The Idol episodio 2 – Double Fantasy
El episodio debut de The Idol prometía una crítica salvaje y cínica a la industria del espectáculo y a la superficialidad del pop, antes de convertirse en una insulsa puesta en escena de la liberación personal a través de la sexualidad.
The Idol episodio 2, Double Fantasy (como el título del último disco de John Lennon, editado poco antes de ser asesinado), funciona como espejo narrativo: una primera parte que refleja la crisis existencial de una diva pop problemática, para luego caer en una estética trash del libertinaje. El duelo, la angustia y el sexo son el centro de gravedad de la historia de Jocelyn, pero The Weeknd y Sam Levinson están más interesados en despojarla de su agencia para explotar esas ideas.
Los mecanismos de la industria musical teen se amplifican en este capítulo, pero sin el humor perversamente incorrecto del estreno (“¿Estás romantizando la enfermedad mental?”), para dejar la realidad bruta de un fenómeno pop atrapado en un sistema en el que las personas son una commodity ocasional. The Idol episodio 2 comienza con la revolución fallida de Jocelyn (Lily-Rose Depp) contra su carrera, cuando organiza una especie de Festival de Empoderamiento Artístico para que su equipo escuche World Class Sinner / I’m a Freak (Tedros Tedros Remix), una réplica de la canción, pero en estado de orgasmo inminente. Pop + gemidos: lo que ella cree que es su verdadera naturaleza revelada.
Alguien ya había hecho esto hace más de 50 años: la nueva versión de Jocelyn es un revival involuntario de Je t’aime… moi non plus (Te Amo… yo tampoco), la canción que Serge Gainsbourg grabó en 1968 con el ícono sexy del cine Brigitte Bardot, que pidió no publicarla por temor a que perjudique su carrera. Al año siguiente, el cantautor (uno de los más geniales de las chanson francesa) la regrabó con la modelo y actriz Jane Birkin. Fue un hit. Gainsbourg decía que era “la mejor canción de amor de la historia”, pero el establishment la consideró pornográfica y fue censurada en varios países. Nota para Sam Levinson y The Weeknd: eso es ser provocativo.
The Idol episodio 2: el vía crucis de Jocelyn
La escena está cargada de patetismo, como si fuera un capricho adolescente de Jocelyn, pero que muestra sin eufemismos la reacción de la industria a cualquier intento de manifestar cierta autonomía personal: la jefa del sello discográfico Nikki (una enorme Jane Adams) le recuerda a Jocelyn por qué necesita respetar los “gigantes éxitos de grandes tetas” que la máquina de la industria ha hecho para ella, o acaso “¿Crees que ahora tienes una pija más grande que yo, princesa?”.
The Idol episodio 2 continúa con el vía crucis físico y emocional de Jocelyn intentado grabar el video promocional de World Class Sinner / I’m a Freak (Giant Fucking Big-Titted Hit Remix). La coreografía parece una metáfora del high concept de la serie: ella tratando de escapar de manos que la tocan, que la retienen. La repetición compulsiva de la toma -una autoflagelación en su insistencia masoquista en hacer perfecta su actuación para un video de mal gusto que ella odia- subraya su precario estado mental llevando al límite el esfuerzo físico, un dolor hecho de brillo, glamour y zapatos de taco aguja que está conectado a la agonía de la fama.
Por otro lado, la serie continúa infra utilizando a Jennie Kim en su narrativa como la amiga traidora que es la próxima en su línea de sucesión para el sello discográfico. Sus únicos diálogos son sobre si ella coge mejor que Jocelyn. Es fascinante cómo alguien directamente involucrado en la industria de la música como uno de los ídolos teen más grandes del momento es solo un decorado.
The Idol episodio 2: De la Vida de las Marionetas
Tedros (Abel Tesfaye aka The Weeknd) se presenta como el único personaje que escucha a Jocelyn. Es una figura peligrosa que se convierte en su único aliado cuando ella siente que su mundo se derrumba a su alrededor. The Idol 1×2 revela que no existen las casualidades: su encuentro no fue obra del azar, sino una estrategia de Tedros para entrar en la industria de la música.
Las mejores series malas son obras personales no exentas de obsesión: la poco convincente actuación de The Weeknd no deja de ser una performance transparente, y su gusto por ser el centro de atención es más auténtico que el naturalismo de otros actores. La clave de una serie objetivamente mala es un realismo patético y exagerado inducido por esta sobrevaloración del propio ego.
El sexo en la segunda mitad de The Idol episodio 2 comete el mismo error conceptual y estético que el primero: el cuerpo ya no es sinónimo de subversión -es patrimonio de las redes sociales- sino un territorio desconocido cargado de síntomas, que el mejor cine postmoderno hipervisibiliza desde una posición post-porno, no excitante, sino como el campo de batalla donde se juega la propia identidad.
Levinson pone en escena el sexo desde un voyerismo vintage, subrayado la descripciones de Tedros que parecen sacadas de algún VHS hard core. Desde el marqués de Sade y Leopold von Sacher-Masoch ha habido historias que han utilizado las artes para explorar la dinámica del poder en el sexo (la mejor película quizás sea La Venus de las Pieles de Roman Polanski), pero The Idol propone un espectáculo dedicado a la mirada masculina: Jocelyn actúa y se mueve según la dirección de Tedros, una falsa liberación, que en realidad amplifica su falta de personalidad y su sumisión a la industria de la música.
Así como la cinefilia de los 60’s consideró Reefer Madness (1936) -una película de propaganda antidrogas realizada por asociaciones cristianas que presenta el consumo de la marihuana como responsable de homicidios, violaciones, suicidios y demencia- como una obra maestra de la comedia bizarra, quizás The Idol sea rescatada en el futuro como una serie de culto sobre la sexualidad femenina, la calidad artística del pop prefabricado (“Quiero ser única, que mi música me trascienda.”) y los cantantes que se autoperciben como provocadores por naturaleza.
The Idol estrena nuevos episodios todos los domingos en HBO y HBO Max.
TRAILER | THE IDOL EPISODIO 3