uso de sus manos.

Habiendo vencido al Barón Mordo, el malvado discípulo del Anciano, Strange, en cierto sentido, se ‘convierte’ a Oriente. Y sin embargo, la serie deja muy rápidamente de ser orientalista. Una vez asimilada la lección, el Maestro de las Artes Místicas regresa a Estados Unidos y descubre que es sólo una dimensión entre otras de todos los sueños, pesadillas y extrañezas posibles. 

 Strange se transforma en la silueta quimérica de un hechicero, reconocible por su bigote, su barba canosa, su capa azul (y luego roja, con cuernos). Desde dentro del ‘mundo civilizado’ vigila otros mundos, las múltiples dimensiones del espíritu, los universos paralelos, las contrapartes oscuras de esa realidad racionalizada que el hombre moderno ha terminado tomando por absoluta.

Fijando su residencia al final del ‘ciclo de la Eternidad’, en el Sanctum Sanctorum, Strange domina los poderes que le ha revelado el Anciano tibetano, pero también aquellos a los que objetos mágicos como su amuleto del Ojo de Agamotto le concede acceso. Oriente fue sólo el primer desvío a tomar para acceder a todo lo que no es parte de la fe cristiana, la razón de la Ilustración, el orden y el progreso, y la civilización defendida por la colonización. 

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Doctor Strange, 2015

Doctor Strange, el gurú espiritual

Como un compendio de todas las tradiciones espirituales no occidentales, Stan Lee empuja a Strange a un turbulento mundo sincrético atravesado por fórmulas paganas, encantamientos, criaturas babilónicas y sumerias, y por los dioses del antiguo Egipto y la cultura védica; un mundo de sabiduría budista y de personajes desplazados de la cultura musulmana, de proyección astral, de magos extraterrestres, de alucinación y de las evocaciones febriles de una teosofía tan de moda en las selecciones de Reader’s Digest de la época. 

Doctor Strange vigila el “mundo real”. ¿Pero en nombre de quién? Si Strange busca descolonizar el imaginario occidental, ¿por qué continúa protegiendo la supuesta ‘realidad moderna’ de una especie de caos exótico que golpea sus puertas? Releyendo los temas en los que Lee y Ditko colaboraron estrechamente en los 60’s, el lector no puede evitar preguntarse: ¿Por quién lucha el Doctor? ¿Cuál es su causa, su patria? ¿Quiénes son sus compañeros?

Más tarde, por supuesto, encontrará a los Defensores junto con Hulk, Namor y Silver Surfer, otras tres criaturas arcaicas, místicas y solitarias perdidas en el mundo moderno. Sin embargo, el origen de Doctor Strange sigue siendo una singularidad de Marvel, que no está incluida en los Vengadores originales, y que solo se encuentra con Thor y Loki una vez.

Esta versión del personaje no se representa directamente como un dispensador de justicia, un defensor de Estados Unidos, de la raza humana o de la Tierra. Cuando conoce a Clea, una joven de otra dimensión cuyo mundo está atrapado entre los ‘Mindless Ones’ y el poder tiránico del feroz Dormammu, el Doctor naturalmente se pone del lado de la joven, al estilo tradicional de todos los héroes pulp cuyo sentido de la justicia está indexado al deseo de salvar a la damisela en apuros. Sin embargo, Strange nunca explica las razones de su combate.

¿Es un paradójico guardián de Occidente, haciendo uso de las armas de Oriente? Vive en Nueva York, pero permanece lejos de los rascacielos, entre los muros de una mansión de Greenwich Village en el barrio antiguo.

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Marvel Tales – Doctor Strange

Doctor Strange como superhéroe

Strange es un marginal dentro del panteón de Marvel. De todos los héroes de papel, es el que realmente vive en el mundo del cómic. Y el Doctor viaja a través de las dimensiones al igual que viaja de un panel a otro. Transita por la nada, saliendo de un mundo y entrando en otro, sin saber qué reglas, leyes, formas o figuras se conservará en el proceso de tránsito.

Al contrario de las demás creaciones de Marvel que se mantienen ancladas en la realidad urbana contemporánea, Doctor Strange es un ermitaño que se mezcla muy poco con sus compañeros. Parece evitar las calles comerciales del distrito financiero. Uno podría buscar en vano en sus aventuras los fetiches de acero y vidrio de la modernidad, el horizonte de Nueva York, la publicidad y los medios de comunicación. 

