Jod Na Nawood, el hombre que no era Jedi pero casi, mira por la ventana: ve arder su fragata. Ve arder sus sueños de créditos infinitos. Ve arder ese futuro que había imaginado para sí mismo. Jod —interpretado en Skeleton Crew por un Jude Law que hace de la ambigüedad moral su bandera— contempla su derrota como quien observa un espectáculo pirotécnico inevitable.
En el vasto universo de Star Wars, los personajes suelen dividirse entre luces y sombras, entre sables láser azules y rojos, entre ideales luminosos y la corrupción del lado oscuro. Pero Jod Na Nawood es una anomalía en la franquicia: una figura que, sin ser ni Jedi ni Sith, desafía la categorías de héroe o villano.
Aquí está la historia de origen de Jod Na Nawood y todas las preguntas que dejó el final de Skeleton Crew.
El final de Skeleton Crew y la historia de origen de Jod Na Nawood
Skeleton Crew, situada temporalmente diez años después de Episodio VI: El Retorno del Jedi (Return of the Jedi), presenta una galaxia marcada por cicatrices: las de un Imperio caído y una República tambaleante. Es en este contexto que Jod es un hombre atrapado entre los escombros de un cosmos que parece haber olvidado su propia esencia.
La galaxia, dice Jod, es oscura. Con algunos destellos de luz, sí, pero mayormente oscura. Y él lo sabe bien: fue un niño hambriento, uno de esos millones que la República —y luego el Imperio— dejó tirados en los márgenes de sus sistemas estelares. El hambre, ese monstruo que muerde las entrañas y la moral por igual, fue su primera maestra.
Hasta que apareció ella.
Una Jedi —nunca sabremos su nombre, quizás porque los nombres importan menos que los símbolos— lo encontró cuando era pequeño. Le dio esperanza, le mostró que era especial, que podía ser más que un estómago vacío en un planeta olvidado. Comenzó a entrenarlo en los caminos de la Fuerza. Pero la galaxia, como dice él, es mayormente oscura.
Antes del surgimiento del Imperio, los Jedi casi habían perfeccionado la forma en que reclutaban y descubrían a los niños sensibles a la Fuerza para llevarlos a su Templo, pero toda esa estructura desapareció junto con ellos. Los Inquisidores —esos cazadores de Jedis que el Imperio soltó como perros rabiosos después de la Orden 66— encontraron a la maestra de Jod. Y ese niño que apenas comenzaba a ver la luz, fue obligado a presenciar cómo la mataban. La esperanza, como tantas otras cosas en esta galaxia, tiene fecha de caducidad.
En el final de Skeleton Crew, el Supervisor (Stephen Fry), la IA que dirige At Attin, está al tanto de la Orden 66: “El último mensaje de la República decía que todos los Jedi eran traidores”. Esto significa que el propio Palpatine envió un mensaje a la IA, aunque, cuando la República se convirtió en el Imperio, probablemente At Attin se haya perdido en la confusión. Al menos dos generaciones sus habitantes generan dinero para un organismo político que ya no existe.
¿Quién es la Jedi que entrenó a Jod Na Nawood?
Si la maestra de Jod se escondió después de que la Orden 66 acabara con la mayoría de los Jedi de la galaxia. ¿Quién podría estar en el panteón Jedi canónico de ese período? En el canon de Legends hay algunas opciones: The Dark Woman, una Jedi caída de la era de la precuela que evadió a Darth Vader, y Vima Da-Boda de Dark Empire, desesperada y harapienta bajo el poder de un Palpatine clonado y renacido.
En el final de Skeleton Crew, Jod no da la suficiente información como para averiguarlo. Y ese es el punto. No se supone que sepamos exactamente quién era su maestra Jedi, porque la mejor respuesta es que probablemente sea alguien que no conozcamos.
¿Quién mató a la maestra Jedi de Jod Na Nawood?
Como Jod no especifica que fue Darth Vader, podemos asumir que su mentora fue asesinada por los Inquisidores. Incluso algunos de los mismos de Rebels y Obi-Wan Kenobi podrían haber sido responsables de eliminar a la maestra de Jod.
El Imperio persiguió a los Jedi después de La Venganza de los Sith, lo que significa que conocíamos la historia del origen de Jod desde el principio. Lo que hizo el final de Skeleton Crew fue confirmar la historia de la galaxia de Star Wars de una manera matizada y realista.
Puede que nunca sepamos el nombre de la Maestra Jedi de Jod o cuándo comenzó a entrenarlo; que nunca sepamos con qué Inquisidor cruzó su sable láser antes del final. La mueca de Jod cuando termina de contar su historia, sugiere que podría haber algo más en su relato. La sugerencia, esa forma superior del arte.
