24 Hour Party People: Manchester era una Fiesta

24 hour party people 20 años
Noctámbula y eufórica, 24 Hour Party People es un viaje a una ciudad transformada en un afterhour permanente: el equivalente cinematográfico del éxtasis. A 20 años de su estreno, un homenaje a la película rock definitiva.

Cuando a mediados de la década del ’70 proyectó hacer su adaptación de DuneAlejandro Jodoroswky explicó que quería provocar en los espectadores los efectos del LSD sin que tuvieran que consumirlo. Con 24 Hour Party PeopleMichael Winterbottom consiguió algo parecido: el equivalente cinematográfico del éxtasis. Una película noctámbula, eufórica, un viaje a una ciudad transformada en un afterhour permanente.

A 20 años de su estreno, 24 Hour Party People sigue siendo la película de rock definitiva, la que mejor capta la capacidad infecciosa de la música y su multiplicación por las zonas erógenas de la sociedad. Es la historia de Manchester en los momentos en que se transformó en la capital del mundo, en el centro de gravedad de una cultura en estado de combustión, el paraíso artificial de una generación que se estaba dedicando a inventar el futuro. 

24 Hour Party People, la película de rock definitiva

El cine rock parte de un dilema existencial: conseguir los derechos de la música y hacer un retrato pseudo oficial, higiénico, que conforme a los herederos y contenga las dosis indispensables de sordidez, superación personal, melodrama y épica final, o hacer una película que vaya más allá de los protagonistas y trabaje sus propias limitaciones desde el fanatismo y la comprensión histórica de una determinada figura o movimiento para salir del cliché sexo-drogas-rock n’ roll y reflejar cómo ciertas personas modificaron la configuración del mundo para siempre. 

Es lo que hizo Todd Haynes en la insuperable I’m Not There (2007) con Bob Dylan y en la queer Velvet Goldmine (1998) con el glam; lo que hizo Bill Pohlad en Love & Mercy (2015), que es menos la historia de Brian Wilson que un ensayo sobre la relación entre genialidad y locura; en Control (2007)Anton Corbijn muestra el alma de Ian Curtis con una poesía visual a la altura de la intensidad dramática de Joy Division; en la irregular Shoplifters of the World (2021), Stephen Kijak hizo un retrato de The Smiths a través de la odisea emocional de dos fans el día que la banda se separa.

Films que tienen en común la búsqueda de la esencia de la música antes que el redundante retrato naturalista del original. Una versión, no un cover.

24 hour party people
Steve Coogan como Tony Wilson, 24 Hour Party People

La deconstrucción del mito de Manchester

24 Hour Party People es tan falsa como cualquier biopic, pero asume sus intenciones de mitología desbordada desde una perspectiva llena de ironía postmoderna. Su genialidad está en sus excesos. Porque a Winterbottom -junto al guionista Frank Cottrell Boyce– le importa menos la fidelidad de los hechos que traducir la energía creadora de la época en estados de ánimo cinematográficos, haciendo explícita su postura a través del narrador, el fundador de Factory Records Tony Wilson: “Estoy de acuerdo de John Ford: cuando tienes que elegir entre la verdad y la leyenda, publica siempre la leyenda”.  

Wilson (un Steve Coogan electrizado), “locutor y catalizador social”, narrador, pseudo intelectual, narcisista, idiota, es la fuerza centrífuga de un movimiento colectivo que empieza con el punk y termina en la música electrónica. El 4 de junio de 1976 los Sex Pistols tocan por primera vez en Manchester y ya nada será lo mismo. Asisten 42 personas (Ok, pero, “¿cuántas estuvieron en la última cena?”), que saldrán de allí transformadas en futuros productores, músicos, periodistas de rock. Y John el cartero, que seguirá siendo cartero. 

En 24 Hour Party People, Winterbottom utiliza el formato documental con imágenes de archivo menos como un recurso de veracidad que para transmitir la inmediatez física del evento, menos como una clase de historia alternativa que para subrayar la ironía de la película.

