Una escena crucial de Ripley de Netflix -la última adaptación del thriller clásico de Patricia Highsmith El Talento de Mr. Ripley-, sitúa al estafador titular en la Galería Borghese de Roma. Mientras un guía explica el cuadro David con la Cabeza de Goliat de Caravaggio, Tom Ripley (Andrew Scott) se acerca a la pintura. “Caravaggio vincula al asesino y a la víctima”, explica el guía, “retratando a David como un hombre compasivo, incluso amoroso, en la forma en que mira la cabeza cortada de Goliat. El pintor fortaleció aún más este vínculo utilizándose a sí mismo como modelo para los dos. Ambos son la cara de Caravaggio”.
En la novela, el arte funciona como la continuación de la fascinación de Tom por Dicki por otros medios, pero Highsmith no menciona nunca el nombre del artista. Esta escena -en mitad de la serie de 8 episodios-, no es la primera ni la última vez que Caravaggio aparece en Ripley, donde el maestro barroco se convierte en una especie de doble de Tom. La serie aprovecha la obsesión de la novela por la estética y el arte, reimaginando su antihéroe asesino como un artista cuyo medio de expresión es el la falsificación y el crimen.
Caravaggio y Ripley, buscados por asesinato
Nueva York, principios de los años 60’s. Tom es un estafador vulgar, un lumpen que sobrevive en el abismo de la economía cuando lo convocan para una reunión con Herbert Greenleaf (Kenneth Lonergan, el director de la magnífica Manchester by the Sea ), un magnate naviero con problemas familiares: su hijo Richard vive en Italia gracias a un fondo fiduciario, sin miras de regresar y convertirse en el hombre de negocios que está destinado a ser. Herbert quiere que el joven regrese a casa y está dispuesto a pagarle a Tom para que lo convenza.
Al llegar a Atria -el pueblo donde Dickie (Johnny Flynn) está instalado-, encuentra a su anfitrión demasiado arraigado en su rutina de bohemio chic: un flâneur en estado de asueto permanente, con ínfulas de artista y un affaire con su vecina hot -Marge Sherwood (Dakota Fanning)-. Tom Ripley comienza a fusionarse con Dickie Greenleaf, asimila la confianza y la tranquilidad que conllevan los privilegios extremos hasta que los interioriza, los hace parte de su naturaleza.
¿Está enamorado de Dickie, quiere ser Dickie o ambas cosas? ¿Hay alguna diferencia? Asustado por la creciente obsesión de Tom por él, Dickie intenta deshacerse de su invitado, pero sólo logra despertar el psicópata interior de Mr. Ripley.
Siglo XVII. En medio de su guerra con los protestantes por las almas, para la Iglesia Católica las pinturas no son arte, son artillería pesada: es la biblia para los analfabateos que no pueden leerla. Lejos del Vaticano, fuera de los bellos palacios de altos muros y de los lujosos palacios de los cardenales, había una Roma muy diferente: la Roma de una sudorosa y vociferante multitud de las plazas y los mercados, de los mendigos, incompletos, músicos callejeros, acróbatas, charlatanes y trabajadoras sexuales. Miles de ellos se juntan en el Ortaccio: el Edén perverso junto al río Tiber.
La Roma de Caravaggio está atravesada por habitaciones baratas y noches de alcohol con otros pintores siempre arruinados. Su lema es nec spe, nec metu: sin esperanza, sin miedo. En 1606, Caravaggio está huyendo de la justicia. De nuevo. Pero esta vez, sus problemas con la ley tiene otro matiz: es buscado por asesinato en una pelea callejera. Hay un precio por su cabeza, vivo o muerto. Mientras se instala en Sicilia con otro nombre, decide hacer lo que siempre ha hecho, lo que mejor sabe hacer: pintar. La obra maestra resultante es una especie de autorretrato: David con la Cabeza de Goliat.
Caravaggio y Tom Ripley: los artistas de las sombras
Quizás, al declararse héroe y monstruo en la pintura, Caravaggio siente que puede ser perdonado. Tal vez, ofreciendo su cabeza simbólica puede salvarse en la vida real. Tom Ripley no busca la redención: su operación simbólica final es recrearse a sí mismo en la imagen de Caravaggio. Ahora es un artista y logra, a través de la ilusión, la falsificación y la personificación, un equivalente orgánico de las eternas obras maestras de su ídolo.
Con Dicky muerto, en el episodio 4 de Ripley de Netflix Tom entra a la Capilla Contarelli de Roma para ver La Vocación de San Mateo, la obra en la que Caravaggio lleva a Jesús y a Pedro a una oscura habitación llena de tahúres de los bajos fondos de la ciudad, que se reúnen para presenciar un gran momento: la transformación de Mateo de un pecador a un discípulo.
En el cuadro, la cara de Cristo es apenas visible por el uso dramático de la luz. Lo que se destaca es su mano, que apunta con su dedo a Mateo (y por extensión espacial, a Tom Ripley): el paria que se convierte en fanático. Ese dedo también es el de Caravaggio apuntando a Tom: el marginal devenido artista del fraude.
La luz, siempre la luz. Tom utiliza no solo la técnica pictórica de Caravaggio (un tratado expresionista del espacio, atravesado por luces y sombras) para engañar al inspector Pietro Ravini (Maurizio Lombardi), sino que se disfraza del artista, completando la metamorfosis.
El homoerotismo y la violencia impregnan tanto la biografía de Caravaggio como la de Tom Ripley. Los dos deambulan por Italia, con 450 años de diferencia, huyendo de sus crímenes. Pero mientras que Caravaggio sublimó la rabia que definió su vida en pinturas cuya maestría lo volvieron inmortal, Tom Ripley canaliza sus demonios a través de la violencia y el fraude. Como puso en escena Orson Welles en F for Fake (1975), todo artista es un falsificador, un mago de realidad. De alguna manera, Tom Ripley y Caravaggio son genios del realismo sucio, los perros de la calle que mordieron la mano de sus amos antes de convertirse en fantasmas de sí mismos.
Ripley está disponible en Netflix.