Crimson Jack o Silvo: Jod Na Nawood, el niño convertido en pirata
Pero volvamos a Jod Na Nawood. ¿Qué hace un niño sensible a la Fuerza cuando le arrebatan su futuro? Sobrevive. Y Jod sobrevivió convirtiéndose en lo que la galaxia le permitió ser: un pirata. ¿Crimson Jack? ¿Silvo? ¿Ninguno de los dos? Quizás solo fueron identidades robadas. En cualquier caso, no fue es pirata ordinario: es uno que usa los pocos trucos Jedi que aprendió para conseguir lo que quiere. La Fuerza, en sus manos, no es un poder místico para mantener la paz: es una herramienta más para sobrevivir en una galaxia que no perdona.
Lo vemos en At Attin, ese planeta-fábrica donde se imprime dinero para una República que ya no existe. Jod Na Nawood llega haciéndose pasar por un emisario, por un Jedi. La ironía es deliciosa: el niño que no pudo ser Jedi finge ser uno para robar el dinero que nunca tuvo. El círculo se cierra con una perfección que duele.
Pero hay más: están los niños. Wim, Neel, Fern y KB. Cuatro chicos que tienen lo que él nunca tuvo: padres que los aman, un hogar seguro, la certeza del próximo plato de comida. Jod los observa con una mezcla de desprecio y envidia mal disimulada. Son el recordatorio constante de lo que podría haber sido y no fue.
“Nunca quise lastimar a nadie”, dice Jod cuando todo se desmorona. Y probablemente sea cierto. No es un villano de manual, no es el Imperio personificado. Es algo más complejo: es el producto de una galaxia rota, de un sistema que abandonó a sus niños, de una época donde la luz se apagó de golpe y dejó a toda una generación en la oscuridad.
Su lightsaber —ese símbolo máximo de los Jedi— en sus manos es torpe, impreciso. No podría ser de otra manera: su entrenamiento fue truncado, su potencial quedó a medio desarrollar. Como tantas otras cosas en su vida, su conexión con la Fuerza es incompleta, imperfecta, un recordatorio constante de promesas rotas.
Cuando finalmente cae, cuando su plan se desmorona y la Nueva República llega para restaurar el orden, Jod no pelea hasta el final. Se rinde con una dignidad que sorprende. Quizás porque sabe que, en el fondo, esto también era inevitable. La galaxia puede ser mayormente oscura, pero esos destellos de luz —esos niños que se atrevieron a enfrentarlo, esos padres que lucharon por proteger a sus hijos— a veces son suficientes para iluminar el camino correcto.
Jod Na Nawood: ¿Héroe o villano?
¿Y qué nos queda de Jod Na Nawood? Un personaje que trasciende las categorías simples de héroe y villano. Un recordatorio de que las heridas de la guerra —de todas las guerras— siguen sangrando mucho después de que los tratados de paz se firman. Un espejo donde se refleja la complejidad moral de una galaxia que intenta reconstruirse después del Imperio.
Jude Law lo entiende: su interpretación es un ejercicio de matices. Su Jod Na Nawood no es el malo de la película: es el producto de circunstancias brutales, de decisiones desesperadas, de sueños truncados. Cuando usa la Fuerza para empujar a Fern, cuando amenaza a Wim, cuando intenta tomar control de At Attin, no lo hace con la maldad calculada de un Sith: lo hace con la desesperación de quien nunca ha tenido nada y ve una oportunidad de tenerlo todo.
El final de Skeleton Crew deja a Jod Na Nawood derrotado pero no humillado, atrapado pero no redimido. Su tragedia no es que sea malo: es que podría haber sido bueno. No es que sea un falso Jedi: es que nunca tuvo la oportunidad de ser uno verdadero. Su historia es un recordatorio de que en esta galaxia —como en la nuestra— las circunstancias moldean destinos, y las heridas de la infancia dejan cicatrices que ni la Fuerza puede curar.
Y mientras la Nueva República celebra otra victoria contra los piratas, mientras los niños se reúnen con sus padres y At Attin ahora puede mirar las estrellas, uno no puede evitar preguntarse: ¿cuántos Jods más hay ahí fuera? ¿Cuántos niños sensibles a la Fuerza siguen vagando por la galaxia, sin una Orden Jedi que los guíe, sin una República que los proteja, sin más opción que sobrevivir como puedan en los márgenes oscuros del espacio?
La respuesta, como la galaxia misma, probablemente sea mayormente oscura. Con algunos destellos de luz.
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