Sasquatch Sunset es la película más hippy de los últimos años, que ofrece una ventana naturalista a las vidas de cuatro Sasquatch -bestias nómades, vagabundas, míticas- que subsisten en un bosque exuberante, que ha comenzado a dar los primeros signos de intervención humana. La película de David y Nathan Zellner puede parecer otro mundo (un tiempo, un dimensión diferente, tal vez incluso otro planeta), pero estos Sasquatch son avatares de una historia actual y demasiado humana sobre la naturaleza y nuestra relación con ella.
La película -presentada en el Festival de Cine Sundance 2024– cubre un año en la vida de este clan mientras mastican la flora y la fauna que los rodea, participan en rituales de apareamiento fallidos, construyen refugios de ramas para pasar la noche y hacen sonar intermitentemente un llamado rítmico en los árboles para comprobar si hay algún ejemplar de su especie en los alrededores. No hay una verdadera razón para su existencia más allá de la subsistencia en tiempo real, pero los directores Nathan y David Zellner se divierten trazando una curva natural de aprendizaje hacia algo parecido a una domesticidad al aire libre.
Riley Keough (American Honey, Mad Max: Fury Road, Daisy Jones and the Six), que interpreta a la única mujer de la familia, dice que “en los documentales de animales pueden verse las condiciones extremas y las cosas habituales que suceden en la naturaleza sin los filtros de la civilización, como el nacimiento y la muerte”, explica Keough. “Eso también existe dentro de la familia Sasquatch”.
Sasquatch Sunset, la supervivencia de la especie
Sasquatch Sunset imita la forma documental, con cuatro capítulos que corresponden a cada estación, en los que una familia improvisada -un macho alfa (interpretado por Nathan Zellner), la hembra (Keough), el macho beta (Jesse Eisenberg) y un sasquatch cachorro (Christophe Zajac-Denek)- deambulan como espectros por el bosque, cada vez más vulnerables a sus peligros y a la interferencia humana. “Están en modo de supervivencia”, resume Eisenberg.
Atrapados en esa zona gris que hay entre los humanos y los animales, los Sasquatch han aprendido a adaptarse a su entorno, pero continúan evolucionando. “Mi personaje tiene la autoconciencia del cachorro”, explica Eisenberg. “Tiene la forma en que un bebé intenta avanzar torpemente de ciertas maneras. Es un personaje muy dulce”.
Parte de ese desarrollo implica intentar cortejar a la hembra después de que ella se separa del alfa. “Recojo un ramo de helechos como ofrenda romántica y luego ella me rechaza y siento vergüenza”, dice el actor. Keough añade: “Ella se había cansado del alfa, por eso cuando el personaje de Jesse intenta algo, está agotada”. Su personaje tiene la presión adicional de navegar por el mundo como la única hembra y soportar la opresión del entorno y de la especie: “El desafío allí fue cómo procesar eso como un Sasquatch y no como un humano”.
Sasquatch Sunset no escatima en detalles sobre las funciones corporales de las bestias, un desfile de excrementos, orina, vómitos y sangre. Pero estas criaturas son pura identificación: con sus pulgares oponibles y formas humanoides, viven un estado de libertad anárquica. Sus deseos de comer, oler y copular no están configurados por las limitaciones sociales. Incluso cuando la película adopta un enfoque antropológico falso y distante, los Zellner logran generar empatía con estos idiotas, y aunque la película se apoya en gran medida en el humor escatológico, no es a expensas de un desarrollo de las emociones. En esencia, la lucha por sobrevivir, encontrar compañía y mantener a salvo a la familia son luchas identificables.
La manada utiliza gruñidos y gestos parecidos a los de los simios para transmitir mensajes básicos: significantes de excitación, peligro o lujuria. Sus rutinas diarias son prácticamente las mismas, por lo que las interacciones son mínimas. Como en una película muda, descubrimos el significado de su lenguaje a través del movimiento, los cambios de tono y las expresiones de su rostro.
Como dice Eisenberg, “necesitan comunicar una amplia gama de emociones: resentimientos, esperanzas, miedos. Entonces tenemos un lenguaje codificado para ellos; qué significan ciertos gruñidos, qué indican los gritos y los aullidos”. Ese diccionario de sonidos se vio realzado por la improvisación en el set. “Crear un lenguaje me pareció realmente desalentador”, confirma Keough. “Pero en realidad fue muy simple porque son criaturas simples”.
Los Sasquatch: las bestias humanas
Los Sasquatch oscilan entre largos períodos de reflexión silenciosa e intensos estallidos de actividad, desde el apareamiento vigoroso hasta la búsqueda de frutos comestibles. Incluso tienen un andar atrofiado y arrogante, que se remonta a la infame película de Patterson-Gimlin de 1967 que muestra a Pie Grande caminando junto al río Klamath.
“Ahí es donde empezamos, tratando de descifrar la forma de caminar”, dice Keough. Los actores también se sometieron a lo que se conoce como “campamento de simios” para lograr la fisicalidad de los Sasquatch mientras interactúan con el bosque. Según Eisenberg, Sasquatch Sunset que también muestra a través de las criaturas cómo podría ser una forma de vida única y sostenible. “Consideran la naturaleza como algo que puede proporcionarles algo, pero que también deben fomentar”.
Sasquatch Sunset está elaborada con cuidado y con una sensación de grandeza cinematográfica, lograda a través de la hermosa fotografía de Mike Gioulakis y los sonidos pastorales de The Octopus Project en la banda sonora.
Las personas están ausentes de la película, pero se siente nuestra intrusión en su espacio. Esta familia Sasquatch está conectada con el mundo que la rodea de una manera que los humanos olvidaron hace mucho tiempo.