Hay algo perturbador en la forma en que construimos nuestras sociedades: esa necesidad casi patológica de crear mitos, de inventar historias que nos permitan seguir funcionando aunque sepamos que todo es un fraude desde el principio. Eso es lo que dice el fragmento de la carta de Salvador Quinn descifrado por Lukas Kyle (Avi Nash) en el episodio 8 de la temporada 2 de Silo, titulado El Libro de Quinn.
La verdad – esa palabra que usamos como si significara algo concreto – es esquiva en los silos. Se esconde en los rincones, en los susurros, en los libros prohibidos. Lukas, el nuevo Aprendiz (shadow) de Bernard, lo descubre mientras busca descifrar el código de Quinn. ¿Y qué encuentra cuando finalmente lo logra? “Si has llegado hasta aquí, ya sabes que el juego está amañado”.
Las palabras resuenan en el espacio vacío entre lo que creemos saber y lo que realmente es. Cuando Lukas termine su trabajo descubrirá algo más inquietante: que todo el sistema de los silos es un experimento de masas, que hay 50, que el Silo 1 puede destruir a los demás.
Salvador Quinn: ¿héroe o traidor?
La figura de Salvador Quinn —nombre que suena a leyenda caída, a santo maldito— es un fantasma que sobrevuela el episodio 8 de la temporada 2 de Silo. Quinn, el traidor, el redentor, el hombre que apagó las llamas de la rebelión y, en el mismo gesto, condenó al silencio el archivo entero de su mundo. ¿Qué es Quinn sino el emblema de un sistema que devora su memoria para perpetuar su presente?
Bernard Holland (Tim Robbins) —ese manipulador magistral, ese arquitecto de mentiras— cuenta una historia fascinante sobre el traidor. Dice que en realidad fue el héroe que destruyó los registros históricos, que logró borrar la memoria de las rebeliones pasadas de la mente de las personas. “Sin ejemplos que seguir”, dice, “la gente dejó de resistir durante 140 años”. La serie muestra, una vez más, cómo la ciencia ficción es el mejor medio para expresar las ansiedades contemporáneas. ¿Cuántas veces hemos permitido, y volveremos a permitir, que borren nuestros recuerdos colectivos en nombre de la paz?
La traición de Martha Walker
En el Fondo Profundo, la revolución se desarrolla como una tragedia griega donde todos los personajes están condenados desde el principio. Ahí está Martha Walker (Harriet Walter), obligada a mirar a Carla a través de una rendija en su celda de aislamiento: vendada, atada, incapaz de escuchar los gritos desesperados de su ex esposa. Es una metáfora perfecta de cómo funciona el poder en el silo: te permite ver lo que amas, pero no tocarlo, no cambiarlo, solo sufrir por ello.
Martha – la mecánica, la rebelde, la amante – se enfrenta a una elección imposible: traicionar a sus compañeros de Mecánica o la tortura de Carla, presa desde el asesinato de la jueza Meadows. Y elige, como elegimos todos cuando el sistema nos acorrala, el mal menor. O eso que nos decimos para poder dormir por la noche.
Knox planifica un robo al depósito sanitario de los niveles superiores que está condenado al fracaso. Los rebeldes entran en la trampa como actores en una obra cuyo final ya está escrito, y uno no puede evitar preguntarse si no es así como funcionan todas las revoluciones en la era del control total.
El Sheriff Billings (Chinaza Uche) mantiene una conversación reveladora con Shirley (Remmie Milner) sobre El Pacto —ese texto sagrado que gobierna sus vidas. “¿Qué importa si los Fundadores eran mentirosos? Necesitamos algo en qué creer”. Y ahí está, desnuda y cruda, la verdad sobre cómo funcionan las sociedades: no importa tanto si lo que creemos es verdad, sino si esa creencia nos mantiene funcionando, si nos impide caer en el caos.
Quiénes atacan a Juliette en el episodio 8 de la temporada 2 de Silo
Pensábamos que conocíamos la historia del Silo 17 – ese relato de muerte y destrucción que Solo había contado tantas veces – pero resulta que la verdad, como siempre, es más compleja, más retorcida, más humana.
