La Casa de Papel: Berlín, entre la inteligencia criminal y la obsesión romántica
Para la industria del entretenimiento, los personajes populares están más allá de la muerte, tienen cierta cualidad inmortal. Por eso Berlín apareció una y otra vez en forma de flashbacks innecesarios, incluso después de su muerte en la segunda temporada de La Casa de Papel. Por eso ahora Netflix estrena una precuela, en la que el sofisticado y frío genio de la manipulación prepara un complejo robo de joyas en París con un equipo de ladrones jóvenes y hot.
El enfoque de la serie es comparable al de La Casa de Papel: Berlín (Pedro Alonso) ha reunido a un ecléctico grupo de delincuentes con los que planea un robo elegante y ambicioso por 44 millones de euros en la casa de subastas más importante de Europa. Ahora desempeña el papel del propio Profesor, el cerebro detrás de la operación. Pero si La Casa de Papel abordó temas como las relaciones de poder y la desigualdad social y económica, el amor juega un papel central en el spin-off: todos estos personajes están marcados por alguna clase de trauma amoroso, que subliman el desencanto a través de la creatividad y adrenalina su oficio clandestino. Y están cachondos.
En la Casa de Papel, Berlín mostró su lado obsesivo y sociópata cuando se asocia con El Profesor: un maníaco desesperado por alguna conexión humana. La precuela intenta presentar la perspectiva de una historia de origen. Si la obsesión de Berlín por una mujer comenzó como un defecto de carácter, en esta serie pronto toma la forma de un amour fou, de combustión espontánea. Mientras el resto del equipo ejecuta su plan, él recorre las calles de París con su última aventura: Camille (Samantha Siqueiros), la esposa del hombre al que intenta robar. A su interpretación del hombre despiadado con inclinación por el romance, Alonso le suma capas en las que trabajar. Su sonrisa maliciosa merece premios.
La trama de Berlín surge de un cliché: el amor y el dinero mueven el mundo. Y también de la idea que el amor hace que todo rastro de inteligencia criminal se vuelva blanda, porosa, a los vaivenes de los sentimientos. Los problemas de la operación comienzan cuando Berlín se vuelve un adicto a Camille y el equipo es víctima de los excesos de éxito, en el que se combinan las hormonas y la estupidez después de un robo ejecutado a la perfección.
Berlín, el yonki del amor
Alex Pina, creador de la serie original junto a Esther Martínez Lobato, encaran el proyecto con la dificultad de crear algo nuevo que parezca familiar. Pero Berlín se siente como un gastado deja vu: algo ya visto demasiadas veces, una mezcla de referencias puntuadas por el carisma de Alonso / Berlín. El estilo es inquietantemente parecido a la saga Ocean’s (La Gran Apuesta) de Steven Soderbergh, con toques de James Bond, la serie Obssesion y hasta Rápido y Furioso.
Giros inesperados, aventuras amorosas, romances, peleas, fricciones, situaciones desproporcionadas y fallos en el plan: los creadores agregan múltiples narrativas formuladas desde el primer episodio para dar profundidad e identificación con los personajes. Muchas subtramas que involucran a los integrantes del grupo -la joven hiperinteligente con ansiedad social (Michelle Jenner) que se enamora de su compañero hot y vulgar (Joel Sánchez), la que tiene un pasado psicótico (Begoña Vargas) que encuentra a un joven que viene a rescatarla de sus heridas emocionales (Julio Peña)- son cuasi vergonzosas, y tienen una única lógica que se vuelve redundante: que fluya más sangre hacia los genitales.
Berlín es elegante, con una cinematografía magnífica y saturada del supuesto glamour de la aristocracia europea. Es puro estilo sin sustancia. Debajo de la superficie está el vacío. Falta todo lo que hizo que el original fuera tan atractivo: un momento Bella Ciao, la fantasía unificadora de la máscara de Dalí, la tensa dinámica interpersonal y la consciencia de lo que está en juego. El spin-off depende demasiado de los momentos sexies y del espectáculo exagerado y absurdo. Todo fracasa porque no importan los personajes ni el resultado.
La falta de química entre las parejas y la trivialidad con los que están construidos los personajes forman un spin-off sin inspiración, que nadie necesitaba. La precuela se mueve entre la tensión del robo y el drama romántico pero se inclina hacia la desconexión total con la lógica y el realismo. Los personajes de Berlín a menudo comentan que ciertos acontecimientos parecen una película. A una mediocre.
Cuando Berlín apareció por primera vez en La Casa de Papel, rápidamente se convirtió en uno de los favoritos del fandom. Este psicópata misógino y narcisista tenía ingenio y carisma rezumando por cada poro. Su serie derivada es un evidente intento de vampirizar su éxito, pero lo único que hace es disminuir el estatus mítico del personaje.