1899 entre la realidad y la imaginación
Hay una pregunta que recorre la serie 1899, un subsuelo conceptual que desestabiliza el relato y se instala en cada episodio para representar la inconstancia del espacio y del tiempo en la serie: ¿Qué es la realidad?
Los sueños de Maura Franklin (Emily Beencham) y de Eyk Larsen (Andreas Pietschmann) son menos una elaboración del inconsciente que un recuerdo roto, reminiscencias de un pasado cosido a la piel. Los creadores Jantje Friese y Baran Bo Odar crean una atmósfera de clínica psiquiátrica, de trauma permanente, para hacer dos personajes inseguros, en los que no se puede confiar como narradores. 1899 es una casa de espejos en la que la realidad y la imaginación, los sueños y los olvidos se confunden en un solo plano narrativo.
En el episodio 8 de 1899, el padre de Maura, Henry (Anton Lesser) le cuenta a Elliot (Fflyn Edwards) la historia de cómo Maura conoció la Alegoría de la Caverna de Platón cuando aún era una niña. Ella quedó tan fascinada con este concepto que se preguntó cómo podíamos saber si algo es real, cómo sabemos si la realidad está afuera de la vida que vivimos, si todo lo que vemos en el mundo no son sólo las sombras de su verdadera forma. La alegoría la hizo cuestionar la realidad. Hizo posible la simulación de 1899.
Henry intentó calmar las dudas de su hija diciéndole que Dios era el creador de nuestra realidad. Ella respondió: “entonces el mundo en el que vive Dios es el real, y nosotros estamos en su casa de muñecas”. Es la idea de que nuestro conocimiento tiene límites, que nunca sabemos si las cosas son exactamente como se muestran, de que estamos dormidos, ajenos a la verdadera naturaleza de las cosas.
Nuestra percepción de la realidad siempre está filtrada por nuestros sentidos, por lo que no es la realidad en sí misma, sino una visión subjetiva del mundo. Además, nunca miramos sólo una cosa: miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos. Lo que sabemos o creemos saber afecta el modo en que vemos esas cosas. Cada persona percibe el mundo según su propio modelo.
¿Qué representa la alegoría de la caverna de Platón en 1899?
En la alegoría de la caverna de Platón – La República (s. IV A.C.)-, los seres humanos están encadenados por las manos, las piernas y el cuello: no pueden moverse ni girar. Se enfrentan a una gran pantalla. Detrás de ellos hay un pasadizo iluminado por un intenso fuego. Hay titiriteros que sujetan objetos que se proyectan en la pantalla. Los hombres indefensos y encadenados ven las sombras y las perciben como reales.
En algún momento, uno de ellos es liberado. Lo llevan afuera escalando el camino áspero que sale de la caverna y queda cegado por la luz del día. Inicialmente no puede mirar al sol porque le duelen los ojos. Todo es demasiado brillante y doloroso. Cuando regresa y trata de contarle a sus compañeros la verdad que vió, todos lo llaman loco y lo amenazan. La alegoría de la caverna de Platón introduce el concepto de que las personas creen que el mundo en el que se encuentran es real porque es su percepción de la realidad.
Debido a que los prisioneros siempre han estado en la cueva y no conocen el mundo exterior, creen que las sombras que se muestran en la pared frente a ellos son reales y que los sonidos que escuchan provienen de estas sombras. A estos prisioneros se les hace creer que todo lo que ven en la pared son hechos y que toda esta cueva es el único mundo que existe.
Platón presentó de esta manera la Teoría de las Formas: solo vemos las cosas en la forma en que las percibimos y no en sus formas reales. Los humanos no son capaces de ver las cosas más allá de sus propias perspectivas.
Maura pudo aplicar el concepto de la alegoría de la caverna de Platón a la simulación que creó en 1899. Lo que ven los pasajeros del Cerbero son las sombras de la caverna. Este simulacro es un ecosistema cerrado que se abastece a sí mismo, pero que tiene las grietas de los recuerdos y los sueños, seguramente introducidos por Henry para intentar recuperar la llave que necesita para salir de la simulación. Cuando Maura -y luego Elliot- están atados a la silla de una habitación del psiquiátrico, son como esos prisioneros de la caverna: como si Henry quisiera hacerles creer que esa es la realidad.
Maura creó su propia alegoría de la caverna como una forma no sólo de engañar a los demás, sino también a sí misma: para mantener a Elliot con vida. Todavía no conocemos las razones por las que los demás pasajeros se encuentran atrapados en el loop del Cerbero y del Prometeo. Solo sabemos que están tratando de escapar de sus pasado. Ellos no parecen haber olvidado sus vidas -que quizás sean a su vez una ficción-, pero no las quieren recordar; Maura tiene un paisaje onírico que se mezcla con la locura y que intenta comprender.
1899 y The Matrix
Toda la temporada 1 de 1899 es un relato que se centra en el tema de mundos dentro de otros mundos, en el que hay distintas capas de simulaciones en un drama de misterio ambientado en el siglo XIX. Los diferentes personajes de 1899 simplemente quedaron atrapados en un simulacro de realidad virtual -como en The Matrix (Wachowski sisters, 1999)- en el que hacen una y otra vez su viaje a Estados Unidos a bordo de un barco de vapor: Henry hace repetir este escenario creado por Maura para recuperar la llave que active la pirámide y los lleve a la realidad.
Una diferencia esencial entre The Matrix y el texto platónico es que cuando una persona se escapa de la caverna y asciende a la superficie de la tierra, lo que encuentra ya no es la brillante superficie iluminada por los rayos de sol de antaño, el Bien supremo, sino el desolado desierto de lo real. El final de la temporada 1 de 1899 sugiere que Maura volvió a la realidad del tiempo presente (21 de octubre de 2099), mientras sus compañeros en la nave espacial Prometeo permanecen en el simulacro: una sombra más en la pantalla de la serie, la caverna de Maura en la que nada es lo que parece ser.