Para Todd Haynes, la normalidad supura algo insano por debajo: la ansiedad está inscrita en lo cotidiano, en el vacío de los rituales, en el hueco de los adornos conformistas. Es uno de los pocos directores cuyo trabajo definió el Nuevo Cine Queer y llegó al mainstream sin comprometer sus ideas, intelecto o rigor formal.
Con Secretos de un Escándalo (May December), ofrece un goce radioactivo, delicioso y perverso al mismo tiempo. La película es un romance definido por la diferencia de edad y la ilegalidad que le sirve a Haynes realizar una interrogación sobre el intercambio de identidades, sobre la actuación y la pasividad, sobre la vigilancia y la pérdida de la intimidad, sobre lo extraño y lo auténtico que separan la realidad de lo imaginario.
Basada libremente en el escándalo sensacionalista de los años 90’s de Mary Kay Letourneau -quien a los 35 años fue declarada culpable de violación cuando se hizo público que había tenido relaciones sexuales con un chico de 12 años y al salir de prisión se casó con él)-, Secretos de un Escándalo examina esa página de la prensa fuera de la lente de los medios de comunicación. Escrita por Samy Burch, la película tiene espesor dramático e intelectual, una obra que desborda un venenoso sentido del humor y un cinismo perverso y tierno que cubre corrientes de emociones profundamente complejas y dolorosas.
Secretos de un Escándalo, un psicodrama sobre la identidad
Veinte años después de haber sido el centro de un escándalo mediático por su relación, Gracie (Julianne Moore) y Joe (Charles Melton) viven una vida acomodada en un tranquilo barrio residencial de Georgia. Esa normalidad relativa es intervenida por Elizabeth (Natalie Portman), una ambiciosa actriz de televisión que próximamente interpretará a Gracie en una película independiente, con pretensiones de respetabilidad, lo opuesto a una dramatización sensacionalista y trash del romance.
Secretos de un Escándalo cruza las dos trayectorias contrarias de la pareja, cuyo destino queda atado en torno a una misma figura devoradora. Mientras Elizabeth busca disolverse en Gracie, Joe busca su propia identidad cuando comienza a percibir que su esposa, de alguna manera, le ha robado de su juventud, que ha quedado atrapado en el simulacro de matrimonio que Gracie creó para protegerse a sí misma.
En una entrevista reciente para promocionar Secretos de un Escándalo, el director Todd Haynes comentó acerca de las pulsiones que afectan a sus protagonistas: “Existe la idea de ¿cómo se produce esta relación? ¿Cuál es el mito que estas personas se cuentan entre sí sobre los roles que desempeñan? Esta mujer no es una pedófila, no tiene un historial de perseguir a todos los adolescentes que pasan”.
“No sé si alguno de los dos personajes femeninos está buscando alguna idea de la verdad que no sea sospechosa, filtrada por la cultura. Particularmente Elizabeth, quien encarna y oculta el privilegio y el poder que tiene como actriz. Mientras que Gracie no puede afrontar la verdad. Y en lo que se convierte la película es en un duelo de poderes en torno a nociones de quién es más fuerte: el que busca la verdad o el que la niega”.
En una época en la que el imaginario colectivo ha sido colonizado por obsesiones corrosivas -tanto con las relaciones con una marcada diferencia de edad -o directamente la pedofilia-, como con la cómoda contemplación de imágenes de crímenes reales, la incorporación del personaje de Portman le permite a Haynes y Burch tomar la distancia necesaria para explorar y comentar no sólo la relación entre Gracie y Joe, sino también los deseos ocultos y las neurosis que impulsan nuestro propio goce perverso como consumidores de celebrities o sociópatas de la vida real convertidos en personajes de ficción.
La capacidad de Secretos de un Escándalo de funcionar como crítica sin dejar de ser profundamente absorbente es lo que la convierte en una de las películas más singulares de Haynes. Si con Safe y Far from Heaven recreó la ansiedad que se esconde en los entornos suburbanos, con I´m Not There puso en escena una serie de juegos de identidad para encontrar el núcleo fantasmático de un personaje inabordable como Bob Dylan, y con Carol hizo un clásico navideño lésbico que es parte del canon queer, con Secretos de un Escándalo remixa su filmografía hasta que el análisis de su tema y el drama se fusionan en uno.
Todd Haynes, director de mujeres
La película es la entrada de Haynes en el subgénero “mujeres que intercambian identidades”, junto a clásicos inoxidables con Persona de Ingmar Bergman, 3 Mujeres de Robert Altman y Mulholland Drive de David Lynch, pero es completamente original a través de su propia perspectiva sobre las dinámicas de poder en constante cambio.
Y aunque el estilo es más conservador en comparación con otros trabajos del director, las sutiles elecciones formales -el dispositivo de puesta en abismo, sus diálogos vagabundos, zooms inesperados o un uso exagerado de la música – componen una puesta en escena siempre al borde de lo camp, pero que preserva en todo momento una sobriedad realista que le permite también entrar en el terreno del melodrama, que conforman un irónico retrato sobre la depredación psíquica y la confusión de identidad.
“Yo soy un fan de Freud. Pero lo que más me gusta de su teoría es la forma en que creó las narrativas sobre la forma en que miramos la naturaleza humana y la manera en que todos funcionamos y cuánto es normal estar en algún estado de desesperación. Algo que no tiene solución ni arreglo”.
En lugar de una observación más sobre la impenetrabilidad de los seres y la relatividad de la verdad, Secretos de un Escándalo formula una hipótesis más siniestra: ¿y si nada explica el comportamiento de estas mujeres? ¿Qué pasaría si no hubiera nada dentro, y si todo en ellas fuera sólo superficie? Elizabeth persiste en querer entender a su modelo desde adentro sin darse cuenta de que Gracie es tan actriz como ella: simulacros de seres humanos.