Black Widow, la aventura independiente de Natasha Romanoff
Natasha Romanoff se toma un descanso del resto de los Vengadores en Black Widow: una aventura independiente que podría haber usado algo de ingenio y creatividad, pero se queda a mitad de camino. La primera entrega del Universo Cinematográfico de Marvel desde Spider-Man: Far From Home (2019) sigue a la heroína interpretada por Scarlett Johansson mientras se reconecta con recuerdos dolorosos de su traumático pasado. A pesar de la importancia del personaje, la película no cumple ni siquiera con los estándares del MCU, colocando a Nat en un thriller de espías decepcionante.
Al igual que la última entrega de Spidey, la película sufre por tener un estreno a la sombra de Avengers: Endgame (2019) que, aunque tuvo muchos fallos a nivel narrativo, fue la grandiosa conclusión de una saga de 22 entregas. Black Widow opera como una falsa despedida para el personaje y una introducción para Yelena Belova, quien será su reemplazo.
El filme funciona -siempre que no pensemos demasiado en la historia de Marvel con esta Vengadora-, como un thriller intrascendente que le da a Natasha el escenario propio que se ha ganado por permanencia durante más de una década, desde que apareció en Iron Man 2 (Jon Favreau, 2010). El relato hace todo lo posible por justificar su propia existencia, y no lo logra.
Esta precuela, que tiene lugar entre los eventos de Captain America: Civil War (2016) y Avengers: Infinity War (2018), sirve como un puente entre las dos películas, mientras trabaja al revés para tratar de llenar los grandes vacíos en el pasado de Nat gracias a la caracterización irregular que ha sufrido el personaje. Esto podría haber funcionado si la película se hubiera estrenado 10 años antes. Pero, al igual que su muerte eclipsada y sin sentido, el filme nos deja con la sensación de que Natasha se merecía algo mejor.
Como muchas películas anteriores de Marvel en solitario, Black Widow toma un género conocido y lo mezcla con otros, esta vez inspirándose en las sagas Bourne, Mission: Impossible y James Bond. Comienza con una sólida secuencia de persecución, seguida de un brillante montaje que utiliza Smells Like Teen Spirit (interpretada por Malia J.) como himno para hacer un rápido recorrido por la brutal infancia de niñas entrenadas por el Programa Viudas Negras: este será el pico de calidad y atrevimiento exhibido por uno de los filmes más débiles del MCU hasta la fecha.
Yelena Belova, la nueva Black Widow
Pugh interpreta a Yelena Belova, la hermana de Natasha que fue criada junto a ella por dos agentes de la KGB: el súper soldado ruso Alexei Shostakov / The Red Guardian (un David Harbour deliciosamente obsceno) y Melina Vostokoff (Rachel Weisz), una viuda negra científica que trabaja para la Sala Roja, el misterioso programa de entrenamiento soviético que convierte a las niñas rusas en espías y armas letales. Después de unos años felices viviendo encubiertas en Ohio, tanto Natasha como Yelena son devueltas al programa por la pareja que ellas consideraban sus padres, para que se conviertan en despiadadas asesinas.
Es esta inmersión profunda en el pasado de Natasha donde el film nos hace su mayor promesa, comenzando como un estudio del personaje BW, ahora sin los otros Avengers compartiendo la pantalla. Hay una profunda soledad que transmite Johansson, incluso cuando declara que ella está mejor por su cuenta, mientras se prepara para vivir la vida como una fugitiva tras la disolución de los Vengadores por los acontecimientos de la Guerra Civil.
Pero cuando Yelena la arrastra de nuevo a la acción, da la sensación de que está cansada pero a la vez aliviada de tener otra misión entre manos: un objetivo a la vista. No sólo porque es una oportunidad para eliminar los fantasmas de su pasado que la han perseguido durante tanto tiempo, sino porque vive para la emoción de la misión.
Cuando parece que el guion toca una fibra sensible, todo es tapado al instante con chistes que no funcionan o una escena de acción intempestiva. La exploración de estas ideas es superficial, porque más allá del aspecto familiar, no aporta nada de importancia sobre la vida de la protagonista: solo se refuerza lo que ya sabíamos sobre ella. A veces, parece que Black Widow está más enfocada en presentar a Yelena Belova que en contar la historia de Natasha Romanoff.
Con un comienzo fuerte y un misterio oscuro y propulsor que prometía desenterrar las revelaciones tan esperadas sobre el personaje de Natasha y su pasado, la última mitad de la película se desperdicia por completo. Romanoff reúne a su propio grupo de aliados inadaptados para destruir a la Sala Roja, llenando la pantalla de nuevo y convirtiéndose en una actriz secundaria en su propia película. Mientras que la retorcida dinámica familiar entre Natasha, Yelena y sus traidores “padres” recrean una suerte de comedia familiar, Black Widow pierde la oportunidad de darle a Natasha lo que le corresponde.
