Feminismo y liberación en El Despertar de Kate Chopin
En los episodios 1 y 7 de 1899 de Netflix, un libro se destaca entre otros papeles que se encuentran en el camarote de Maura Franklin: es la novela publicada en 1899 The Awakening (El Despertar de Kate Chopin). Es un texto feminista sobre el adulterio, que niega el discurso ideológico que calificaba la infidelidad femenina como amenaza al orden social. Pero las conexiones con 1899 van más allá del feminismo avant garde: trata de la imposibilidad de despertar de los hijos y de una experiencia orgásmica en el agua, un símbolo de la liberación de las normas sociales de la época.
Kate O’Flaherty (1851-1904) nació en Saint Louis, en el seno de una familia burguesa de procedencia francesa e irlandesa. Después de terminar sus estudios se casó con el banquero Oscar Chopin y se instaló con él en Nueva Orleans. A los treinta y un años, cuando su sexto hijo no tenía más de tres, quedó viuda, y en adelante se dedicó a la escritura profesionalmente. Publicó con éxito dos volúmenes de cuentos, Bayou Folk y A Night in Arcadie. El Despertar, sin embargo, fue condenado por la crítica.
Si lo que había caracterizado a todas las adúlteras de la literatura de finales del XIX era una inmadurez crónica, una apuesta por el romanticismo, la espera de un príncipe salvador, la protagonista de El Despertar, Edna Pontellier, demuestra un elevado grado de autoconsciencia, que puede observar de manera lúcida lo que el mundo puede ofrecer. La transgresión en su caso no coincide exactamente con el adulterio: lo supera. Su insolencia reside en haber reconocido los códigos sociales como una imposición que no tiene por qué acatar; en haber decidido mirar (y mirarse) por sí misma y no a través de ojos ajenos.
El libro El Despertar de Kate Chopin en la serie 1899
En la serie 1899, Maura Franklin (Emily Beecham) se presenta como una mujer independiente, que puede pasar sus veladas sentada en una mesa sola, ajena a las opiniones de los demás. Como doctora especializada en la neurociencia, sabe que la realidad es problemática: impulsos eléctricos que el cerebro traduce en escenarios donde transcurre la experiencia. ¿Existe la realidad como un afuera, o todo transcurre en la mente? Es un discurso cercano a la duda sistemática del método de René Descartes. Pienso, luego existo. También a la alegoría de la caverna de Platón.
Pero además, Maura es una adúltera involuntaria: hay una evidente tensión sexual con Eyk (kye, llave) (Andreas Pietschmann), pero está casada con Daniel (Aneurin Barnard), aunque no lo recuerda. Al que ella busca es a su hermano. ¿Abandonó a su familia para encontrar el barco desaparecido?
En El Despertar de Kate Chopin, el deseo que siente Edna por Robert no hace de ella un objeto en busca de dueño; más bien desencadena su despertar como sujeto, el descubrimiento de su individualidad, la voluntad de emanciparse más allá de un mero escarceo extramatrimonial. El adulterio ni siquiera llega a consumarse; sí, en cambio, el abandono de su esposo y de su casa, y su plena dedicación a la pintura —afición que su vida de casada no le permitía cultivar.
A diferencia de las otras adúlteras, el personaje de Edna no está construido para producir lástima, ni para ser condenado o perdonado. No se presenta como víctima, tampoco como culpable: su ejemplo no pretende transmitir ninguna lección de moralidad. Edna, la mujer, es más que una marioneta del tramposo deseo masculino, y mucho menos que una delincuente desequilibrada.
Por todo ello, tampoco llegará a ser castigada. Su búsqueda del espacio propio la conducirá al suicidio, porque queda algo de su vida anterior de lo que no puede despertar: sus hijos. La serie 1899 crea un escenario en el que Elliot (Fflyn Edwards) cumple un papel fundamental: es el que parece tener en su poder los secretos del Prometeo y del Cerbero. Y tiene una conexión especial con Maura y con Daniel.
La muerte de Edna en El Despertar de Kate Chopin es en parte simbólica, ya que elige las mismas aguas donde ese verano había aprendido a nadar, donde comprendió que no necesitaba a nadie para mantenerse a flote, donde tuvo lugar su primera experiencia de placer y vértigo, que no sentía desde la infancia. Es un reencuentro consigo misma, que la vida social de los adultos le había obligado a amordazar y mantener sujeto en una jaula, mientras que lo propio de ella era precisamente avanzar libre en un espacio oceánico, con un solo horizonte al frente.