Rebel Moon tiene poco de la antigua rebeldía de su director
Ahora distanciado de la dolorosa experiencia en el DCEU, del cual se suponía que sería líder y arquitecto, Zack Snyder reafirma su singularidad una vez más. A pesar de los desencuentros con Warner, el director migró a Netflix, y con Rebel Moon: Parte 1 – Child of Fire, un ambicioso proyecto de ópera espacial que se plantea como una franquicia, Snyder vuelve a sus raíces y condensa todas sus obsesiones. Lamentablemente, esta primera entrega del díptico, protagonizada por Sofia Boutella, Charlie Hunnam y Ed Skrein, da la sensación de ser un mashup mal digerido.
Existe una contradicción algo desconcertante en la obra cinematográfica de Zack Snyder. Aunque a menudo se lo reduce a su visión de un libertarismo torpe, defendiendo la importancia del individuo excepcional sobre las masas, no se puede negar que en este pensamiento se reconoce como un verdadero artista. Un claro ejemplo de ello es el storytelling de la Liga de la Justicia, que terminó por convertir al director en el gran rebelde de un sistema de estudios a menudo rígido y poco receptivo a enfoques innovadores.
Siempre es válido cuestionar la ingenuidad inicial del director al asumir las riendas del DCEU. Sin embargo, es evidente que su anhelo de independencia y libertad experimentó una especie de renovación desde su llegada a Netflix. A pesar de ello, el cineasta parece caer ocasionalmente en los mismos errores que critica en la industria. Aunque cierra de manera meta el círculo con Army of the Dead, este proyecto se construyó sobre la base de una idea de franquicia que fue abandonada con rapidez, a menos que Snyder haya convertido involuntariamente su nombre en una propia propiedad intelectual.
Aquí es donde yace la decepción inicial con Rebel Moon, una amalgama entre Star Wars y tantos otros elementos de la cultura pop, que el director gestó durante un largo tiempo. Sin lugar a dudas, es su proyecto más personal, su magnum opus, e incluso podría considerarse su venganza por los años tumultuosos en Warner. Sin embargo, desde la introducción torpe de su mitología con voces en off intensas, se percibe que hay un desequilibrio, tanto en la magnitud de la película como en las posibilidades de su proyección a futuro.
Además de constituir la primera entrega de un díptico, la epopeya espacial de Zack Snyder ya se integra con elementos transmedia –cómics, potenciales videojuegos, etc.–, y en caso de alcanzar el éxito, el conjunto podría extenderse a través de varias trilogías. No obstante, similar a los amargos fracasos de planificación del DCEU, Rebel Moon descuida lo fundamental: proporcionar una introducción sólida en lugar de generar la impresión de ser simplemente una producción innecesaria.
En la inmensidad de este fresco, en el que los nazis espaciales dominan sobre una vasta extensión de planetas impregnados de tonos sepia, es difícil pasar por alto el distintivo estilo refinado de Snyder. Lamentablemente, Child of Fire carece de sustancia, hasta el punto de que los rasgos más notorios del director –su perpetuo slow motion, su excesiva manipulación de la profundidad de campo y el desenfoque, su paleta de colores desaturados y la nevada infaltable–, se vuelven estridentes. Ya sea filmando un acto crucial de resistencia o un flashback traumático de los horrores de la guerra, todo parece estandarizado en este escenario demasiado estilizado, cuyo significado se cuestiona tanto como su falta de vitalidad.
Más que nunca, Snyder parece estar tan inmerso en el barniz de su propio universo que su cámara descuida a sus personajes y sus estados de ánimo. Sin embargo, si hay algo que Star Wars nos enseñó, es la importancia de sus héroes. La caracterización de los héroes de George Lucas fue mucho más definida de lo que parece. El cineasta los concibió como la mirada del espectador y, por extensión, como el portal que le hace aceptar la realidad de este mundo fantasioso.
Contrariamente, Rebel Moon actúa como un bloqueo a nuestra entrada a este portal. Esta es incluso la tragedia de la película: sentimos que la diversión está al alcance, pero queda al otro lado de una apertura que ya no es muy amplia. A pesar de su naturaleza y sus inspiraciones, la película parece estrecha, plegada sobre sí misma y sus referencias, sin que Snyder llegue a disfrutarla verdaderamente.
