Jonathan Rhys Meyers, entre la intensidad y la nada
Cuando en 2005 Jonathan Rhys-Meyers se convirtió en el nuevo it boy sexy y andrógino (Match Point), de pulso rockero (la miniserie Elvis: Los Primeros Años y el antecedente glam de Velvet Goldmine) y sofisticado (campañas como modelo de Versace y Hugo Boss), era difícil prever que terminaría siendo un héroe de acción en películas clase B como Atentado en el Aire (97 minutes). Pero hay algo admirable en el actor: siempre lo deja todo, se mete en el personaje como si fuera una segunda piel, como si calidad del proyecto fuera una abstracción superficial y no se conformara con nada menos que una interpretación llena de intensidad.
Después de The Good Neighbor -un thriller queer en el que interpreta a una asesino serial-, Rhys Meyers protagoniza Atentado en el Aire como un agente encubierto de Interpol que debe salvar a los ocupantes de un avión secuestrado por una célula terrorista pseudo eslava antes de que se estrelle o sea derribado por los Cazas del Gobierno.
El vuelo 420 partió de Londres y se dirige a Nueva York. Una facción terrorista vagamente definida y liderada por Anan (Pavan Grover) toma el control del avión utilizando revólveres impresos en 3D, con resultados imprevistos: el piloto resulta gravemente herido, el copiloto muere, el fuselaje es atravesado por un par de balas (lo que crea una situación de altitud-presión inestable), quedan 97 minutos antes de que se acabe el combustible y nadie sabe bien cómo manejar un fucking avión.
Los agentes de Seguridad Nacional en tierra, liderados por el director Hawkins (un Alec Baldwin anestesiado en su intento de pagar sus facturas legales), deben encontrar un manera de encender el piloto automático o derribar el avión antes de que se convierta en un déjà vu del 11/S. En el aire, Alex (Rhys Meyers) juega a dos puntas: es un agente encubierto y parte del grupo de secuestradores. Pero el guion de Grover no tiene interés en usar su propia configuración: no interviene en esa dinámica, como si pertenecer al bando terrorista sólo le diera a Alex un mayor margen de libertad de acción en el avión.
Atentado en el Aire, el eco tardío del 11/S
Por supuesto, con Atentado en el Aire el director finlandés Timo Vuorensola (Iron Sky: The Coming Race, Jeepers Creepers: Reborn) no intenta reinventar el lenguaje cinematográfico, pero las vagas definiciones psicológicas y motivacionales de los personajes chocan con cierto nivel de realismo de la secuencias de acción. Más allá de la nebulosa insinuación de algún conflicto del pasado que justifica la sublimación sado justiciera del secuestro, no hay un discurso que rescate a la película de su intrascendencia.
En la película hay figuras indeterminadas y soló dos personas: Alex y la pasajera-enfermera Kim (MyAnna Buring), que tienen la intención de detener a los extremistas antes de que hagan lo que sea que les interese hacer. Rhys Meyers aporta una cierta oscuridad gélida al papel de Alex, un personaje que se mueve entre alguien demasiado turbio para ser un buen policía y demasiado sentimental para ser un terrorista; Buring es identificable como el profesional médico en pánico que lucha con demonios propios.
El título original 97 minutos puede hacer pensar que la película se desarrolla en tiempo real, pero ni siquiera: Atentado en el Aire apuesta todo a la urgencia de una situación improbable con una antinarrativa que adopta lo peor del entretenimiento barato marca Hollywood y se convierte en el desfile neutro de imágenes de una catástrofe inminente y sin sentido.