REVIEW

Crítica La Chica Más Afortunada del Mundo (2022)

Luckiest Girl Alive

La Chica Más Afortunada del Mundo

Crítica La Chica Más Afortunada del Mundo

La Vida Como Simulacro

2/5

Luckiest Girl Alive: La Vida Como Simulacrona de las escenas más recordadas del cine de los 80’s es el comienzo de Blue Velvet (Terciopelo Azul, David Lynch, 1986): un hombre riega el impecable jardín de su impecable casa en un impecable barrio residencial. Pero luego la cámara se desplaza hacia abajo, se mete en la tierra, en la mugre y la fealdad llena los insectos rapaces que devoran el césped. Lynch es el maestro del morbo que se esconde debajo de la fachada del american dream para poner en escena el inconsciente colectivo y las obsesiones de la sociedad norteamericana. 

Con Luckiest Girl Alive (La Chica más Afortunada del Mundo), el británico Mike Baker se revela como el negativo de Lynch: un director fascinado por las superficies brillantes, que intenta abordar grandes temas contemporáneos -el metoo, la diferencia de clases y los tiroteos en las escuelas secundarias- pero no sabe cuestionarlos, que intenta criticarlos pero confunde consciencia social con sarcasmo light y sensacionalismo. 

La película es todo lo que quiere ser y no le sale: profunda, ácida, inteligente. Lo que queda es un catálogo de enfermedades sociales a través de la odisea emocional de Ani FaNelli (Mila Kunis), una mujer traumada que decidió tener la vida que la sociedad dice que es perfecta: ser rica. Y lo ha logrado. Está comprometida con un millonario (Luke, interpretado por Finn Wittrock) y trabaja en una importante revista femenina llamada Women’s Bible, aunque su principal aporte a la cultura fue el artículo 1500 Maneras de Hacer una Mamada a un Pene Sin Prepucio-.

Crítica La Chica Más Afortunada del Mundo
La Chica Más Afortunada del Mundo
Chiara Aurelia y Thomas Barbusca. Foto de Sabrina Lantos/Netflix © 2022.

La Chica Más Afortunada del Mundo es la vida como simulacro: Ani desprecia a la aristocracia, odia no poder comer carbohidratos, tener que parecer feliz y agradecida todo el tiempo cuando en realidad su mente tiene pulsiones slasher, 1500 maneras de asesinar a tu futuro marido. La película amenaza con volverse una versión femenina de American Psycho (Mary Harron, 2000), llena de humor corrosivo y trastornos mentales, pero enseguida cambia el rumbo hacia el tema de las masacres en las escuelas y del abuso sexual, un pasado que Ani ocultó para cumplir sus fantasías bancarias.

Gran parte de la película se cuenta en flashbacks con una joven Ani interpretada por una perfecta Chiara Aurelia, que sabe trasmitir las ansiedades de una adolescente de clase media tratada por sus compañeros como una extranjera en el colegio privado top que fue becada. Cuando es violada por su novio y dos amigos en una noche de alcohol, Aurelia es pura angustia, dudas y desesperación, cuestionada por las autoridades del colegio y por su madre (Connie Britton), que la ve menos como una víctima que como una irresponsable por frustrar sus ambiciones de escalar socialmente. 

Oscar Wilde escribió: “Dale a un hombre una máscara y te dirá la verdad”. Una estética de carnaval, que acepta que todos interpretamos una ficción social para los demás, pero que en esa actuación se revelan nuestros más profundos deseos. El problema del personaje de Ani es su complejo de superioridad, sus orgasmos por la vida que desprecia. Un absolutismo de las apariencias que critica y ama porque se cree mejor intelectual y moralmente que los demás.

El guion de Jessica Knoll, basado en su best seller, intenta funcionar por acumulación de traumas privados y sociales. Pelo le falta ingenio para unir los temas, y solo se queda en la superficialidad de los eventos y de los personajes secundarios, caricaturas estereotipadas de la alta sociedad. Hay un tiroteo y una violación grupal, pero Baker los muestra con tal mal gusto que convierten a La Chica Más Afortunada del Mundo en una película exploitation que termina con un discurso feminista demagogo. 

El metoo no solo cambió la sociedad, sino que cambió la manera con la que el cine habla de estos temas. La Chica Más Afortunada del Mundo es la apariencia de la apariencia, un juego de espejos maquillado con el zeitgeist de la época, pero llena de sensacionalismo y morbo cosificado por la insensibilidad.

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