Desastre Inminente (Blast), el thriller de Vanya Peirani-Vignes
Escuchen: es el ruido de ataúdes moviéndose. Son Godard, Renoir, Rohmer y Truffaut intentando morir otra vez. En general, el cine francés tiene personalidad, una idiosincrasia marcada por la literatura y la Comédie-Française. No está mal romper la tradición -de hecho, la nouvelle vague hizo una deconstrucción del lenguaje cinematográfico a través de los directores de Hollywood-, pero el problema de Blast (Desastre Inminente) es que intenta ser lo que no es: una película norteamericana.
Con respecto a un cine de acción cada vez más mediocre, con guiones que entran una página y sostenido por estrellas en declive y CGI, Desastre Inminente hace una puesta en escena minimalista, casi teatral: un estacionamiento subterráneo, un auto, cuatro personas atrapadas en él.
Cuando Sonia (Nora Arnezeder) intenta encender el motor de su auto, las puertas se bloquean y queda encerrada con sus hijos. Una cuenta regresiva de 30 minutos aparece en la pantalla. La luz que parpadea debajo del tablero le da una pista: cualquier intento de salir, cualquier movimiento brusco puede hacer estallar la bomba que le colocaron.
Sonia trabaja para una empresa del rubro, desactivando explosivos y minas terrestres en zonas de guerra. Sus colegas Igor (Rasha Bukvic) y Camile (Sara Mortensen) aparecen rápidamente en escena y la película funciona como un detallado documental del procedimiento que se realiza en estos casos. El director Vanya Peirani-Vignes no necesita demasiado para ir manejando la tensión en aumento: sólo el reloj cada vez más cerca del cero. Vignes va creando contrapuntos en el relato que dosifican la información sobre las causas del atentado: un caso de corrupción que llevó a la matanza de chicos en una escuela en Ucrania.
![Crítica Desastre Inminente (2021) | Minimalismo Francés Crítica Desastre Inminente](https://revistahush.com/wp-content/uploads/2022/10/Desastre-Inminente-2020-2.webp)
Desastre Inminente intenta ser una película de suspenso que no tiene acción. La danesa Guilty (Gustav Möller, 2018) había demostrado que con un mínimo de recursos y en un solo escenario se puede llenar de adrenalina y angustia la pantalla. Peirani-Vignes intenta compensar la falta de movimiento buscando líneas alternativas para sostener el nivel dramático -política armamentista, reproches familiares, un pasado traumático-, que hacen que Desastre Inminente se mueva entre el thriller, el melodrama y el comentario social.
Pero lo hace con total falta de imaginación: un guion básico y oportunista que nunca puede escapar de la previsibilidad de lo que va a pasar, de los diálogos escasos y sin espesor, de una intriga internacional inocua y con un nivel de manipulación emocional que bordea el límite del sensacionalismo. Una bomba, niños en peligro, Ucrania: esa es la hipótesis narrativa de la película. Una sentencia a muerte made in France, pero que ya fue pensada en Hollywood muchas veces.