Miyamoto Musashi (Ôtsuka Akio) está rodeado de zombis en un desolado pueblo de montaña. Planea encerrarlos y destruirlos en masa. Pero estas criaturas no muertas necesitan un estímulo: el samurái carga a una joven llamada Sayo (Yamane Aya) -la única sobreviviente de la comunidad- frente a la horda. La cara de la niña es puro miedo. “No te preocupes”, dice Musashi, mostrando una sonrisa perversa. “No dejaré que te pase nada”.
Esta escena del episodio 2 de la serie animada Onimusha de Netflix reproduce una de las secuencias icónicas de la saga de videojuegos de Capcom, que reescribió las antiguas historias de samuráis con un moderno tratamiento sobrenatural. Pero debajo de la acción salvaje del programa -un sello distintivo del director supervisor Miike Takashi-, también se esconde un núcleo emocional sorprendentemente conmovedor.
Ambientada durante el período Edo del siglo XVII, Onimusha comienza cuando Musashi acepta una misión encubierta para sofocar una rebelión en uno de los feudos de Japón junto a un heterogéneo y encantador grupo de subordinados, al que se suma Kaizen (Okitsu Kazuyuki), un monje de clausura que los acompaña por territorios encantados mientras el samurái empuña el Oni Gauntlet, una antigua reliquia asesina de demonios custodiada por su orden. ¿Podrá Musashi eliminar el Mal en la Tierra antes que sus propios fantasmas lo consuman?
Onimusha: la serie de samuráis y terror sobrenatural
Onimusha puede leerse como un homenaje sobrenatural de Los Siete Samuráis, la obra maestra de 1954 de Akira Kurosawa (la serie animada de Netflix incluye su enfoque en siete guerreros y Musashi guarda un inquietante parecido con el actor japonés Mifune Toshiro). Pero si las producciones inspiradas en la película generalmente reducen a los personajes centrales a arquetipos, los personajes de Onimusha logran un notable sentido de individualidad.
La serie -realizada por el estudio Sublimation y que, al igual que su material original, es un híbrido de animación 2D y 3D con renderizado CG destinado a reforzar el material dibujado a mano- no pierde el tiempo en revelar su intriga: los traidores son descubiertos después de que se sospecha de ellos, y los orígenes de los demonios se explican momentos después de su derrota.
El director Shin’ya Sugai y el escritor Kurata Hideyuki manejan un ritmo esquizoide que se mueve entre escenas pausadas -cuyas sorprendentes composiciones profundizan las relaciones de los personajes y el mundo que los rodea- y permanentes y estilizados combates sangrientos.
En el primer episodio, Demon, Musashi y Matsuki discuten en la orilla de un arroyo la misión que tienen por delante. Matsuki es un guerrero melancólico: un soldado que teme su propia obsolescencia a medida que su nación se acerca a una era de paz. Musashi está parado sobre un roca que se eleva sobre el nivel del agua, pero los pies de Matsuki descansan debajo de la corriente como una metáfora de la lucha inútil contra el impulso de la historia.
En otros lugares, hojas rojas y naranjas caen al suelo mientras el grupo viaja a través de bosques dibujados a mano, avanzando hacia su deber y hacia estaciones más duras. Después de cruzar un puente precario, cuando intentan regresar, descubren que ha sido cortado. El abismo que tienen ante ellos es uno de los innumerables puntos sin retorno de su viaje: en cada paso, la amistad y la muerte dan forma a su destino.
Onimusha está disponible en Netflix.
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