De las profundidades, Juliette Nichols (Rebecca Ferguson) emerge de las aguas como una náufraga en busca de respuestas. Primero fue el rastro de sangre. Después, la flecha que atravesó su hombro. Y finalmente, esos rostros jóvenes – demasiado jóvenes – que emergen de las sombras como fantasmas de un pasado que nadie recordaba. ¿Quiénes son estos chicos que no deberían existir? ¿Cómo sobrevivieron en este laberinto vertical, en las ruinas de las ruinas de la civilización?
La matemática es simple, aunque las implicaciones no lo sean: si Solo (Steve Zahn) era apenas un adolescente durante la rebelión, y estos chicos no pasan de los diecisiete o dieciocho años, entonces nacieron después. Nacieron en la muerte, con el silo destruido. Crecieron en él. Para ellos es el único mundo que conocen.
Y están los cuerpos. Esos cadáveres que Juliette encontró fuera de la bóveda de Solo en el episodio 1, más frescos que los demás, como una anomalía en la línea temporal de la destrucción. Solo los mató, nos dice la evidencia. Solo, ese hombre que se presenta como víctima y único sobreviviente, tiene sangre en las manos. ¿Eran los padres de estos chicos? ¿Buscaban comida, refugio, una oportunidad de sobrevivir?
¿Muere Solo en el episodio 8 de la temporada 2 de Silo?
La venganza es un plato que se sirve frío, dicen, y estos chicos han tenido décadas para planearla. Esperaron, observaron, crecieron en las sombras mientras Solo vivía en su bóveda, convencido de su soledad. ¿Cuánto tiempo puede alimentarse el odio en el corazón de un niño que creció huérfano en un silo abandonado? ¿Cuántas veces habrán ensayado este momento?
Hay una ironía cruel en todo esto: estos chicos podrían haber sido la salvación del Silo 17, la prueba viviente de que la vida continúa incluso después del fin del mundo. En cambio, son los vengadores de una tragedia personal, los herederos de un odio que les fue ofrecido junto con el aire contaminado y el agua reciclada. ¿Mataron a Solo? Es probable, pero en los silos no existen las certezas.
Y está esa otra posibilidad, igual de inquietante: que vengan de otro silo. Que hayan encontrado una manera de atravesar ese espacio tóxico entre estructuras que se supone que es mortal.
La historia del Silo 17 ya no es la simple tragedia que creíamos conocer. Es una telaraña de secretos, venganzas y supervivencia que se extiende por generaciones. Es la historia de unos niños que crecieron en la oscuridad, alimentados por el rencor y la necesidad. Es la historia de cómo el pasado nunca muere realmente en los silos, solo se transforma, muta, encuentra nuevas formas de perseguirnos.
Porque al final, eso es lo que nos enseña el Silo 17: que la verdad, como esos niños en las sombras, siempre encuentra una manera de sobrevivir. Y cuando emerge, lo hace con la fuerza de una flecha atravesando la carne, recordándonos que nuestras acciones siempre regresan a nosotros.
El juego está amañado
El episodio 8 de la temporada 2 de Silo se mueve entre estas historias: de arriba hacia abajo, del poder a la resistencia, de la verdad a la mentira, de la lealtad a la traición. Y en cada nivel, en cada historia, encontramos el mismo patrón: personas intentando sobrevivir en un sistema que está diseñado para mantenerlas en su lugar, utilizando las herramientas que tienen a mano, incluso cuando esas herramientas son la traición.
El episodio termina como comenzó: con preguntas sin responder, con verdades a medias, con mentiras que parecen verdades y verdades que parecen mentiras. Juliette está acorralada por tres adolescentes armados, Solo puede estar muerto, Martha está atrapada en su propia deslealtad, Lukas ha perdido el libro de Quinn a manos de Sims, y todos seguimos preguntándonos: ¿qué es real en este mundo de hormigón y secretos? ¿Cuántas mentiras sostenemos como verdades en nuestro propio mundo? ¿Cuántos pactos hemos firmado sin leer la letra pequeña? ¿Cuántas veces hemos elegido la comodidad de una mentira sobre la incomodidad de la verdad?
Y mientras tanto, el silo sigue funcionando, sus engranajes girando sin pausa, sus habitantes moviéndose entre niveles como peones en un tablero de ajedrez tridimensional. Porque esa es la verdadera genialidad del sistema: no necesita que creamos todas sus mentiras, solo necesita que sigamos jugando el juego, incluso cuando sabemos que está amañado.
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