Crítica My Policeman con Harry Styles
The Dreamers, Vicky Cristina Barcelona, La Maman et la Putain y, por supuesto, Jules et Jim: el cine ha dado grandes ménage à trois. Parejas impares llenas de celos, compañerismo, envidias y pequeños dramas convivenciales. El de My Policeman es sin duda el más deprimente de la historia cinematográfica. Tiene buenos motivos: es 1957, Patrick es homosexual, Tom también pero prefiere mantenerlo en secreto casándose con Marion, una mujer homofóbica que confunde el deseo de los hombres entre sí con una amistad compartida entre los tres.
Pero este trío también es triste por malas razones, que tienen menos que ver con la represión social de la época que con una melancolía instalada en un guion en el que los personajes no tienen pulso y la historia se pierde en los laberintos sin vida de un drama queer nostálgico y taciturno.
Estamos en la zona costera de Brighton, Inglaterra, en los años 50’s. Tom (Harry Styles) es un working class hero que representa su idea de masculinidad siendo policía, bebiendo cerveza y teniendo novia. También parece tener cierto complejo de inferioridad, y encuentra en Marion (Emma Corrin) -una joven profesora de clase alta- alguien capaz no sólo de darle legitimidad social, sino de cubrir los agujeros de su educación intelectual. La relación comienza con un tierno intercambio entre los dos: él le da clases de natación y ella le recomienda libros.
Las cosas no han cambiado mucho en Inglaterra desde la época de Oscar Wilde, condenado en 1895 a dos años de trabajos forzados en la cárcel de Reading por “pervertir a la juventud y sodomía”. Eso lo sabe Patrick (David Dawson), un curador de museo con ínfulas de artista que vive su privacidad como una religión personal mientras recorre bares clandestinos en busca de compañía. Cuando le propone a Tom hacerle un retrato en su departamento, el mundo del policía entra en el equilibrio precario de las apariencias con Marion y el deseo de Patrick, mientras los tres mantienen un vínculo íntimo hecho de arte, cenas y conciertos.
El director de teatro y la estrella pop haciendo cine: Michael Grandage construye una película sin espesor ficcional, que nunca logra trasmitir una emoción o peligro que se sientan verdaderas. My Policeman es densa sin ser intensa, sobria sin ser inteligente, que funciona más como una mirada histórica a la cultura puritana que como una historia íntima de deseo y traición. Harry Styles no desentona con la mediocridad de la propuesta, y parece incapaz de asimilar a su personaje, confundiendo la vergüenza y el autodesprecio de Tom con rigidez y monotonía actoral.
My Policeman está estructurada como un enigma: ¿qué pasó entre los tres para que Tom despreciara de esa manera a Patrick? Porque la película se mueve continuamente entre los 50’s y el presente, en el que Marion y Tom continúan casados (interpretados por Gina McKee y Linus Roache) y ella recibe en su casa, a pesar de las protestas de su marido, a un Patrick (Rupert Everett) discapacitado después de sufrir un ACV.
McKee redime a la película, y es la única que logra proyectar humanidad con su calidez y tranquilidad naturales, mientras los demás personajes quedan atrapados en una historia elegante pero sin rebeldía, que quiere ser provocativa con largas escenas de sexo queer, pero que resultan deserotizadas por la sensibilidad lacónica y minimalista de los protagonistas. En My Policeman no hay arrebato, delirio, entusiasmo: lo que queda es un desfile neutro de emociones superficiales, el té para tres de las amistades peligrosas, pero totalmente inofensivas.
Dirección: Michael Grandage Guion: Ron Nyswaner, basado en la novela de Bethan Roberts Fotografía: Ben Davis Música: Steven Price País: Reino Unido Año: 2022 Duración: 113 min. Con Harry Styles, Emma Corrin, David Dawson, Rupert Everett, Linus Roache, Gina McKee, Jack Bandeira, Andrew Tieman, Kadiff Kirwan, Richard Dempsey.
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