“¿Sabes lo que me encanta de la aristocracia británica? Son los gánsteres originales. La razón por la que poseen el 75% de este país es porque lo robaron. Guillermo el Conquistador es peor que Al Capone ”. Este es el centro de gravedad de Los Caballeros (The Gentlemen) de Netflix, la serie creada por Guy Ritchie como una extensión de su película de 2019: la nobleza terrateniente como un equivalente con buena prensa a los criminales que dirigen el inframundo. Una idea que a la opinión pública, tan preocupada por la violencia lumpen de los pobres, no le gusta demasiado admitir.
En lugar de repetir los conceptos de la versión original, el realizador británico – que colaboró en el guion y la dirección de la adaptación de Netflix – , crea una nueva historia ambientada en una atmósfera similar. Los Caballeros es un teatro del exceso marca Ritchie: el diálogo es ágil, el estilo visual es ingenioso, los personajes son extravagantes y el reparto se ajusta al hiperbólico juego de espejos que propone el director.
Pero si Lock, Stock and Two Smoking Barrels y Snatch reescribieron la estética del cine, luego Ritchie se convirtió en un déjà vu de sí mismo, un molde donde el estilo prevalece sobre la sustancia y que puede funcionar en una película, pero se vuelve a lo largo de una serie de 8 episodios en esa clase de tedio amable que compensa la falta de sorpresa con el confort de un buen lugar común: el discreto encanto retrospectivo de la rebeldía domesticada, convertida en canon.
Los Caballeros de Netflix: estilo sobre sustancia
En Los Caballeros de Netflix, Theo James ofrece una actuación anestesiada como Eddie Horniman, capitán del ejército devenido duque al fallecer su padre, un noble que albergaba en los subsuelos de su obscena mansión una Colombia artificial a escala: una gloriosa colección de plantas de marihuana que se distribuye al resto de Europa a través de una red de narcotráfico administrada por Susie Glass (Kaya Scodelario). Freddy (Daniel Ings), su hermano mayor, cuyo derecho hereditario fue vapuleado por el testamento de su padre, es un alegre parásito ocioso y libertino, con una deuda de ocho millones de libras con un gángster local.
Eddie tiene un objetivo: liberar a su familia de sus conexiones con la mafia. Pero tiene un problema: la irreverente idiotez de su hermano. Además, Susie no tiene intenciones de que abandone los compromisos que asumió el ex duque. Ella ve cómo la imperturbabilidad que Eddie ha cultivado en el ejército podría convertirlo en una ventaja para su negocio. Su relación, con dosis de tensión romántica, sostiene a Los Caballeros de Netflix. Estos dos personajes, de mundos completamente diferentes, forman un improbable equipo marcado por la desconfianza mutua y un erotismo que hierve bajo la superficie de su profesionalismo.
Los Caballeros presenta un plantel de excéntricos personajes secundarios: el chef zen de los Glass, Jimmy Chang, un rasta-lite (Michael Vu) experto en cultivo de marihuana; el gángster Gospel John (Pearce Quigley) que asesina con una Biblia en la mano; un sicario (Dar Salim) con enfoque holístico de su profesión; y Giancarlo Esposito, que interpreta al misterioso Stanley Johnston, un multimillonario estadounidense decidido a comprar su camino hacia la aristocracia británica.
Si Scodelario brilla como Susie, una mujer estoica e ingeniosa cuyo poder reside en su capacidad para tener sentido común y clase en un entorno dominado por hombres brutos y violentos, Ritchie olvidó que su personaje principal debería tener algo parecido a una personalidad, incluso como contraste al alegre caos de Freddy. Sin un centro emocionante en James, Los Caballeros se transforma en una puesta en escena para que Ritchie coloque su estilo y sentido del humor característicos, y se posicione, una vez más, como el protagonista absoluto de su propio trabajo.
La temporada 1 de Los Caballeros está disponible en Netflix.