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Crítica El Asesino (The Killer) | Diario de un Sicario

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Con El Asesino (The Killer), David Fincher cuestiona la moralidad y la culpabilidad en una era en la que las estructuras tradicionales se desmoronan y las identidades se difuminan.

El Asesino, el nuevo thriller de David Fincher

En la novela bélica de Mathias Enard, La Perfección del Tiro, un francotirador reflexiona sobre su trabajo: “El impacto, la sangre real, unos segundos en los que todo se mezcla, la muerte, la vida, eso es lo que importa. No cómo lo logres. La mayoría de los que maté sólo vivieron los tres segundos que los miré. Son fantasmas, figuras, máscaras que no pueden ver nada. Les doy vida mirándolos, les doy vida matándolos. Es una contradicción, algo que ni yo mismo entiendo del todo. Pero lo terminaré”.

El Otro se humaniza sólo en el momento de su muerte, mientras que la mirada objetivante y toda la interacción se vuelve violencia. Tanto la novela como El Asesino (The Killer) se encuentran en la cámara de eco del asesinato, aunque a primera vista la guerra de un protagonista tiene poco en común con la del otro: lo que comparten es una fantasía de poder que se mezcla con puro instinto de supervivencia. ¿Qué sucede cuando el asesinato se convierte en la nueva normalidad?

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El arte de disimular la soledad

En el comienzo de The Killer, la audiencia queda atrapada en una rutina aterradora: Michael Fassbender -que interpreta al asesino sin nombre que da título a la historia-, en una triste habitación de París, mira por la ventana la casa del otro lado de la calle: pasa las horas y los días esperando el momento perfecto para disparar. Fassbender envuelve al público de una manera inteligente y carismática. Hay una gran extrañeza en la forma en que sus exuberantes monólogos internos describen el sangriento negocio, sus trucos y rutinas diarias. Son un conjunto de reglas bien ensayadas, que solo alguien que las tiene completamente interiorizadas puede recitarlas mientras duerme y repetirlas en cualquier momento.

Un poco más tarde ya no quedan rastros de la gracia inicial que provoca su obsesión. Más bien, da paso a una mueca de horror, cuando la violencia se vuelve cada vez más física, cercana y tangible. En la escena más áspera de la película, dos hombres bien entrenados se golpean como monstruos sobrehumanos. La sangre se derrama en las imágenes frías, estériles y atmosféricas del director de fotografía Erik Messerschmidt, con tal insensibilidad que será interesante ver si una película de Netflix volverá a alcanzar un calibre similar este año.

Tanto Fincher como su guionista Andrew Kevin Walker trazan hábilmente una pista falsa. En el primer acto de la película, algo sale mal: en lugar de dar en el blanco, el asesino dispara a una prostituta a través de la ventana. A partir de ese momento corre peligro. Pero la forma estricta y cíclica de la narración introduce una sombría uniformidad y repetición incluso en los fugaces momentos de abrumador dolor del protagonista.

Una vez que se hubo victimizado, simplemente sigue: nueva ubicación, nueva meta, nueva víctima. Y luego todo de nuevo. La violencia perdió su sensación sorprendente, ya no representa un punto de inflexión. Los deseos de venganza, que aparecen más tarde, se esconden bajo una máscara de estoica tranquilidad y se traducen en pura artesanía. Un aburrimiento inquietante que se arrastra a pesar de considerables momentos de suspenso es la provocación inteligente con la que Fincher se atreve a interpelar a su audiencia.

La perspectiva de su protagonista da forma al mundo entero, cuya cruel ideología crea e internaliza. La sofisticada edición hace que se note de manera emocionante cuán controlado y repetitivo -pero también nerviosa y acalorada-, es este sistema de creencias de aniquilación que se traduce en rutinas mundanas.

Crítica El Asesino (The Killer) | Diario de un Sicario
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El Asesino de Netflix: obsesión y marginalidad

La figura de el asesino en el cine de David Fincher

La figura del asesino en el cine es desde hace décadas un tema de profunda fascinación para el público y los cineastas por igual. Esta obsesión se arraiga en la dualidad inherente a este personaje: el oscuro contraste entre su aparente normalidad y la capacidad de cometer actos de extrema violencia. El cine explora esta figura en diversas formas y contextos, mientras que la habilidad de los cineastas para adentrarse en las mentes y motivaciones de estos asesinos genera un inmenso atractivo. Esta fascinación también radica en el análisis de la condición humana. ¿Qué lleva a alguien a cometer actos tan atroces? ¿Es la naturaleza innata del individuo o son las circunstancias las que moldean su camino hacia la violencia?

Por supuesto, en las últimas décadas hubo innumerables películas sobre grandes asesinos. No obstante, pocos cineastas demostraron un interés tan constante en esta temática como David Fincher. Desde su segundo largometraje, SEV7N (1995) -que es uno de los retratos más inquietantes de un asesino en serie ficticio jamás realizado-, abordó este tema en varias ocasiones, como en Zodiac (2007) y La Chica del Dragón Tatuado (2011), además de dirigir varios episodios de la serie Mindhunter.

