En Poker Face, Rian Johnson se pone retro. La apuesta es atrevida, y tiene encanto: la serie es un viaje a la televisión pre-Sopranos, cuando cada episodio construía un relato cerrado que no respondía a la continuación de una historia más grande, sino que simplemente buscaba el placer efímero de un full bien jugado. Frente a los códigos cinematográficos de los capítulos serializados, el ritual vintage que potencia el caso de cada semana.
Pero además Johnson le cambia el registro a su producción anterior: el centro de gravedad del misterio no es quién es el asesino, sino cómo Charlie lo descubrirá. Charlie es Natasha Lyonne (Muñeca Rusa), una chica empática, fiel, que tiene un don: es capaz de saber intuitivamente quién está mintiendo. Un detector humano del engaño.
Si el Benoit Blanc de Daniel Craig es un fetichista de la inteligencia pura, del pensamiento que construye una secuencia lógica de presupuestos, hipótesis y deducciones sobre las huellas vacías de lo real, Charlie resuelve los enigmas a través de una capacidad deductiva y una inteligencia más terrenales, apoyada en esa prótesis natural de ver los imperceptibles gestos de los rostros de los que están mintiendo y en las trampas psicológicas que va creando, esos juegos mentales cuyas reglas están escritas por los que se saben con alguna ventaja sobre su oponente.
Ese talento como arqueóloga de la falsedad humana es invaluable en el poker. Charlie se estaba haciendo un nombre en pequeños juegos alrededor del país. Nadie sabía cómo, pero le ganaba a los mejores jugadores del país. Tenía “una especie de infalibilidad sobrenatural”. Pero Charlie cometió un error: fue a un casino, corporativo, mafioso. El dueño la estudió, descubrió su secreto porque simplemente no había otra explicación. Se encargó de que no jugara nunca más. Pero fue amable: la contrató como camarera en su establecimiento: el Frost Casino.
El deductivismo facial de Natasha Lyonne
El episodio 1 de Poker Face (Dead Man’s Hand) es un estreno intenso, que sirve de modelo para el resto de los capítulos: una introducción que define el escenario, los personajes y en la que ocurren el/los asesinatos; un breve flashback que muestra la relación de Charlie con las víctimas en un pasado cercano; la protagonista indagando, deduciendo y bebiendo cerveza hasta resolver el misterio. El formato episódico crea jerarquías dentro del programa: aunque en general los detalles y los enigmas están cuidadosamente construidos, son eficientes y están salpicados de pistas y pistas falsas, algunos episodios funcionan mejor que otros.
La serie comienza en el Frost. Natalie (Dascha Polanco), una de las empleadas de limpieza, descubre un secreto -seguramente relacionado con menores, con violencia de género, ilegal- de una de las “ballenas” del establecimiento, un apodo reservado para los cuatro o cinco apostadores más importantes que tiene cada casino.
Natalie le muestra las pruebas a Sterling Frost Jr. (Adrien Brody) el hijo del jefe que se hizo cargo del negocio y quiere dejar su marca, estar a la altura del legado mafioso de su padre. Tiene un sicario (Cliff, interpretado por Benjamin Bratt), poca ética, y muchas apuestas que cuidar: manda a matar a su empleada, amiga de Charlie, mientras planea usar la habilidad de la protagonista para estafar a su ballena.
Poker Face, televisión vintage
Dead Man’s Hand establece las premisas y la estructura narrativa de Poker Face, que se transforma en una road serie cuando Charlie tiene que escapar de la ciudad y esconderse del dueño del casino. Cada episodio es su propia película, con escenarios móviles en pequeños pueblos en lo profundo de Estados Unidos, desde un restaurante BBQ, un geriátrico, una obra de teatro o durante la gira de una banda heavy one hit wonder de los 80’s que busca revitalizar su carrera.
La serie está llena de estrellas invitadas, que se suman al magnetismo de Lyonne para sostener los misterios: Chloë Sevigny, Hong Chau, Nick Nolte, Joseph Gordon-Levitt, Megan Suri, Tim Meadows, Colton Ryan, Simon Helberg, son víctimas o victimarios, cómplices o colaboradores, héroes o villanos.
Poker Face –cada episodio en mayor o menor medida-, tiene la marca de Rian Johnson: tramas ingeniosas y cerradas con guiños a la cultura pop, una crítica ácida en clave de comedia a la codicia y a la soberbia y un plantel de personajes excéntricos que gravitan alrededor de esta chica promedio, desarmada y sin respaldo institucional que confronta a los asesinos en su propio terreno. Johnson traza una vez más las líneas de fuerza de los enigmas criminales modernos, con Columbo y los programas del pasado cosidos a la piel.