La historia de Parpadea Dos Veces (Blink Twice) comienza como tantas otras: con una disculpa pública. Channing Tatum – puro músculos y sonrisa fácil – es Slater King, un tech bro caído en desgracia que se presenta ante las cámaras con esa humildad estudiada que han perfeccionado los poderosos en la era post #MeToo. Cuando un millonario promete redención desde su isla privada, una ya sabe: después de Epstein, las islas privadas son menos paraíso y más advertencia.
¿Cuándo fue que las islas dejaron de ser escape para convertirse en amenaza? ¿Cuándo aprendimos a desconfiar del agua cristalina, de las playas vírgenes, de las mansiones donde el champán nunca se acaba? Zoë Kravitz – hija del privilegio, actriz devenida directora – construye su ópera prima sobre esa desconfianza que ya tenemos tatuada en el cerebro.
Channing Tatum en Parpadea Dos Veces: un villano de la era post MeToo
Frida (Naomi Ackie) todavía no lo sabe, o finge no saberlo. Es una camarera con sueños de grandeza, una cuenta de Instagram dedicada al nail art con pocos likes, y el deseo de ser alguien en un mundo que le dice que no es nadie. Cuando recibe una invitación al paraíso privado de Slater, hace lo que cualquiera de nosotras haría después de ver demasiados reels de influencers en yates: empaca su mejor bikini, su mejor sonrisa y se tira de cabeza sin pensar que la visibilidad también puede ser una forma de maldición.
La película de Kravitz – que originalmente se titulaba Pussy Island, un título más cool, más provocador, más honesto – juega con nuestras expectativas. Nos arrastra por fiestas decadentes en la piscina, donde cada copa de cristal, cada mordisco a un sashimi recién cortado, suena como una advertencia que nadie quiere escuchar.
Parpadea Dos Veces brilla en sus detalles: en cómo captura la obsesión contemporánea con el scroll infinito de Instagram, en cómo retrata la seducción del lujo, en cómo Adria Arjona construye un personaje fascinante con lo poco que le da el guion. ¿El problema? Como muchos debuts ambiciosos, Parpadea Dos Veces quiere ser demasiadas películas a la vez: está la sátira social al estilo Triángulo de Tristeza, está el thriller post- Get Out sobre privilegio y poder, está el comentario sobre el trauma, sobre la misoginia, sobre el materialismo.
Channing Tatum intenta algo oscuro, siniestro, pero hay momentos en que su Slater King parece más un niño malo jugando a ser villano que el monstruo que la historia necesita. Es como si Kravitz y E.T. Feigenbaum, hubieran pasado demasiado tiempo viendo videos conspiranoicos en YouTube para escribir el guion.
Y cuando llega el momento de revelar el conflicto, la película se enreda en su propia complejidad. ¿Por qué necesitan los ultra-ricos esquemas tan elaborados para hacer lo que siempre han hecho: abusar con impunidad?
Parpadea Dos Veces: El lado oscuro del privilegio según Zoë Kravitz
Las comparaciones con Get Out son inevitables – hay sangrados nasales, polaroids reveladoras y personal de servicio con sonrisas inquietantes. Pero donde Jordan Peele construyó una obra maestra de terror social que funcionaba como un mecanismo de relojería, Parpadea Dos Veces es más como un Rolex falso.
Y sin embargo, hay algo que se niega a ser descartado fácilmente. Tal vez sea la forma en que captura la fatiga moral de nuestra época, donde las disculpas públicas son una forma de entretenimiento más. O quizás sea cómo retrata ese momento en que la invisibilidad parece preferible a ser visto por los ojos equivocados. O quizás sea simplemente que Kravitz, incluso cuando tropieza, lo hace con estilo.
Como debut directorial, la película muestra promesa: Zöe Kravitz tiene ojo para la composición, sabe crear atmósfera, entiende el poder de un corte preciso. Pero como comentario sobre el poder y el privilegio, como historia sobre la depredación y la supervivencia, como thriller de horror social, la película parece estar siempre a punto de decir algo importante que no termina de elaborar.
Al final de Parpadea Dos Veces resuenan las palabras de Slater King: “Olvidar es un regalo”. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué queremos olvidar? ¿La película que acabamos de ver? ¿O las verdades incómodas que intenta poner en escena? Parpadea Dos Veces es la resaca de esas fiestas lujosas que retrata: nos deja con la sensación de que algo importante se nos escapó entre las sombras de la noche anterior.
