Crítica Agente Stone (Heart of Stone) de Netflix con Gal Gadot
Jean-Luc Godard dijo que “todo lo que necesita una película es una chica y una pistola”. Heart of Stone (Agente Stone) es la demostración práctica que un genio también puede equivocarse: la chica es Gal Gadot y con una pistola puede salvar el mundo, pero la película de Netflix es un déjà vu permanente, un Museo de Películas de Acción que antes de que alguien pueda decir “Misión Imposible” comienza la orgía de fórmulas, lugares comunes e ideología reaccionaria que hacen que Rápido y Furioso parezca escrita por Paul Schrader.
En un contexto en el que Hollywood proyecta su falta de imaginación a los espectadores y produce industrialmente precuelas, secuelas, remakes y reboots, Agente Stone no necesita de su propia historia original para ser algo ya asimilado y familiar. Netflix apuesta por (re)hacer lo viejo con una cara nueva. Pero el giro feminista es incompleto: es solo una mujer haciendo lo que los hombres hicieron tantas veces antes que ella.
Mientras que el postmodernismo trajo a partir de los 90’s una crítica creciente a los valores y a las instituciones estadounidenses, Agente Stone es el sueño húmedo de George W. Bush: una apología de la vigilancia y de una especie de totalitarismo clandestino como garantía de la paz mundial.
Gadot interpreta a Rachel Stone, una agente encubierta de El Cartel -una Agencia de Inteligencia secreta incluso para las Agencias de Inteligencia- que está infiltrada hace un año en el MI6. Que un equipo de espías profesionales no haya detectado a una espía en sus filas es parte del contrato espectatorial de esta clase de películas: son cosas que pasan. Pero que pasen sus noches charlando sobre cuestiones de seguridad nacional en un local de hamburguesas exige una suspensión de la incredulidad extralimitada.
El Cartel posee un sofisticado sistema llamado The Heart (El Corazón) capaz de hackear todas la cuentas, todos los dispositivos de seguridad, todas las cámaras de vigilancia -toda información que esté conectada a una red de internet- para generar algoritmos que puedan predecir situaciones y posibilidades. Stone no advierte el conflicto sináptico de trabajar para una agencia fuera del alcance de los Gobiernos que puede vulnerar todas las libertades civiles para “salvar la mayor cantidad de gente posible” matando mucha gente. La magia del pensamiento binario: son los buenos contra los malos, donde los errores son individuales y no sistémicos.
Gadot es una de esas actrices de diseño para franquicias de diseño: en Agente Stone es una especie de Wonder Woman vestida de civil, una figura de acción indestructible y acrobática con la que jugar en lugar de una persona en la que creer, algo que funciona mejor para su registro limitado. El resto del reparto –Alia Bhatt, Sophie Okonedo, Matthias Schweighöfer– son accesorios para hacer avanzar la historia. El único que sobresale es Jamie Dornan como Carter, capaz de matizar con cierto éxito el arco de su personaje.
Las películas de acción se parecen cada vez más a cine porno: la trama es un mal necesario para poner en escena lo importante: persecuciones de autos, explosiones, buenos y malos, gente hot violenta y paisajes exóticos. En Agente Stone hay todo eso. Y nada más. Podría ser la Spinal Tap del género si no se tomara tan en serio a sí misma, asumiendo su intrascendencia sin convertirse en una parodia ni en discurso social: Stone nunca cuestiona el tipo de intervencionismo de El Cartel, que su uso de la vigilancia masiva es una de las formas del totalitarismo.