Llaman a la Puerta, el trip religioso de M. Night Shyamalan
A M. Night Shyamalan no le perdonan no haber vuelto a lograr el grado de perfección de The Sexth Sense (El Sexto Sentido, 1999), que sigue siendo la unidad de medida para evaluar todo su cine posterior, una obra irregular pero coherente, y que en sus mejores momentos logra tomarle el pulso a la sociedad con historias en las que la amenaza mítica, el miedo y la falsedad del origen conducen a la paranoia y al estado de sitio, los fetiches del imaginario norteamericano post 11S.
Su filmografía es una exploración de la alteridad y una interrogación íntima a los sistemas de creencias personales y comunitarios. Knock at the Cabin (Llaman a la Puerta) tiene la marca de Shyamalan, que pone en escena la religión de una manera salvaje, como si el cine solo consistiera en convocar la conciencia de lo trascendente a través de un teatro de la crueldad perturbador. La película es un trip bíblico en el que las viejas supersticiones chocan contra el escepticismo y el egoísmo modernos, cuando un grupo de extraños profetas del apocalipsis invade la intimidad familiar y exige un sacrificio para salvar al mundo.
El escenario es un tópico del terror: una aislada cabaña de madera en el medio del bosque. Pero Shyamalan parece querer mostrar algo más: un paisaje preindustrial, natural, intervenido de manera armónica por el ser humano. Wen (Kristen Cui) tiene 8 años y una idea sobre su futuro: quiere ser veterinaria. Está cazando unas langostas que coloca en un frasco para estudiarlas (alerta simbolismo), cuando un gigante demasiado educado y amable se acerca a hablar con ella. No está solo: sus compañeros caminan en dirección a la cabaña portando armas caseras, antiguas, que parecen sacadas de algún museo de la Inquisición.
Wen es la hija asiática-estadounidense de una pareja gay, Eric (Jonathan Groff) y Andrew (Ben Aldridge), hombres curtidos en la discriminación y el asedio social. Es el encuentro de un grupo agresivo con las minorías indefensas. Solo una puerta los separa. Shyamalan hace del acecho a la cabaña una coreografía de la desesperación para retrasar lo inevitable: la casa tomada y sus habitantes como rehenes.
Pero los atacantes -el líder Leonard (Dave Bautista), Redmond (Rupert Grint), Adriane (Abby Quinn) y Sabrina (Nikiki Amuka-Bird)- se muestran conciliadores, torpes, nerviosos, como si los estuviera consumiendo la culpa o la vergüenza. Quizás sea otra cosa: la conciencia de su extravagancia o de la tragedia inminente. Porque todos tuvieron visiones del apocalipsis bíblico que está punto de suceder si la familia no elige entre uno de sus miembros a una víctima sacrificial, la única y retorcida manera de evitar que la humanidad desaparezca. Para demostrarlo, comenzarán a inmolarse, a convertirse en mártires, a la espera de que la familia tome una decisión.
Llaman a la Puerta, entre lo verdadero y lo falso
La naturaleza de la fe es el centro de gravedad de parte de las películas de Shyamalan, y en Llaman a la Puerta el concepto sirve para trazar las líneas de fuerza ideológicas de la película: el medioevo religioso intransigente y el liberalismo tolerante del postmodernismo. Los primeros planos, los tonos apagados y los encuadres aberrantes del director de fotografía Jarin Biaschke crean una atmósfera claustrofóbica, violenta y llena de ansiedad, mientras en el mundo comienzan a suceder cosas extrañas. “Una parte de la humanidad ha sido juzgada”.
Con elementos cinematográficos heterogéneos -desde el asedio de Us (Jordan Peele, 2019), el sadismo doméstico de Funny Games (Michael Haneke, 1995), la paranoia apocalíptica de Take Shelter (Jeff Nichols, 2011) o el ritual de sacrificio de The Killing of the Sacred Deer (Yorgos Lanthimos, 2019)- Shyamalan agota la dialéctica entre lo verdadero y lo falso, en la cual comienza a borrarse la frontera entre las fantasías religiosas y la realidad.
El director ha demostrado a lo largo de su obra su capacidad para lograr el “gran movimiento”, ese hecho que rompe la trama y que parece poner en contexto todo lo que mostró antes. No se trata de un giro, sino de la revelación de la mecánica del mundo. Pero en Llaman a la Puerta la historia se desarrolla de manera continua hacia un desenlace moralista y torpe, en contraste a entropía de la novela de Paul Treblay en la que se basa la película.
Aún así, Llaman a la Puerta es un tour de force por los abismos de la razón, cuando toda lógica pierde consistencia y las creencias se desvanecen en el aire. Con actuaciones enormes de Dave Bautista, Kristen Cui (puro talento natural) y Ben Aldridge y la categoría de Shyamalan como narrador visual, la película logra transmitir esa fe en la amenaza mítica, la violencia, el miedo palpable, el estado de apocalipsis inminente. Es su manera de negociar con el presente de un mundo que avanza lentamente hacia su propia destrucción.