La insoportable levedad de Marvel
El guion de Eric Pearson es descuidado y poco comprometido. Toma elementos de espionaje, chistes malos y un poco de drama haciendo un producto genérico, en el cual el desarrollo de los personajes es intrascendente y el villano se convierte en otro personaje irrelevante de la fábrica de relleno marvelita.
De todas las películas de la saga Bourne que pudieron copiar, se inspira en una de sus peores, repitiendo una trama de The Bourne Legacy, en lo que se siente como un mensaje de apoyo a la causa feminista. Pero la ‘hermandad’ que plantea carece de la profundidad y el cuidado de los detalles para que esta idea se sienta genuina.
Romanoff carga con los remordimientos de su etapa como asesina y ve en la destrucción de la Sala Roja una manera de encontrar redención. Con Yelena comparte una infancia rota y dolorosos recuerdos familiares. La película sugiere una exploración de las secuelas psicológicas de una niñez traumatizada producto del control de hombres hambrientos de poder. Pero en eso queda, una sugerencia.
El problema es que, en este punto, Natasha ha terminado su arco. Ella es un personaje completo, y mirar al pasado para llenar los vacíos es algo que debería haberse hecho hace años. Esta película tendría que haber analizado la espinosa relación que tuvo con Yelena y el sentimiento de traición que la embargó a causa del abandono de Alexei y Melina, para descubrir quién es Natasha en realidad, mientras le regala una base sólida a los personajes de su mitología que presenta al MCU.
La desidia con que esta película trata el episodio Budapest, sin ahondar en su lazo con Clint Barton, es imperdonable. Recordemos que Nat se sacrificó en lugar de su amigo, para que él pudiera recuperar su familia. Hay mucho para decir sobre cómo Natasha siempre está buscando pertenecer a una familia, ya sea a través de SHIELD o los Vengadores, o en esta triste unidad falsa que está tratando de recrear con Yelena. Pero Black Widow no muestra interés en esta idea: en lugar de ello, enfoca su atención en una trama a medias con un químico anti lavado de cerebro que puede liberar a todas las Viudas Negras del control de Dreykov, el jefe de la Sala Roja.
La película funciona cuando se presenta como comedia familiar: la química que surge entre Natasha, Yelena, Alexei y Melina es divertida. Red Guardian, a pesar de las distancias que tiene con su homónimo del material fuente, es un personaje que debería formar parte del plantel de estables del MCU.
Para una historia que transcurre entre persecuciones, explosiones, tiroteos y caídas, la acción no se compara con Captain America: The Winter Soldier (2014), su película hermana en género dentro de este universo. A excepción de una escena de lucha mano a mano entre Pugh y Johansson que es hermosa en composición y significado, las coreografías son decepcionantes, aburridas y en algunos casos, innecesarias. Los efectos visuales tampoco ayudan, ya que el CGI es demasiado visible. Las escenas más espectaculares se ven opacadas por la pobreza del argumento.
Black Widow y el poder femenino
Scarlett Johansson se nota desconectada, y ofrece una actuación de inercia pura, en donde no encontramos su fuerza; aunque es sólida en escenas de acción, falla en los escasos momentos emotivos, los mismos que representan las mayores fortalezas de la cinta. Pugh hace lo que puede con lo que le toca, el desarrollo de Melina por parte de Rachel Weisz es casi inexistente, y lo poco que hace va en dirección opuesta a la caracterización del personaje en cómics. Es Harbour quien contagia energía y parece disfrutar mucho de su rol como Alexi.
El diseño de vestuario a cargo de Jany Temime y Lisa Lovaas es impecable; los deslumbrantes trajes hacen ver a todo el elenco principal como superestrellas. Además, es la única cualidad redimible del personaje Taskmaster. Asimismo, la partitura de Lorne Balfe es una de las composiciones más fuertes, armónicas y correctas en todo el MCU.
Black Widow es una película tan plana que desperdicia talento actoral y potencial narrativo. Sus dos horas parecen eternas y su guion reduce elementos de trauma a diálogos vacíos y de comedia. Una decepcionante cinta marvelita que falla a fanáticos, actores y actrices por igual.
No es malo que hayan hecho una película que se sienta innecesaria: el agravante es que a esta altura debería haber sido más que buena. El mensaje que nos deja de ‘poder femenino’ se siente desubicado y trata de desviar la atención de lo mal que se ha manejado a este personaje a través de su historia en Marvel.
No es que Black Widow sea pésima, es pasable y tiene algunas buenas actuaciones. El problema es que es demasiado consciente de sí misma con la imagen que está tratando de proyectar. Llega como una ocurrencia tardía, descuidada y vacía. Solo funciona como poco más que un puente hacia la próxima generación de superhéroes.