Si Drive My Car era una intensa reflexión sobre el cuerpo, las palabras y la memoria, la nueva película de Ryûsuke Hamaguchi, Evil Does Not Exist (El Mal no Existe), es íntima y tranquila, una especie de parábola ambientalista y anticapitalista que se desarrolla al ritmo de un sueño de opio, en un pequeño pueblo agrícola japonés donde la vida transcurre lenta y sin ningún suceso que podamos reconocer como un incidente.
Cuando una agencia de talentos de Tokio llega al pueblo para construir un glamping en el que la gente “libere el estrés”, esta forma de vida sencilla se ve amenazada. Una larga parte de Evil Does Not Exist tiene lugar en una reunión municipal, en la que los aldeanos critican a los intrusos por su mala planificación. Luego, esos mismos capitalistas, entrenados en relaciones públicas, se humanizan durante su viaje por la autopista de regreso a Tokio. Todo se desarrolla dentro de la buena educación japonesa, hasta que llega a un punto sorprendentemente violento e inquietante en el final.
Cómo se hizo El Mal no Existe, la nueva película de Ryûsuke Hamaguchi
La atmósfera silenciosa de la película -una especie de híbrido entre documental naturalista y cuento folk popular-, puede explicarse por su origen como pieza escénica. En la conferencia de prensa antes de su estreno en el Festival de Venecia, Hamaguchi explicó que la cantautora Eiko Ishibashi -autora de la banda sonora de Drive My Car-, le pidió que filmara imágenes para sus conciertos en vivo. Después de intercambiar ideas durante un tiempo, decidieron que harían el proyecto en dos partes: filmar una película tradicional con música de Ishibashi y luego usar parte del metraje en sus shows.
Buscaron locaciones en diciembre de 2022 y filmaron durante febrero y marzo como un “proyecto personal”, sin estar seguros de en qué se convertiría. El resultado es Evil Does Not Exist y The Gift, que se estrenará en el Festival de Gante en Bélgica en primavera y se presentará en las próximas actuaciones de Ishibashi.
La película alteró la forma en que Hamaguchi se relacionaba con lo natural, una experiencia que espera que se extienda a su audiencia. “No tenía una gran conexión con la naturaleza hasta que hice esta película. Yo no era el tipo de niño que saldría a jugar en la naturaleza. …Para mí, la naturaleza eran parques que estaban dentro de áreas urbanas”.
La escena inicial -un plano de seguimiento extendido que mira hacia los árboles y el cielo-, estuvo en su cabeza desde que tenía 20 años. “Estaba caminando por un parque en Tokio y recuerdo haber encontrado esta perspectiva y darme cuenta de que realmente puedes seguir observando la naturaleza y el movimiento de esta manera. Esta fue para mí mi primera experiencia consciente de estar conectado con la naturaleza. Estaba muy cansado en ese momento y recuerdo haber descubierto que había un elemento curativo en la naturaleza. Pero en ese momento no sabía cómo incorporar esa perspectiva particular en una película. Así que me alegro de haber podido finalmente hacerlo”.
Aun así, fue ambiguo cuando se le preguntó su opinión sobre las “cuestiones ambientales” en la conferencia. “No estoy en condiciones de hablar de cuestiones medioambientales. Me preguntan mucho… pero ese no fue realmente el enfoque principal de la película”, dijo. “Me embarqué en este proyecto desde un punto de vista visual, porque quería pensar en qué armonizaría y se combinaría bien con la música de Eiko. Pensé que la naturaleza era el mejor material para trabajar con su música… Su música tampoco da respuestas claras, y al observar el movimiento natural del agua, la luz y los árboles, pensé que estas imágenes expresarían mejor lo que siento por la música.”