Damisela, la fantasía metoo de Netflix
Desde el comienzo, Damisela (Damsel) de Netflix quiere que sepas que no es como otros cuentos de hadas. El revisionismo feminista de la fantasía no es original, pero el director Juan Carlos Fresnadillo lleva la grado cero la carga narrativa con una historia mínima de supervivencia que presenta una heroína que asume su agencia en estado puro.
El primer acto de Damisela se desarrolla como un clásico cuento de hadas romántico. Elodie (Millie Bobby Brown) es una noble de una tierra alejada castigada por el frío y el hambre, que acepta un matrimonio arreglado con el futuro rey de Aurea que traerá un poco de prosperidad a su pueblo: el deber está por encima de su propia felicidad. Cuando llega al reino, descubre una especie de paraíso terrenal, el otro lado del espejo de su propia tierra: todo sol, flores canónicas, carruajes dorados, espacios verdes inconmensurables. Una puesta en escena de su imaginación.
La reina Isabelle (Robin Wright) es intensamente cordial; su futuro esposo, Enrique (Nick Robinson), es amable, hot y receptivo. Entre ellos hay una química que todavía no se atreve a mostrarse plenamente, que se mueve entre la timidez, el deseo y la inexperiencia. Al igual que Elodie, Henry está ansioso por ver más allá de las fronteras de su reino, y Fresnadillo fotografía un paseo a caballo por las colinas y valles que rodean el castillo con un vigor arrollador que sugiere libertad, entusiasmo, una emoción tácita y contundente.
Pero el comportamiento de la familia real comienza a enrarecerse: arrogancia, miradas cruzadas, charlas privadas. Algo en Aurea anda mal. Después del casamiento, Henry la lleva a un enclave montañoso donde Elodie es obligada a participar en una antiguo ritual que mantiene seguro el reino. ¿Por qué los nobles llevan máscaras doradas, como en un carnaval de Venecia del infierno? ¿Por qué Isabelle cuenta una historia sobre un ex rey que sacrifica hijas a un dragón autóctono? Y… espera, ¿por qué Henry simplemente arroja a su esposa recién casada a un pozo siniestro?
Ella es parte de los sacrificios al último dragón, el habitante originario de Aurea, que aceptó compartir la tierra con los humanos a cambio de tres doncellas por cada generación. Cuando la configuración deja a Elodie rota en el fondo del pozo, Damisela cambia el registro hacia el puro horror de supervivencia, un riff de fantasía oscura con las suficientes dosis de magia suave para recordarnos que todavía estamos en un reino de cuento de hadas.
Elodie debe recorrer los túneles, grietas y pasadizos de la cueva para salvar su vida mientras el dragón (con la voz de Shohreh Aghdashloo) la intenta atrapar. En el camino, encuentra indicadores de que no es la primera víctima de ese destino. Pero al igual que muchas mujeres antes que ella, Elodie no está dispuesta a morir sin luchar. Mientras se orienta en la enorme guarida del dragón, Damisela nos guía de cueva en cueva, creando nuevas reglas a seguir para su heroína. Las mujeres sacrificadas dejaron sus nombres grabados en las paredes, mapas y pistas sobre cómo escapar: fantasmas hermanados en la injusticia, una sororidad que llega desde el más allá.
Los huesos fuertes de Millie Bobby Brown
Con 28 Semanas Después y la defectuosa pero elegante Intruders de 2011, Fresnadillo ha demostrado talento para jugar con luces y sombras. La oscura fantasía de Damisela le permite – gentileza del director de fotografía Larry Fong – , aportar textura y variedad al espacio, con charcos de luz contrastantes y ángulos de cámara inclinados para marcar la presencia acechante de la bestia. Después de la apertura Disney, Damisela se adentra en el horror al estilo Del Toro. Aunque hay poco gore, el director español no deja dudas de que Elodie está en peligro y que las heridas que sufre realmente duelen.
Como historia, la película está impulsada por su diseño y acción, pero es sobre todo un vehículo para Millie Bobby Brown, quien desde su papel destacado en Stranger Things se ha convertido para Netflix en lo que Joan Crawford fue para MGM. Damisela se entrega a su actuación de manera económica y despiadadamente eficiente.
Con la tarea de llevar sola gran parte de la película, Brown se lanza con entusiasmo al modo de heroína de acción. Si bien tiene que cargar con diálogos banales y la evolución obvia de su personaje, muestra una ira creciente detrás de su voluntad de sobrevivir empuñando una espada, cayendo por abismos insondables y trepando paredes filosas, ofreciendo una actuación físicamente comprometida.
La falta de realismo de la fantasía no es equivalente a la falta de lógica, y guion presenta una serie de puntos de la trama fuera de toda ley de la causalidad. Damisela vive y muere en las actuaciones de Brown y Aghdashloo. En definitiva, es una colección de lugares comunes, en la que Elodie demuestra que, incluso en su situación, es capaz de salvarse a sí misma con la ayuda de quienes estuvieron antes que ella en su lugar.
Lo que falta es una sensación de grandeza u originalidad que pueda elevar esta historia superficial. Damisela recurre a la conclusión más fácil y predecible disponible, ilustrando así que, a pesar de todo su supuesto revisionismo, es simplemente un nueva clase de fábula cliché para sentirnos empoderadas.