El final de Dejar el Mundo Atrás, explicado

El final de Dejar el Mundo Atrás es ambiguo e inquietante: menos un apocalipsis que un oscuro exámen de la sociedad norteamericana.

En Dejar el Mundo Atrás (Leave the World Behind), dos familias de diferentes entornos, clase social y raza tienen que aprender a sobrevivir al ataque -tecnológico, militar y, sobre todo, psicológico- que sufre Estados Unidos: una invasión diseñada para explotar el individualismo y la falta de solidaridad de la sociedad, un proceso que termina de romper los lazos colectivos antes de la ocupación definitiva. La película es pura atmósfera, que explora menos un apocalipsis que sus residuos psicológicos, la manera en que ante una situación de crisis, se exacerban las tendencias egoístas presentes en la comunidad.

Basada en la novela homónima de Rumaan Alam, Dejar el Mundo Atrás sigue a la familia Sanford, que emprende un viaje improvisado desde Brooklyn a Long Island. La casa de alquiler es hermosa, pero extraños eventos comienzan a suceder -un barco fuera de control, animales que invaden los jardines, aviones que caen del cielo-. El dueño de la propiedad -George Scott (Mahershala Ali)- y su hija Ruth (Myha’la Herrold)- aparecen en la puerta en medio de un blackout masivo. A medida que el mundo que los rodea colapsa, ambas familias se ven obligadas a convivir en medio del peligro y la incertidumbre.

El final de Dejar el Mundo Atrás es ambiguo e irónico, pero marca la temática de la película: el director Sam Esmail está más interesado en plantear un escenario lleno de tensión y sospechas, un estado de catástrofe inminente, que en poner en escena un apocalipsis. Su objetivo no es la espectacularidad, sino hacer un oscuro exámen de la sociedad norteamericana.

El final de Dejar el Mundo Atrás de Netflix: Rose y la felicidad

Cuando una mañana a Archie se le caen los dientes repentinamente y Rose (Farrah Mackenzie) desaparece, obliga a los demás a salir de la casa y buscar respuestas. Los dos padres, George y Clay Sanford (Ethan Hawke), se unen para encontrar medicamentos. Esto los lleva a la casa de un contratista, Danny (Kevin Bacon), un estereotipo de paranoico de derecha que parece haber estado esperando este momento durante mucho tiempo. Tras una violenta discusión, entrega los medicamentos para Archie por mil dólares.

Danny menciona el “bunker del fin del mundo” de la familia Thorne, el mismo al que ingresa Rose: un espacio subterráneo saturado de suministros, comodidades, agua, electricidad y comunicación con los sistemas informáticos de inteligencia, que revelan que células rebeldes armadas ya comenzaron el ataque. La niña encuentra una enorme colección de DVDs y se prepara para ver su ansiado episodio final de Friends. El plano final de su cara mientras mira la televisión da paso al tema musical del programa: I’ll Be There for You (Estaré Allí Por Tí) de The Rembrandt.

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Farrah Mackenzie, Dejar el Mundo Atrás, Netflix

Mientras los adultos están marcados por las sospechas y la desconfianza hacia el Otro, Rose se mantiene firme en su creencia de que el peligro es inminente. La niña se da cuenta de que tiene más posibilidades de sobrevivir -no ser como “El hombre que se ahoga”-, si intenta salvarse a sí misma.

Mientras su familia y los Scott dependen de grandes teorías y misiones para racionalizar lo que sucede, ella recurre a lo que la rodea. “Estoy cansada de esperar”, le dice a su madre Amanda (Julia Roberts), con un doble significado: cansada de esperar a que alguien la salve, cansada de esperar para ser feliz (la niña había sido capaz de definir en pocas palabras lo que significaba ver Friends para ella). El tema musical del programa cierra con ironía Dejar el Mundo Atrás: cuando el mundo se vuelve contra sí mismo, nadie estará allí para ayudarte. 

La invasión de Estados Unidos en Dejar el Mundo Atrás

George le revela a Clay que ha estudiado el análisis costo-beneficio de varias campañas militares. Las más aterradora es una simple maniobra de tres pasos “que podría derrocar al gobierno de un país desde adentro”: el primer paso es eliminar los sistemas de comunicaciones y transporte; luego aterrorizar al público con información contradictoria; sin un enemigo definido, el tercer paso ocurrirá por sí solo: la población se volverá contra su gobierno y contra sí misma, conduciendo a un golpe de estado y una guerra civil. “Es la forma más rentable para desestabilizar un país. Porque si esa nación es lo bastante disfuncional, básicamente haría el trabajo por uno”.

Dejar el Mundo Atrás roza de manera superficial varias de las temáticas que definen lo contemporáneo , pero sin una posición ideológica clara. La dependencia personal y social de la tecnología (“Soy un hombre inútil sin mi GPS y mi celular”, dice Clay), el armamentismo, las finanzas, la paranoia, el ambientalismo y sobre todo, la sensación de incertidumbre y la falta de expectativas con respecto al futuro que domina el presente de las sociedades.

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Kevin Bacon, Dejar el Mundo Atrás, Netflix

“Estados Unidos no es un país, es una maldita empresa”, decía el personaje de Brad Pitt en Killing Them Softly de Andrew Dominik. Amanda y George tienen ocupaciones (ella se dedica al marketing y él es un broker de alto perfil) que que se basan en maximizar las ganancias de las empresas y que refuerzan el simulacro de vida social.

Con conceptos sacados del clásico de la filosofía política Leviatán (1651) de Thomas Hobbes y de 1984 de George Orwell, Dejar el Mundo Atrás explora la idea de que un enemigo definido -real o imaginario- es lo que da cohesión a la sociedad y justifica el poder concentrado y policial del Estado para acabar con la lucha polarizada de intereses personales: el todos contra todos (El hombre es el lobo del hombre).

La película plantea un escenario actual de ignorancia y desinformación (el enemigo son los iraníes, los chinos o los coreanos del norte, según las pretensiones cambiantes de Estados Unidos) y eleva una leve crítica (“hemos hecho muchos enemigos en el resto del mundo”) al prontuario del país, que a lo largo de la historia, a través de sus servicios de inteligencia, desestabilizó países, financió terroristas, asesinó líderes políticos, etc. contrarios a los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos o sus empresas.

El final de Dejar el Mundo Atrás es ambiguo con respecto a los responsables del ataque -puede ser un golpe de estado interno, algún país enemigo o una coalición-. El director Esmail propone un escenario de catástrofe inminente para explorar cómo la crisis define las conductas personales y colectivas. En un mundo individualista, virtual y lleno de incertidumbres, el apocalipsis es ahora.

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