Sus enemigos no son los mafiosos y matones que acechan en las oscuras callejones de la ciudad protegida por los Vengadores. Su mundo a veces presenta casas embrujadas y museos de cera. Sin embargo, no es explícitamente gótico. Su arena tampoco es la de los queridos personajes adolescentes de la sociedad de consumo. Además, notamos la ausencia de los laboratorios de científicos locos habituales de Marvel que retratan la paranoia que dejó la Guerra Fría. Aquí hay poca tecnología, ni el menor rastro de una vida familiar, y ninguna señal de la existencia cotidiana estadounidense.

En definitiva, en las originales aventuras barrocas y psicodélicas de Stephen Strange, es difícil encontrar algún contrapunto a los mundos alucinados en los que Oriente le ha iniciado. ¿Dónde, entonces, en Doctor Strange, encontramos la razón que se opondría a lo místico, lo inefable, el poder puro y las energías incuantificables del espíritu? ¿Dónde encontramos Occidente?

En ningún otro lugar que en el espíritu de su creador, Steve Ditko, y de la mano de este maestro dibujante. La razón de Dr Strange es la línea, los contornos de las figuras firmemente delineadas y el corte minucioso de los diseños; es la actividad permanente de este despiece, imagen a imagen, del mundo. Stephen Strange no sólo es un punto de contacto entre los fantasmas de Occidente y Oriente, es un puro ejercicio de dibujo.

Un desafío a la posibilidad misma de representación. Al amparo de los clichés de su historia, articula la lucha entre las dos pulsiones que habitan en todo dibujante: cortar pieza por pieza para dar forma a las cosas, y dejar proliferar los flujos, las variaciones, las intensidades de colores y formas hasta el límite de lo indistinto.

Cómo Steve Ditko creó a Doctor Strange

Desde esta perspectiva, la oposición superficial entre Occidente y Oriente es un mero pretexto que prepara el escenario para un conflicto más profundo, no sólo cultural e histórico, que siempre acechó la obra de Steve Ditko.

Mientras Ditko lo dibujó, el mundo de Doctor Strange fue el escenario de un extravagante conflicto entre la forma y lo informe. Ahora bien, en las historietas siempre se encuentra una doble articulación, que no es la tradicional del lenguaje: primero, formas perfiladas dentro de la imagen, que aparecen y reaparecen de viñeta a viñeta; y luego las formas que recortan la imagen misma, enmarcando y distinguiendo una porción del espacio-tiempo de otra. El trazo nos da personajes y escenas, la línea del dibujo. El recorte nos da el marco del dibujo.

El esquema y el recorte de Doctor Strange son muy clásicos: todavía no estamos en el reino de los X-Men de Neal Adams. Los paneles siempre se organizan en cuadrículas regulares. El entintado, y el coloreado en tonos planos, responden también a un perfilado de figuras por un trazo firme. El mundo está en buen orden.

Y sin embargo, el mundo dibujado y contenido dentro de este doble límite es algo así como un catálogo razonado de lo informe. Ditko y Lee buscaron catalogar todos los modos posibles de aparición de lo informe, lo maleable, lo vago, lo casi, precisamente para palpar la solidez misma del sistema cómico de contornos y recortes, y la razón que está detrás de ellos. Porque lo que el Doctor confronta incesantemente, o más bien intenta dominar, es el poder de lo informe.

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Doctor Stange – Strange Origin

La fábula de la historia del origen de Strange indica que uno puede vivir sin penetrar nunca en el mundo del pensamiento. Uno puede decidir existir como un ser real en lo real, o incluso creer en una verdad revelada. Es posible, incluso es probable, que se viva mejor en condiciones de realidad, o de alguna creencia. Pero Strange descubre que cuando se entra en el pensamiento, nunca más se vuelve a salir. 

A través de las aventuras cada vez más locas de Strange, este poder toma el aspecto de paisajes alucinados, lo que para los lectores de los 60’s  constituía una prueba irrefutable de que los autores de Marvel escribían y dibujaban bajo la influencia de sustancias prohibidas. La anécdota es bien conocida: muchos hippies utilizaban páginas de Doctor Strange para acompañar sus viajes, seguros de que las imágenes de Ditko eran una representación fiel de las experiencias con LSD.

Pero Ditko era un hombre de extrema rectitud moral e intelectual, que nunca había tocado las drogas populares entre la contracultura, o eso dio a entender. 