Fincher aporta algo único a este género al sumergirse en la vida cotidiana de estas figuras y situarlas de manera habilidosa en el contexto de sus extensos años de trabajo. El director reflexionó en repetidas ocasiones sobre el enfriamiento de las relaciones interpersonales, la pérdida de privacidad (como en Gone Girl) y la formación de sujetos en la era posmoderna (como en Fight Club). En Zodiac, Fincher muestra cómo el asesino se convierte en un fenómeno cultural.

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El Asesino, la ética de la violencia

La representación del sistema en El Asesino

En El Asesino, Fincher ve a su protagonista como un prototipo pervertido de un profesional en el capitalismo tardío. Fassbender interpreta a un vagabundo que se sienta sobre valijas llenas de armas y viaja por todo el mundo cumpliendo sus objetivos. No tiene seguridad. Tampoco esperanzas. Pasa de una tarea incierta y peligrosa a la siguiente. En su profesión, se trata de supervivencia. Es simplemente la ley del más fuerte, como describe su personaje. Sólo un caso entre muchos, pero ¿qué son entonces muchos casos individuales?

En la película, las personas son siempre víctimas potenciales que deben estar preparadas para convertirse en perpetradores para poder sobrevivir de alguna manera y hacerse con el Gran Capital. Se tiene que llegar al extremo y sacrificarse si se quiere conseguir algo en la vida. “¡No uses las emociones, te debilitan! No empatices” La frialdad de las estructuras neoliberales a partir de las cuales se desarrolla el thriller transforma a las personas en luchadores puros y solitarios y El Asesino toma el término literalmente. De hecho, lo lleva al extremo.

Así lo demuestra la película: el éxito requiere sacrificios. Fincher visualiza la lucha diaria de una persona  a través de combates con cuchillos, puños, una pistola de clavos y otras armas. En ninguna parte se puede escapar de la violencia del sistema. En algún momento se produce una aterradora amenaza que convierte la soledad de la casa –y de la vida–, en una tortuosa y aburrida sala de espera de la muerte.

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El Asesino (2023)

Por supuesto, ésta es una visión infinitamente oscura, exagerada y simplista de las cosas. En cualquier caso, en la mayor parte de las películas de Fincher, a un nivel más superficial, se nos presenta una historia de acción cargada de dramatismo implacable, ambientada en paisajes urbanos impregnados de una brutalidad cruda. Sin embargo, debajo de esas capas se encuentra una crítica al capitalismo y a la alienación que el sistema produce en los individuos. 

Cada sociedad elige un género particular para abordar sus preocupaciones. Para Fincher, el relato de la posmodernidad se centra en el criminal, quizás porque todos podemos ser potencialmente asesinos, como afirma el personaje de Fassbender. Al igual que otros protagonistas en sus obras, el Asesino es representado como un outsider atrapado en un sistema que ni siquiera le brinda un nombre y al que todo le importa poco, porque nada tiene sentido. A lo largo de la película, vemos anuncios de marcas omnipresentes, pero el personaje principal de esta historia permanece en el anonimato.  

Su anonimato, tal como con John Doe en SEV7N, alcanza niveles atroces, otorgándole total impunidad para llevar a cabo sus crímenes. Pero también le permite posicionarse como una suerte de conciencia colectiva, liberándolo de cualquier responsabilidad o culpa. Pero mientras John Doe, corroído y corrompido por su repugnancia hacia la sociedad, se anula como individuo para llevar a cabo el ‘mandato divino’ que cree que le fue asignado, el asesino de Fassbender solo cumple su trabajo de manera obsesiva, como un workaholic, una pieza en un engranaje mayor que desgasta su material humano y lo desecha. 

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Michael Fassbender en El Asesino de Netflix

En un mundo donde la tecnología se emplea sin reflexión, donde la codicia del capitalismo impulsa a lucrar con todo, incluso con la muerte, y donde la soledad de las grandes ciudades y la comunicación virtual nos lleva a evitar a los demás, es comprensible que surjan personajes como este. Pareciera como si la violencia del pasado de la humanidad persistiera, y se transformara en una generada por la sociedad de consumo, aquella que, al igual que en la película, es capaz de vender una amplia gama de herramientas para el mal a través de Amazon o de intercambiar dinero por asesinatos. 

El Asesino es, en definitiva, ante todo, cine; Fincher es consciente de ello. Su diagnóstico de la sociedad funciona mediante un efecto de shock de dos horas. La reflexión debe tener lugar después, no es inmediata, pero quizás este impacto esté más cerca de una realidad cultural de lo que nos gustaría creer en un principio. Fincher desarrolla así una polémica opresiva que primero tiene que sumergir el mundo en sangre y congelarlo para poder volver a sentir algo en él.

EL ASESINO (THE KILLER)
4/5
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Dirección

David Fincher

Guion

Andrew Kevin Walker

Fotografía

Erik Messerschmidt

Música

Trent Reznor, Atticus Ross

País

Estados Unidos

Duración

118 minutos

Reparto

Michael Fassbender, Charles Parnell, Arliss Howard, Sophie Charlotte y Tilda Swinton

Tráiler

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