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Crítica Crímenes del Futuro (2022) | El cuerpo como síntoma

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En Crímenes del Futuro, David Cronenberg explora sus ideas del organismo en perpetuo devenir, que está a disposición de todo tipo de enfermedades, horrores parasitarios y experimentaciones temerarias.

Crímenes del Futuro, la fantasía retrofuturista de David Cronenberg

La filmografía de David Cronenberg forma un programa que explora las tensiones de la carne en su más pura materialidad, para poner en escena la interrogación íntima que el cuerpo viviente se dirige a sí mismo en su naturaleza inestable y mutante. Y en esa idea del organismo en perpetuo devenir, que está a disposición de todo tipo de enfermedades, horrores parasitarios y experimentaciones temerarias, Crimes of the Future (Crímenes del Futuro) se presenta como una antología de las obsesiones de un director que supo como ningún otro hacer un catálogo de representaciones del cuerpo situado en las fronteras de lo humano.

En la primera etapa de su carrera todo es corporal: fábulas sobre los procesos metabólicos y patológicos relacionados con la decrepitud, la malformación o con algún método de propagación viral, una obra filosófica que se mueve en la intersección entre la anatomía como destino y las tecnologías el cuerpo. Crímenes del Futuro está en sintonía con su producción anterior, y analiza la relación entre el individuo y su entorno, entre el dolor y la sexualidad, entre la biología y los objetos de consumo. 

La película se instala una zona imprecisa retrofuturista, donde la humanidad evoluciona en ciudades vandalizadas, un mundo donde el umbral del dolor ha cambiado y pocos son capaces de sentirlo en su totalidad. Como los personajes de Crash (1994) – esos seres insensibles a las emociones normales que buscan en los accidentes automovilísticos el exceso de goce que les falta- la humanidad de Crímenes del Futuro debe buscar nuevas sensaciones, que resultan potencialmente fatales, y que se resumen en el slogan “la cirugía es el nuevo sexo”: la mutilación de la carne como aberturas erógenas para un orgasmo alternativo.

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Léa Seydoux, el ángel de los tatuajes

En esta realidad distorsionada el cuerpo humano ha llegado al punto de autoevolucionar y los artistas son aquellos capaces de rediseñar su cuerpo con la aparición de órganos espontáneos y nuevas mecánicas fisiológicas no deseadas. Saul Tenser (Viggo Mortensen) es la estrella del pop corporal. Junto a su asistente Caprice (Léa Seydoux) son la vanguardia artística, con sus performances que se mueven entre la cirugía exploratoria, la extirpación tumoral y el tatuaje. 

El futuro indeterminado que Cronenberg propone contiene, en germen, los fermentos de una nueva era transhumana, como si el mundo hubiera adoptado la teoría de la nueva carne que ya había sido anticipada en parte de su obra: el cuerpo ya no es un objeto a modificar según la consciencia, sino una estructura biológica que se modifica a sí misma independientemente de nuestra voluntad y cuya superficie contiene la escritura de la muerte, una escritura hecha de cicatrices, heridas y malformaciones que convierten a las lesiones en zonas erógenas y a las mutaciones en afrodisíacos. 

La fronteras de lo humano en el cine de David Cronenberg

Si en Dead Ringers (1988), el doctor Elliot Mantel (Jeremy Irons) reclamaba tras la excitación que le provocaba la deformación uterina de su paciente, que “debería haber concursos de belleza interior”, en Crímenes del Futuro Tenser se anota en uno, en la categoría Mejor Órgano Original. Es el artista-sacerdote que domina la rebelión de su cuerpo y le da forma, la tatúa y expone en eventos coreografiados como ceremonias religiosas, convirtiendo su interioridad en un equivalente moderno a Picasso. 

Un discurso de que el arte tiene un aura que dota de un significado oculto a su objetos, que Cronenberg llena de ironía a través de Wippet (Don McKellar) y Timlin (Kristen Stewart) -quienes trabajan en un registro clandestino del gobierno catalogando nuevas formaciones corporales- dos fans erotomaníacos fascinados por la figura del gurú orgánico.

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La nueva belleza en Crímenes del Futuro

Tenser extirpa sus creaciones internas por considerarlas patológicas. “Todo organismo necesita organización, sino es un cáncer de diseño”. Es un representante del discurso oficial, un sistema que persigue a los mutantes rebeldes -el complot es un concepto clave en la obra de David Cronenberg, subsidiado por gobiernos y grandes corporaciones- que aceptan el síndrome de evolución acelerada como un paso natural para estar en armonía con el mundo tecnológico creado por el ser humano, para empezar a alimentarse con residuos industriales, y donde el plástico es la nueva comida moderna. 

De alguna manera Crímenes del Futuro cierra un ciclo en la filmografía de Cronenberg -que toma el título de su primer mediometraje de 1970, en el que solo se esboza el concepto de creación espontánea de órganos-. Una obra que hasta eXistenZ (1999) puso en escena la fusión entre lo orgánico y lo inorgánico en un proceso de identificación entre la tecnología y el cuerpo humano como una nueva vía para la subjetividad.

Su estudio sobre los destinos del cuerpo es mucho más psicológico y meditativo que físico, y antes que una denuncia al sistema mediático, político o ambiental, Cronenberg busca una reflexión existencial en torno al consumo de imágenes y tecnologías y las modificaciones físicas, mentales y antropológicas que aportan al aparato perceptivo humano. Manifiestos que exploran las zonas oscuras del inconsciente colectivo para analizar el morbo social en la simbiosis total entre espíritu, cuerpo y medio ambiente.

Cronenberg, con su visión sádica del goce y su manía por la erosión progresiva de la materia, hace un programa sobre el estado del cuerpo mientras elabora las dolorosas preguntas sobre su integridad. Con la nueva carne, entonces, lo que queda por hacer es evolucionar junto a ella, decorarla, diseccionarla con bisturí y comenzar el ciclo orgásmico desde el principio.

Crímenes del Futuro está disponible en MUBI.

CRÍMENES DEL FUTURO
4/5
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Dirección

David Cronenberg

Guion

David Cronenberg

Fotografía

Douglas Koch

Música

Howard Shore

País

Canadá

Duración

107 minutos

Reparto

Viggo Mortensen, Léa Seydoux, Kristen Stewart, Scott Speedman, Welket Bungué, Don McKellar, Lihi Kornowski, Tanaya Beatty

Tráiler

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