Lo que representa el dibujo de Ditko, por lo tanto, es la menos determinada por las líneas firmes que crean una sucesión de imágenes de las formas mínimas de lo informe. Por supuesto, están los recursos recurrentes del dibujante de historietas. Por ejemplo, emplea con frecuencia una confusión entre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande: espirales que recuerdan las hebras de ADN o estructuras cristalinas sumergidas en vastos panoramas galácticos. Pero estos efectos de escala no son los más originales de sus artificios. 

A veces, la niebla se confunde con una forma casi líquida. En las zonas de turbulencia entre la sublimación, la condensación y la deposición, cuando la naturaleza de la materia en transformación es incierta, el lector no puede decir exactamente en qué estado se encuentran las formas violeta, roja o amarilla que se esparcen alrededor de Strange, o hacia qué estado se están moviendo. 

La niebla se convierte en un caso en una especie de espuma centelleante, ‘un brillo místico’ de formas abstractas incrustadas, de círculos abstractos y arabescos. ¿Sigue siendo esto materia o solo es mera geometría? No podemos decirlo. Esto es lo que le interesa a Ditko: representar, con una línea, la frontera que separa la indistinción y la mínima determinación de una identidad. ¿Por qué? Porque, para Ditko y Lee, la mínima determinación es también la máxima fuerza 

Cuanto más, mejor se perfila, claro y distinto, menos poderoso es. Inversamente, cuanto más poderoso es, menos claramente se perfila. Puede ser gaseoso, o puede ser ardiente como el rostro de Dormammu, un infierno permanente en el que no podemos distinguir sus rasgos faciales sino solo las sombras aproximadas de unos ojos y una boca detrás de la neblina de la combustión interminable de su propia cara. Ahora, Dormammu es muy poderoso. ¿Por qué? Porque su rostro está en los límites de la distinción: se esfuma sin cesar.

Esta es la tensión que rige todas las ilustraciones de Strange: representar la confusión con claridad, pero sin anularla. Sin línea ya no hay nada, el panel está vacío. Pero tan pronto como hay una línea, algo se distingue y pierde poder. 

En el curso de sus primeras aventuras, Strange vaga de dimensión en dimensión mientras nosotros, los lectores, lo seguimos de viñeta en viñeta. Con él observamos, desde el nacimiento hasta la extinción, las formas en los límites de lo informe. Pero no hay totalidad de estas formas, no hay diseño general. La idea queda inacabada.

Pero en las últimas páginas dibujadas por Ditko, la búsqueda de Strange de repente cobra sentido. El Maestro de las Artes Místicas se entera, en el #134, de que la última palabra que murmuró el Anciano antes de caer en un coma profundo fue: “Eternidad”. ‘¿Qué, la eternidad?’. Pero aquí la pregunta se convierte en cambio: ¿Quién? 

En busca de Eternidad, tal como en Citizen Kane (Orson Welles, 1941) se buscó el significado de Rosebud, en el volumen #138 Strange termina penetrando en el mundo supremo, el mundo de todos los mundos. Y aquí Ditko toca el final de su conflicto interno como dibujante. Este es ‘un mundo que desafía la descripción’, frase que resume maravillosamente la intención de los autores: desafiar la descripción, pero dentro de los límites más convencionales de la representación.

En este punto aparece una gran monstruosidad: el mundo entero, resquebrajándose y distorsionándose, vuelve a juntarse y toma una forma. ‘¡Es un universo real… en microcosmos! ¡Un mundo dentro de un mundo! En otras palabras, la forma de todas las cosas, el mundo, recibe a su vez una forma, se convierte en objeto.

Esto nos da la clave de todo Doctor Strange, que se resume en la frase: ‘¡Está asumiendo una forma!’ Este ‘eso’ que asume una forma es la obsesión de Strange. Este objeto tiene los contornos de un hombre, o casi. Es la silueta de un gigante que en su interior se contiene todo el universo, representado por una negra negrura interestelar en la que brillan mil galaxias. El hombre está en el universo, que le da forma; y el universo está en el hombre, quien a cambio le da forma.

