Nightmare Alley, un bestiario humano
En Nightmare Alley (El Callejón de las Almas Perdidas), Stanton Carlisle, un ambicioso feriante interpretado por Bradley Cooper, está obsesionado por la perpetua sensación de que está siendo observado. No por los fantasmas que habitualmente pueblan las películas de Guillermo del Toro: no son los espíritus de extremidades delgadas de Crimson Peak (2015), ni el niño con la cabeza destrozada mirando desde las sombras en The Devil’s Backbone (2001).
Tampoco es Dios, o al menos ningún dios en el sentido tradicional. No, lo que está observando a Stanton, y cada uno de sus movimientos, es un ser que proviene del ADN del director: un feto, suspendido en un frasco médico, con un gran ojo ciclópeo plantado en el medio de su frente. Conoce el destino final de Stanton, pero no lo dirá. Aunque es probable que el mismo Stanton también lo sepa.
Enoch -tal es el nombre del feto-, es el símbolo más potente en una película llena de códigos y misterios, que se desarrolla de forma lánguida pero hipnótica. Nightmare Alley es la primera de las películas de Del Toro en la que está ausente cualquier elemento sobrenatural. Aquí, la magia y los espíritus son solo productos del engaño humano. También es su única adaptación, excluyendo sus iteraciones de los cómics de Hellboy y Blade.
La historia de Nightmare Alley proviene de la novela homónima que publicó William Lindsay Gresham en 1946. El escritor se inspiró en las historias que le contó un ex empleado de feria, del que se hizo amigo mientras ofrecía su servicio como médico voluntario durante la Guerra Civil española. La novela tuvo una primera adaptación a la pantalla grande en 1947, dirigida por Edmund Goulding e interpretada por Tyrone Power.
En la mayoría de las películas de del Toro, los “monstruos” son mal entendidos y son los humanos las verdaderas bestias. Si bien The Pale Male del Laberinto del Fauno (2006) puede acechar nuestros sueños, el villano de la película es el Capitán Vidal. En The Shape of Water (2017), Amphibian Man es el protagonista romántico, mientras que Richard Strickland es el verdadero villano. Pero si quitamos lo sobrenatural, ¿qué queda? Del Toro responde a esa pregunta en Nightmare Alley.
Cuando Stan llega por primera vez a la feria -una poblada por arañas con cabeza humana y jóvenes que descargan rayos con sus dedos-, es tomado bajo el ala de Clem Hoately (Willen Dafoe). Clem le enseña cómo poner un poco de opio en una botella de licor puede quitarle la humanidad, la independencia y la voluntad a un hombre desesperado. Así es como se produce un freak, uno que se arrastrará mientras la multitud observa boquiabierta. Él gemirá con agonía y le arrancará la cabeza a los pollos con sus dientes en un acto de brutalidad, porque no hay otra cosa para comer, porque no tiene ninguna esperanza.
Trabajando en una línea temática similar a toda su filmografía anterior, a pesar de la falta de criaturas sobrenaturales, Nightmare Alley le permite a Del Toro explorar completamente la humanidad monstruosa a través del estudio del personaje de su condenado protagonista.
Carlisle comienza a aprender los trucos del oficio, en especial los de la pareja compuesta por Zeena (Toni Collette) y Pete (David Strathairn). También se enamora de su compañera feriante Molly (Rooney Mara) y la convence de que con los trucos psicomágicos aprendidos podrían ganar mucho más que como feriantes.
Un par de años más tarde, Stanton, acompañado de un gran éxito, todavía quiere más. Con la ayuda de la intrigante psicóloga Lilith Ritter (Cate Blanchett), tiene la oportunidad de engañar a los ricos con “espectáculos de fantasmas”. Sin embargo, a medida que Stanton y Lilith se acercan, su última estafa amenaza con condenar a Stanton a un destino peor que la muerte.
Guillermo del Toro: el cine negro y la magia
Uno de los sellos distintivos del género negro es el fatalismo. No puedes escapar de tu destino por mucho que lo intentes y, además, serás cómplice de tu propia caída. Del Toro entiende este pilar clave del género y lo adopta por completo al contar la historia de Stanton.
Desde los fotogramas iniciales en los que Stanton está enterrando un cuerpo en una casa en ruinas, y luego prendiéndola fuego, vemos a un hombre que intenta borrar por completo un pasado que aún lo mantiene cautivo. A partir de ahí, Del Toro y Cooper nos mantienen adivinando sobre Stanton. ¿Es un individuo dañado que intenta evitar repetir los errores de su padre, o es simplemente una pizarra en blanco que el mundo feriante está moldeando en algo nuevo? Es un poco de ambos.
Nightmare Alley frecuentemente trabaja en estos grandes trazos porque ahí es donde el género se siente más cómodo. Es una película con un elenco compuesto de grandes personalidades. Mientras Cooper brilla como el maldito Stanton, Blanchett se come la pantalla con la voracidad sensual de la femme fatale que encarna; Cate disfruta de su propio magnetismo felino.
Como actriz, conoce las formas precisas de inclinar la cara o estirar el cuerpo a lo largo de un diván, regalando a su perfil la gracia de una estatua griega. La pareja sobresale con un gran trabajo, pero deja espacio para que el resto del cast brille. Todos son memorables, incluso si los límites de la historia significan que todos tienen que desempeñar su papel limitado a figuras de apoyo en la caída de Stanton Carlisle.
Del Toro, que siempre ha tenido buen ojo para el diseño de producción, llena los espacios con afiches que pregonan “condenación” y “¿hombre o bestia?” antes de arrojar a los personajes a los confines helados de los interiores art déco dominantes. Junto con la impecable fotografía de Dan Laustsen, la inquietante partitura de Nathan Johnson, el mayor defecto de Nightmare Alley es que se ve demasiado bien. Con demasiada frecuencia, la película refleja el exterior pulido de Stanton en lugar de su verdadero yo monstruoso.
El guion -que Guillermo Del Toro coescribió con la guionista e historiadora de cine Kim Morgan– altera algunas cosas sobre la historia de Gresham. Pero es difícil pensar en una historia negra que se adapte mejor al cineasta: el archi-fabulista que teme a los hombres más que a los monstruos.