Muerte Muerte Muerte, la comedia negra de Alina Reijn
Son jóvenes, ricos y sexies. Están excitados, tienen drogas, y mucho resentimiento en carne viva. Oscar Wilde escribió: “Dale a un hombre una máscara y te dirá la verdad”, Bodies Bodies Bodies (Muerte, Muerte, Muerte) responde: no necesitás una máscara: una persona en una situación límite mostrará sus rencores, envidias y celos a quienes cree que son sus amigos. La película es una especie de versión gore de Euphoria, un teatro de la sospecha y el desprecio en el que una fiesta se sale completamente de control.
La expectativa de vida de los adolescentes en las películas de terror es definitivamente baja. Y si como en Muerte Muerte Muerte son bellos, hipócritas y obscenamente ricos, tiende a ser nula. El género se ha definido como el mejor espacio para reflejar la idiosincrasia de cada generación y los cambios dentro de la cultura. La película explora las psicopatías de la Gen Z llevándolas a un territorio border: el de la clase alta, donde cada fobia, capricho y narcisismo se muestra de manera brutal.
Sophie (Amandla Stenberg) es la renacida del grupo, el fantasma que después de varios meses en rehabilitación reaparece por sorpresa para una fiesta en la mansión de su mejor amigo David (Pete Davidson), con una novia recién estrenada que está más en sincronía con su nuevo y sobrio yo que con sus amigos: Bee (Maria Bakalova) es tímida, naif, sin carisma ni maldad. Los otros invitados son los mismos de toda la vida: Emma (Chase Sui Wonders), Jordan (Myha’la Herrold) y Alice (Rachel Sennott), que vino con pareja, otro intruso -como Bee- que parece fuera de lugar, el envejecido Greg (Lee Pace).
La tarde empieza como cualquier tarde entre amigos: champagne en la pileta, coreografías para Tik Tok, torta de marihuana, molestar a los outsiders y unas líneas de cocaína. Está anunciado un huracán y se preparan para celebrarlo. ¿Alguien quiere jugar a Bodies Bodies Bodies? Un juego whodunit (quién lo hizo) en el que un asesino designado camina por la casa a oscuras y va eliminando a sus compañeros mientras se trata de revelar su identidad. Pero la frontera entre el juego y la realidad se empieza a borrar cuando uno de ellos aparece muerto en el jardín.
Bodies Bodies Bodies: el teatro de la sospecha
Muerte Muerte Muerte trabaja esa dialéctica entre lo verdadero y lo falso desde otro registro: porque la sospecha de que hay un asesino entre ellos lleva la película hacia la entropía grupal, donde los rencores antiguos salen a la superficie y las alianzas duran lo que tarda en aparecer el siguiente cadáver. La directora holandesa Halina Reijn crea un himno a la paranoia en clave de comedia negra con adolescentes farmacológicos en estado de malicia permanente: “Mis padres son ricos, los tuyos son… clase media alta”.
Como en toda película de terror, hay situaciones arbitrarias y psicodélicas, pero todo funciona: la puesta en escena, las actuaciones, la iluminación de neón, la partitura anfetamínica de Hot Girl de Charli XCX, los diálogos mordaces hechos de palabras molotov. Con un humor cínico, el guion de Sarah DeLappe retrata la superficialidad de la amistad en la era de las redes sociales, cuando encontrarse con alguien se trata menos de una conversación informal que de una actitud de superioridad y de aplicar incisivas humillaciones.
Muerte Muerte Muerte apuesta a la estética del caos de una sociabilidad sin filtros ni condescendencia. Reijn demuestra que no necesitamos a una personificación del Mal en un engendro enmascarado, un apocalipsis o una amenaza sobrenatural para ver el verdadero rostro del horror: nos basta con jóvenes pornográficamente ricos y perversos.
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