El papa emérito Benedicto XVI, el sacerdote alemán que trató de despertar el cristianismo en una Europa secularizada pero que siempre será recordado como el primer pontífice en 600 años en renunciar al cargo y su inacción ante las denuncias de abuso sexual en el seno de la Iglesia, murió el sábado. Tenía 95 años.
El papa Francisco celebrará su misa de funeral en la Plaza de San Pedro el jueves, un evento sin precedentes en el que un Papa actual celebrará el funeral de uno anterior.
Benedicto sorprendió al mundo el 11 de febrero de 2013, cuando anunció, en su típico latín suave, que ya no tenía la fuerza para dirigir la Iglesia católica, algo que hizo durante ocho años a través del escándalo y indiferencia.
Su dramática decisión allanó el camino para el cónclave que eligió a Francisco como su sucesor. Luego, los dos Papas vivieron uno al lado del otro en los jardines del Vaticano, un arreglo sin precedentes que preparó el escenario para que los futuros “Papas Eméritos” hicieran lo mismo.
Benedicto XVI en el cine
En las instituciones más antiguas del mundo, el cambio nunca es algo que deba tomarse a la ligera. Y en ninguna parte eso es más cierto que en la Iglesia Católica Apostólica Romana, una de las instituciones más antiguas del mundo, donde en las últimas décadas el liderazgo sacerdotal se ha enfrentado a un debate: si, en tiempos cambiantes, adaptarse a las nuevas expectativas o mantenerse fiel a las viejas costumbres.
Benedicto XVI en el cine: Los Dos Papas
Ese debate está en el centro de The Two Popes (Los Dos Papas, 2019) del director brasilero Fernando Meirelles, conocido por su trabajo en Cidade de Deus (2002). Inspirada en hechos reales, la película se centra en el cardenal Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) y el anciano papa Benedicto XVI (Anthony Hopkins).
Sus diferencias ideológicas y temperamentales, y los debates teológicos que surgen de ellas, impulsan la acción de la película mientras los líderes discuten sobre el futuro de la religión en el siglo XXI. Y aunque gran parte de la película es ficticia, esos debates muy reales tienen consecuencias mucho más allá del enclave enclaustrado del Vaticano, con las determinaciones de la Iglesia en temas como el celibato entre los sacerdotes y el papel de la mujer en la Iglesia que tienen ramificaciones para la vida de más de mil millones de católicos.
El papa Francisco, ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, es retratado en la película como un progresista de voluntad fuerte, un hombre que se siente más cómodo dando sermones al aire libre y trabajando en proyectos para los pobres que participando en los rituales solemnes del Vaticano. La descripción puede no estar muy lejos, aunque, como sugiere la película, simplificar a Bergoglio como un líder religioso sería un error.
Como sacerdote jesuita en Argentina, Bergoglio ascendió rápidamente en las filas de la orden católica. En 1973, se convirtió en jefe de todos los jesuitas en el país y el vecino Uruguay con solo 36 años. Pero durante su mandato, el joven sacerdote llegó a perder el favor dentro del grupo.
Como destacado líder religioso, enfrentó acusaciones de complicidad durante la dictadura militar que tuvo lugar entre 1976 y 1983, incluidas afirmaciones de que no defendió a dos sacerdotes secuestrados por el régimen, algo que él niega. Hablando en su primera entrevista como Papa, Bergoglio dijo que, durante su mandato, su “manera autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener serios problemas y a ser acusado de ser ultraconservador”.
En 1990, Bergoglio fue despojado de sus responsabilidades de liderazgo y enviado a Córdoba, donde pasó dos años en lo que luego describió como “una época de gran crisis interior”. Cuando regresó, fue como un líder diferente, con una nueva perspectiva obtenida de sus interacciones con los pobres de esa ciudad. Y cuando volvió a ascender dentro del liderazgo católico argentino, adoptó muchas más actitudes liberales sobre el papel de la Iglesia en la lucha contra la pobreza y la desigualdad, actitudes que llevaría con él al Vaticano.
El papa Benedicto XVI, nacido como Joseph Ratzinger, quien se desempeñó como cabeza de la Iglesia Católica de 2005 a 2013, se muestra en la película como un líder rígido e intransigente que vio el regreso a los principios como el mejor curso para una iglesia que lucha con los problemas del siglo XXI. Al igual que la representación de Francisco de Pryce, esa caracterización no está fuera de lugar.
Nacido en Alemania en 1927, Ratzinger era un niño cuando los nazis tomaron el poder en 1933. A los 14 años, lo obligaron a unirse a las Juventudes Hitlerianas, aunque su familia se había opuesto al régimen fascista, antes de ser reclutado por el ejército alemán. Unos años más tarde Ratzinger se convirtió en un académico católico que durante décadas enseñó dogma y teología, escribió tratados teológicos y se desempeñó como asistente experto en el Concilio Vaticano II a mediados de la década de 1960. Y aunque fue conocido como progresista durante años, se volvió más conservador a medida que envejecía. En 1977, Ratzinger se convirtió en Arzobispo de Munich y Freising, y en 1981, fue nombrado guardián teológico del Vaticano bajo el papa Juan Pablo II, donde sirvió durante más de dos décadas y se hizo conocido por sus actitudes estrictas así como por su inteligencia.
Su liderazgo fue puesto a prueba por las acusaciones de abuso sexual infantil presentadas contra la Iglesia durante su mandato como Papa. Se pronunció repetidamente en contra de la mala conducta, ordenó investigaciones y emitió nuevas reglas en 2010 para facilitar las sanciones a los sacerdotes pederastas. Pero su relativa falta de voluntad para pedir cuentas a la jerarquía católica hizo que muchos creyeran que no había ido lo suficientemente lejos para acabar con la amenaza. Y en 2013, el Papa Benedicto XVI anunció su renuncia, alegando edad y problemas de salud, convirtiéndose en el primer Papa en renunciar desde el siglo XV.