No podemos negarle al cineasta su sentido del énfasis y su épica inflamada, que demostró ser efectiva en el pasado. El problema radica en que Child of Fire se conforma con algunas panorámicas CGI y escenarios muy teatrales, antes de sumergirse en lugares cerrados para imponernos diálogos monótonos plagados de frases grandilocuentes mencionadas por personajes construidos unidimensionalmente. La conexión entre estas caracterizaciones planas y el universo nunca se siente orgánica, llegando al punto de que nos vemos reducidos a enumerar las influencias más o menos sutiles de la dirección artística.
Es aún más incomprensible considerando que Kora (interpretada por Sofia Boutella), una ex soldado exiliada con un trasfondo eminentemente mitológico (tomado prestado de Gamora, la hija adoptiva de Thanos en el MCU), es sin duda uno de los alter egos más evidentes del cineasta. Como mujer que encuentra un propósito en la protección de su pueblo anfitrión, debería ser el corazón emocional de la película y la instigadora involuntaria de un movimiento de resistencia que la sobrepasa.
Pero una vez comienza la historia, sus dudas y su desesperación se desvanecen, dejando sólo una figura articulada e impasible, acompañada de otros juguetes que se van añadiendo a medida que avanza la aventura. Que Zack Snyder esté inspirado en Star Wars es una cosa. Que nunca logre trascender la aburrida mecánica de una película coral es otra.
En verdad, Rebel Moon condensa menos las obsesiones estilísticas y temáticas de su autor que los límites de su expresión. Si Sucker Punch utilizó códigos de videojuego para enmascarar su estructura de niveles altamente esquemática, Child of Fire evoca lo peor de las misiones secundarias de los RPG y sus obstáculos artificiales con el único objetivo de crear aventuras. Los guerreros que aceptan unirse a la causa de Kora siguen siendo personajes vagos y caricaturizados, incluso cuando su trasfondo parece interesante.
En esencia, esta oportunidad perdida contribuye a la falta de profundidad en el largometraje, extrañamente limitado a unas meras dos horas a pesar de su amplia escala. En teoría, podríamos casi agradecer a Snyder dada su tendencia a extenderse. Sin embargo, este enfoque tiene un doble filo, ya que el montaje se conforma con ensamblar el esqueleto de una narrativa en piloto automático.
Detrás del deseo de capturar tomas impresionantes que a menudo resultan desconectadas, una producción suya nunca pareció tan etérea. Sin sus usuales elementos redundantes, aunque a veces difíciles de digerir, las secuencias carecen de la capacidad de cumplir múltiples funciones al mismo tiempo y de transmitir diversas emociones. Cada escena se presenta como una pieza de rompecabezas aislada, con un solo elemento de información o un punto de la trama en su núcleo. Es precisamente por eso que el autor nos ha acostumbrado, desde Watchmen, a la fórmula del montaje del director o la versión extendida, con la intención de devolver algo de sustancia a este conjunto áspero, con poco sentido.
Desde ese momento, nos encontramos nuevamente con la molesta contradicción de Zack Snyder, convirtiendo a Rebel Moon en algo más parecido a un nombre propio que a una franquicia. Mas allá de la opinión que tengamos sobre su versión de la Liga de la Justicia, logró convertir su existencia en un acto casi político de liberación. Sin embargo, su díptico será objeto de una edición extendida, es difícil no percibir cierto oportunismo en esto, a pesar de la promesa de una mayor violencia.
El director elogió constantemente la libertad creativa que le brinda Netflix, transformando así un acto de resistencia contra la industria en una marca publicitaria. Claro, las versiones extendidas planeadas no son inherentemente malas, pero su propósito debería ser enriquecer una película o un universo ya sólido.
En contraste, Rebel Moon nos ofrece simplemente un conjunto básico desordenado, reflejando al mismo tiempo los problemas estructurales inherentes al cine de Snyder. Más allá de la calidad que pueda tener en una eventual actualización, no deberíamos haber tenido que soportar dos horas de una narrativa sin rumbo. Además, si Child of Fire vuelve a explorar temas libertarios, resulta irónico que Snyder no los conecte con su propia realidad.
En el pasado, muchas obras exploraron los posibles excesos ideológicos de un sistema donde la libertad individual es primordial. A menudo, a través del prisma de la excelencia y su plena expresión, surge el liberalismo más voraz. Sin embargo, en el caso de Zack Snyder, después de haber enfatizado su valía como artista y la singularidad de su filmografía en Hollywood, parece haberse transformado en poco más que un promotor de su propia grandiosidad.