Crítica Ámsterdam de David O. Russell
David O. Russell encuentra poesía en la marginalidad. Su filmografía está llena de freaks que tienen estilo en su extravagancia: estafadores, yonquis, desocupados y sociópatas que habitan los bordes astillados del american dream y nos muestran el lado kitsch que todos llevamos adentro. Amsterdam continúa esa épica de los pobres, buscas, excluidos y silenciados que el cineasta trata como una especie exquisita y moribunda, una fauna involucrada esta vez en un misterio de asesinato, una historia de amor prohibido y un intento de golpe fascista en la década de 1930.
“Mucho de esto realmente sucedió”: la película elabora una historia ficticia en torno a un evento real de conspiración política. Russell usa el pasado para hablar del presente: su Estados Unidos es un país quebrado por la discriminación racial y las divisiones de clase, donde las corporaciones operan sobre la realidad de millones de personas. Por eso Ámsterdam es menos una ciudad que un ideal lleno de bohemia, despreocupación y confraternidad donde Burt Berendsen (Christian Bale), Harold Woodsman (John David Washington) y Valerie (Margot Robbie) pasaron un tiempo recuperándose de las heridas físicas y emocionales de la I Guerra Mundial.
Burt es un médico medio pobre y medio judío comprometido con una chica Park Avenue. Sus suegros le recomiendan un ritual de aceptación, el atajo preferido de la aristocracia para conseguir un nombre y respeto si naciste en la familia equivocada: el ejército. En Francia comanda a un grupo de soldados afroamericanos sublevados contra el racismo de la cúpula militar, liderados por Harold. Heridos en batalla, terminan al cuidado de Valerie, una enfermera exiliada y dadaísta que transforma la esquirlas sacadas de los cuerpos en objetos de arte vanguardista.
Terminada la guerra, los tres viajan a Ámsterdam, el contrapunto ideológico de Estados Unidos, un ambiente liberal y noctámbulo donde Harold y Valerie pueden tener una relación sentimental sin ser vistos como una pareja contra natura. La ciudad es un refugio, un estado de ánimo que pronto se vuelve insostenible: se saben turistas de la felicidad.
Ya en los 30’s, en Nueva York, Burt ayuda a todo un plantel de tullidos e incompletos por la guerra, sin asistencia médica del Estado, con injertos plásticos, prótesis y medicinas experimentales; Harold se recibió de abogado; Valerie vive en la pasividad flotante de las drogas que le administra su familia acaudalada para mantenerla encerrada.
En su tercera colaboración con Russell (The Fighter, 2010, American Hustle, 2013), Bale demuestra que está hecho para los personajes excesivos, y le inyecta a Burt -que ha perdido un ojo y la mitad de su rostro en la guerra- una personalidad de mad doctor con debilidad por los opiáceos, pero con una bondad y obstinación toscas llenas de sensibilidad social. Russell es un director de contrastes, al que le gustan los dúos asimétricos, y configura un Harold parco y racional, pero Washigton es capaz de conjugar sobriedad y carisma en una sola persona para ser el cable a tierra del relato. Robbie es una tormenta eléctrica radiante de energía e inestabilidad.
Cuando Burt y Harold son acusados del asesinato de la hija de un general (Taylor Swift) amigo de su causa por los héroes anónimos de la guerra, comienzan a descubrir un complot fascista para utilizar a la reserva moral del país, el condecorado militar retirado Gil Dillenbeck (Robert De Niro), al frente de la Casa Blanca.
Amsterdam se mueve entre la comedia bizarra, la sátira social y el thriller lisérgico, pero parece como si Russell fuera improvisando escena tras escena el tono de la película, al que le falta un centro de gravedad que una el trabajo de combinación a que somete los géneros convencionales y la composición figurativa de personajes maximalistas. La película intenta funcionar por acumulación de excentricidades y de nombres de peso -Michael Shannon, Mike Myers, Anya Taylor-Joy, Rami Malek, Zoe Saldaña, Chris Rock- pero por momentos pierde la brújula favoreciendo las actuaciones individuales por sobre la narrativa.
Una puesta en escena elaborada -las recreaciones de la diseñadora de producción Judy Becker de la década del ’30 en Nueva York, la ligereza y urgencia de la partitura de Emmanuel Lubezki y las fluidas imágenes sepia del director de fotografía Emmanuel Lubezki-, intenta desanarquizar el caos, darle vida a una historia que a veces choca con sus propias ambiciones. Pero a pesar de sus fallas, Amsterdam es atrevida y arriesgada para los estándares de Hollywood: cine de autor con un discurso político y social que celebra el amor, la humanidad y la bondad, necesidades básicas en estos tiempos que prevalecen los microfascismos del yo capitalista, en los que el deseo de las mayorías coincide con el deseo del poder.
Dirección y Guion: David O. Russell Fotografía: Emmanuel Lubezki Música: Daniel Pemberton País: Estados Unidos Año: 2022 Duración: 134 min. Con Christian Bale, Margot Robbie, John David Washington, Alessandro Nivola, Anya Taylor-Joy, Andrea Riseborough, Chris Rock, Matthias Schoenaerts, Michael Shannon, Mike Myers, Robert De Niro, Taylor Swift, Rami Malek.