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Marvel Tales – Doctor Strange

Strange ha luchado contra lo absolutamente informe, utilizando todos los poderes a su disposición; pero siempre lo ha hecho dentro del marco convencional del recorte. Éste ha seguido siendo el marco del mundo de todos los mundos que ha atravesado, el de la última forma común a todas las cosas. De repente, descubre que el cosmos tiene forma humana. Se enfrenta a lo que da forma: al hombre, a sí mismo, a lo que creía que iba a escapar, pero en lo que todo ha entrado.

Poco después de esto, Ditko dejaría de dibujar a Strange. Él había entendido. Parece que el autor, junto con su héroe, hubiera llegado al punto final de su búsqueda: enfrentarse a su deseo de lo informe que se encuentra en el límite de lo distinto y lo indistinto, representar el caos en lo más evanescente, el punto de agotar los recursos proporcionados por pasar de un panel a otro con pluma, tinta y papel. Y luego, descubrir la forma de todo lo que es.

Se supone que es la encarnación de ‘Eternidad’. Pero en verdad la respuesta es más decepcionante: la forma de todo lo que Ditko había dibujado, y él lo sabe, es el cómic. Los límites tocados por Ditko son los límites de su arte: el recorte de paneles. Y Eternity es como un panel cómico gigante en forma humana, uno que contiene todo el universo.

Doctor Strange en la cultura pop

En Doctor Strange, Ditko y Stan Lee imaginaron su propia aventura como artistas que, trabajando dentro de una forma de arte popular, alcanzaron los límites del pop. Porque, infantilmente, deseaban el poder puro y sin forma, el flujo del devenir ilimitado, que tal vez identificaron con una especie de artilugio de Oriente, dando coces contra su educación moderna y el corte del mundo por parte de su razón. Pero sólo podían desear y figurar este absoluto en el marco de los recortes trozo a trozo de su cómic, que les imponía una concepción del mundo absolutamente discontinua.

La mayor parte del tiempo, el mundo en el cómic es estable de una imagen a otra: no cambia, o cambia solo lo suficiente para permitir que la acción tenga lugar. Pero en Doctor Strange, cada viñeta el mundo amenaza con transformarse radicalmente, con volverse completamente otro. Y es esto lo que atormenta al dibujante. Esto es a lo que se enfrenta: súbitas fracturas de mundos. No hay a priori principio de continuidad del ser en el cómic. 

Es por esto que Strange es un marginal dentro del panteón de Marvel. De todos los héroes de papel, es el que realmente vive en el mundo del cómic. Y el Doctor viaja a través de las dimensiones al igual que viaja de un panel a otro. Transita por la nada, saliendo de un mundo y entrando en otro, sin saber qué reglas, leyes, formas o figuras se conservará en el proceso de tránsito.

Pero Doctor Strange no es solo el héroe de una forma tímida del cómic. No vive en la metáfora agradable pero un tanto vanidosa de un cómic extenso. Pertenece a un mundo más allá de los paneles, los diseños y el papel. Este mundo, que siempre le importó a Steve Ditko, el más cerebral de todos los dibujantes, es el del pensamiento. Así como Eternity es el universo entero finalmente contenido dentro de la silueta de un hombre, Strange es un héroe de papel contenido en paneles, ellos mismos contenidos dentro del cerebro de Steve Ditko.

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Doctor Strange

Ciertos lectores de Ditko han señalado durante mucho tiempo la importancia, en su dibujo, de rostros y manos: para él, toda la humanidad se concentra en el rostro y en los pliegues de las manos. A lo largo de todo su trabajo, Ditko intentó poner su cerebro en sus manos. El dibujo le abrió a Ditko un universo concreto de pensamiento abstracto.

Ahora, antes de salir al encuentro del Anciano, el cirujano Stephen Strange es en efecto un hombre de manos, un técnico que no cree en el poder del pensamiento. Ha oído hablar de hombres que tenían ‘tales poderes’, pero vive, y vive bien, en la realidad material que sus manos le proporcionan. 

Quizás Steve Ditko se consideraba a sí mismo, también, un hombre de las manos, un dibujante que intentaba pensar con los dedos: pues dibujar le abrió un universo concreto de pensamiento abstracto, uno que Stephen Strange sólo pudo prever después de haber perdido el uso de sus manos, cuando quedó en la indigencia. A través de un fantasma de la filosofía oriental, Strange descubre la existencia de lo posible y de toda posibilidad a través del pensamiento, que lo aleja de lo real y de las manos. Y luego Strange intenta sumergirse en este Paraíso, o en este Infierno, sin perderse en él.

