En todo nombre está escrito un destino.
Furiosa hereda el suyo de las Furias de la Antigüedad, las diosas de la venganza, esas hijas de la noche que no reconocían la autoridad de los demás dioses. Su nacimiento está marcado por la pérdida de la virilidad: Urano es castrado con una hoz por su hijo Cronos y de la sangre de su amputación, mezclada con la tierra, surgen estas criaturas violentas, retobadas, en permanente estado de subversión para repartir la justicia que escapa a las leyes humanas.
Con Furiosa: de la Saga Mad Max, el personaje se suma definitivamente al panteón de la mitología pop del feminismo kamikaze: Furiosa vence a los hombres en su terreno, se mide en el abismo de un empoderamiento alucinado, nihilista, hermoso en su desesperación. Las dos películas que se centran en ella remiten a un horizonte mítico y siguen sus intentos por encontrar su paraíso perdido. Un eco de las Furias grecorromanas que se revela como una fuerza oracular: si Fury Road de 2015 era la historia de una castración (¿o acaso Furiosa no castra a Immortan Joe al liberar a sus concubinas paridoras?), su precuela es la historia de una venganza: una sublimación sado justiciera contra quienes la robaron de su Edén y asesinaron a su familia.
George Miller decide descartar el misterio, el fuera de campo narrativo de Furiosa en Fury Road (interpretada por una feroz y vulnerable Charlize Theron) para poner en escena a una heroína en carne viva: no solo le da un convincente arco existencial, sino que interviene la historia con un psicodélico imaginario bíblico. En el Evangelio según Miller, Furiosa se vuelve babilónica.
Furiosa: de la Saga Mad Max, el Evangelio según George Miller
La película juega con numerosos efectos espejo con Fury Road y el resto de la franquicia, pero no es un fan service: es un caleidoscopio simbólico que envuelve al personaje, como si sólo en el retorno a la fuente del mito se escondiera el secreto de la supervivencia, el antídoto al post-apocalipsis que se esconde en las formas, las imágenes, las ideas y las relaciones con el pasado, una idea reforzada por el narrador ocasional del relato: el History Man (George Shevtsov), un viejo sabio “enciclopédico” que lleva la memoria del mundo tatuada en la piel.
La primera mitad de Furiosa: de la Saga Mad Max presenta a la precoz Furiosa (Alyla Browne, talento en estado natural) y al Edén prometido en Fury Road: El Lugar Verde de Muchas Madres, el refugio de su tribu matriarcal Vuvalini, un espejismo ecológico materializado en medio de la nada de Wasteland. En este ecosistema autosustentable de Evas sin dios ni Adanes, todo árbol es un Árbol de la Vida. A lo largo de la película habrá frutas prohibidas, crucifixiones, Piedades que comparten con sus torturadores la locura y los horrores del mundo: visiones del pensamiento collage desmedido y barroco de Miller, que lo acercan a los infiernos terrenales de pintores como Bruegel el Viejo o El Bosco.
Furiosa es secuestrada de su hogar como una prueba viviente de la tierra prometida, que sus captores pretenden vender al señor de la guerra más cercano: Dementus (Chris Hemsworth), el hiperbólico gladiador/profeta de la megalomanía belicista. Dementus se asoma al mundo como quien ve una hermosa causa perdida, un fracaso de lujo. En él, la grandilocuencia discursiva entra en conflicto con el patetismo de una virilidad exacerbada que rechaza toda emoción y sensibilidad.
Dementus le recuerda a Furiosa (Anya Taylor-Joy, con ojos que sugieren tempestades) el origen de la ira que comparten, la misma que caracteriza a todas las películas de Mad Max: “si buscamos sentir sensaciones, cualquier sensación, es para olvidar nuestro dolor”. Es una figura trágica que opera con la fría lógica de un nihilismo perfecto, y que funciona como el catalizador de la psicosis reivindicativa de Furiosa, el conducto para destruir la inocencia que puede quedar en el mundo. Una vez más, Miller utiliza lo grotesco para buscar lo sublime.
El paraíso perdido de Furiosa
En comparación con las demás películas de Mad Max, la trama de Furiosa resulta relativamente compleja: Miller multiplica las elipses y navega entre tres lugares diferentes: la Ciudadela de Immortan Joe (Lachy Hulme) y sus War Boys, Bullet Farm y Gas Town, tomada por Dementus y su ejército de motociclistas degenerados. Si el subtítulo Fury Road remarcaba al hecho de que era una persecución interminable, de la Saga Mad Max implica la construcción de una historia que abarca quince años y alterna entre las diferentes fuerzas que compiten por los recursos necesarios para sobrevivir en el páramo.
Miller traza constelaciones de orientación, como el mapa estelar tatuado en el brazo de Furiosa. Una especie de brújula existencial que hay que arrancar en el fragor de la batalla, pero de la que quedan los recuerdos, el sentido de pertenencia, los signos de algo que todavía puede ser alcanzado.
Allí donde Mad Max: Fury Road era urgente, impulsada por la esperanza de volver a casa, Furiosa es mitológica, una película sobre cómo la protagonista debe reconstruirse a sí misma en un mundo de caos metálico y locura surrealista. Toda venganza es un intento de lograr que las cosas terminen donde habían comenzado, y ambas películas están atravesadas por la nostalgia del Edén, por el deseo de volver a los orígenes, a ese Lugar Verde que aparece como un paraíso perdido por reconquistar.
Furiosa en el extraño mundo de George Miller
“¿Tienes lo necesario para volverte más épica?”, le pregunta Dementus a Furiosa. Más bien, es la pregunta que Miller se está haciendo a sí mismo. Al igual que Fury Road, Furiosa es poesía en salvaje movimiento: las distintas persecuciones muestran una preferencia por la estética del caos y demuestran por qué Miller es el artista del mundo flotante de la barbarie.
Aquí, el director australiano está menos interesado en la ambigüedad de sus matices que en lo épico de sus detalles. Con una extrañeza digital más evidente que su predecesora, Furiosa es emocionalmente cruda y físicamente táctil. La soberbia legibilidad de la puesta en escena y un inmenso trabajo de espacialización configuran el manifiesto desquiciado, la película molotov de un maestro artesano.
Lo irracional es el fundamento de todo lo que acontece en el mundo Mad Max. El horizonte de Miller no tiene reverso, no promete ningún mañana. La exaltación del espectáculo hiperactivo proviene de un estado melancólico: la carrera no conduce a ninguna salvación. La exuberancia de lo sagrado femenino se convierte en desierto, de un fruto sólo queda una semilla, de una tierra de mujeres sólo quedan hombres configurados para la guerra.
Pero, de alguna manera, Miller logra que sus películas apunten hacia el futuro. Así, Furiosa aborda los ciclos recurrentes que agitan a la humanidad y la condición humana: del apetito por la destrucción nace una necesidad de pulsión de vida. Al final de su búsqueda, los ojos del ángel vengador brillan con un fuego negro, reflejando las visiones extrañas que George Miller sigue produciendo como ningún otro, demostrando que este mundo devastado todavía tiene historias que vale la pena contar.