El racionalismo de Doctor Strange

La fábula ingenua contada en la historia del origen de Strange indica que uno puede vivir sin penetrar nunca en el mundo del pensamiento. Uno puede decidir existir como un ser real en lo real, o incluso creer en una verdad revelada. Es posible, incluso es probable, que se viva mejor en condiciones de realidad, o de alguna creencia. Pero Strange descubre que cuando se entra en el pensamiento, nunca más se vuelve a salir. 

Una vez que comenzó a pensar, gracias al Anciano y a su paso por Oriente, Strange aprendió a tratar lo que le parecía ser la totalidad, todo lo que creía que era absolutamente el mundo, fuera del cual nada existía, como si fuera una pequeña parte de un conjunto más vasto. Así como Eternidad se le revela como un ‘mundo dentro de un mundo’, Strange comprende  aquello que lo comprende a él, haciendo su propio mundo parte de una totalidad más vasta. 

La materia, lo real y la razón no se desvanecen en el irracionalismo, sino que se convierten en posibilidades entre otras. Para el vigilante de la noche universal, Doctor Strange, todo lo que queda es defender la realidad como si fuera su patria, contra una amenaza planteada particularmente por Dormammu, un tirano de otra dimensión que traspasa incesantemente la frontera de los mundos. ¿Qué amenaza? Que lo real y la razón desaparezcan por completo, destruidos por los mismos productos de una imaginación que se ha vuelto autónoma y delirante.

La obsesión del Doctor es siempre la victoria definitiva de lo informe sobre la forma; ser tragado por el poder puro del pensamiento desenfrenado, el poder de los sueños y las pesadillas, los enfants terribles de la mente, de ese nivel fundamental del ser donde arraigan las fantasías: el mundo real, el mundo original de Strange, la patria de la existencia, es decir, la realidad material.

Pero Strange se despidió de esta provincia del enorme universo de lo posible. Y por eso, contra el realismo, del que el Occidente racionalista es aquí la encarnación, defiende la igualdad de todas las dimensiones descubiertas e inventadas por el pensamiento, dimensiones a las que el Anciano le había abierto de par en par las puertas.

Solitario y sin amor antes de conocer a Clea, Strange es el héroe romántico que defiende la forma contra lo informe, y viceversa; es el Atlas que lleva sobre un hombro el mundo real del que nace el pensamiento, y sobre el otro los mundos imaginarios hacia los que vuela el pensamiento.

Entre dos mundos, Strange a veces está fatigado. ¿Quién lo conoce? ¿Quién lo celebra? No es un hombre público. Al comienzo de #122, duerme, exhausto. Y sobre todo, al final del #141, el último número dibujado por Ditko, el Doctor pronuncia un monólogo en la oscuridad: ¡Mis miembros se cansan! ¡Demasiado tiempo he estado sin descanso, sin dormir! ¡Ha llegado el momento de cerrar los ojos, de buscar un respiro en el sombrío mundo de los sueños! Entonces, cuando me despierte, ¡comenzaré la lucha de nuevo! 

En este discurso con sus acentos shakespearianos, Strange es tentado por el sueño eterno. Pero una vez más, para él el reposo de la noche será uno lleno de pensamientos: el acceso al otro mundo, tras ‘las puertas de marfil y de cuerno que nos separan del mundo invisible’, el de los sueños, que nunca conocemos.

Strange no espera desesperadamente hundirse en el adormecimiento de la inconsciencia. Descansa, se levanta y vuelve a tomar las armas. Y en el peso de su misión encuentra una alegría intensa. Esta alegría es simplemente la contemplación, para el pasajero de los mundos posibles, de la magnificencia de todo lo que puede tomar forma, alegría de la que se priva el hombre de realidad.

‘Tan pronto como su amuleto embrujado se desvanece en la nada, el Dr. Strange contempla… por primera vez… la deslumbrante descripción que desafía la dimensión de… ¡La Eternidad!’ Y Strange luego exclama, con ese énfasis casi juvenil característico de la serie: ‘¡Por fin he alcanzado mi objetivo! Pero, ¿qué maravilla inconcebible me espera ahora? No es la verdad lo que lo recompensa, sino maravillarse ante la posibilidad de ver aquello que escapa a la percepción, la imaginación e incluso la concepción. Es el placer del que piensa. Porque Doctor Strange es, en última instancia, el superhéroe del pensamiento.

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