Coogan rompe la cuarta pared, le habla directamente a la cámara, sabe todos los matices de la historia que acaba de comenzar: quiénes de los allí presentes formarán Joy Division, que a su lado está el que será su productor, Martin Hannet, que Mick Hucknall será el cantante de Simple Red, que el bajista de los Buzzcocks, Howard Devoto, se acostará con su mujer -cuando el verdadero Devoto haga un cameo mientras el personaje de ficción tiene relaciones con la esposa de Wilson aclarará: “No recuerdo que esto haya pasado”-.

20 años 24 Hour Party People
24 Hour Party People de Michael Winterbottom

“Manchester se convirtió en el centro del Universo. Las mejores drogas, la mejor ropa, las mejores mujeres, la mejor música, las mejores bandas, el mejor club nocturno. De repente, todos querían ser de Manchester, y si lo eras, todos querían una parte de tí”.

Tony Wilson, 24 Hour Party People

24 Hour Party People y Factory Records

Un Coogan enorme hace que Wilson exude hedonismo a través de su intelectualidad pretenciosa. Es el último romántico. Un periodista educado en Cambridge que se toma muy en serio, pero hace notas de color para Granada TV: un vuelo en ala delta (“Esta escena es simbólica. Solo les diré una palabra: Ícaro. Si no saben quién es, deberían leer más”.), un enano que baña elefantes en el zoo, un pregonero del siglo XVII en pleno siglo XX, un anciano ex trabajador de los canales industriales que no recuerda nada sobre cómo era trabajar en los canales industriales.

Son claves: 24 Hour Party People es el encuentro entre el pasado y el presente desde una memoria imprecisa, que reescribe la historia de la ciudad a través del mito, porque los mitos, por definición, son eso: mentiras que dicen una verdad sobre el pueblo que los produce para crear una identidad que los represente.

Wilson, junto a un grupo de amigos, forma Factory Records, el sello más exitoso y menos rentable de Manchester. Un casting de bohemios malditos posmodernos asimilando la ideología do it yourself  del punk y el humor situacionista para hacer una celebración de lo colectivo sobre el individualismo de era Thatcher. Un anarquismo comercial en el que los contratos son simbólicos y lo único que tiene validez es la onda expansiva de la música que allí se crea. “No somos realmente una empresa: somos un experimento en la naturaleza humana. Me protegí del dilema de venderme sin tener nada que vender”. Eso es el punk: la gloria transformada en derrota ética. 

Pero faltaba lo mejor: lo que empezó como un depósito redecorado para que tocaran las bandas de la Factory se transformó en el club nocturno más importante de la historia: The Hacienda. La música había cambiado a finales de los 80’s. Los Happy Mondays habían llevado el rock indie a las pistas de baile con demoledoras bases funky y un bombo sostenido en el 4/4. 

El éxtasis hizo el resto. “Manchester. El lugar de nacimiento de los ferrocarriles, la computadora, la bomba que rebota. Pero esta noche, está ocurriendo algo igualmente histórico: están aplaudiendo al DJ. No a la música, no al músico, no el creador, sino… al medio. Eso es todo: el nacimiento de la cultura rave. La beatificación del beat. La Era de la Danza. Este es el momento en que incluso el hombre blanco comienza a bailar. Bienvenidos a Madchester”.

24 Hour Party People, un retrato de la Generación Éxtasis

Así como la Generación Éxtasis tuvo una línea de continuidad con la Generación del Swinging London y los Acid Test de San Francisco -drogas que producen una pérdida del ego por la sensación de ser parte de un todo que sobrepasa a los individuos (en los 60’s era una búsqueda espiritual, en los 90’s un goce más hedonista)-, 24 Hour Party People está marcada por grandes películas de culto inglesas que tienen rock en su ADN: la fragmentación visual de Performance (Donald Cammell y Nicolas Roeg, 1970), la decadencia dark de Withnail & I (Bruce Robinson, 1987), la entropía de Trainspotting (Danny Boyle, 1997). Ninguna es tan divertida, engañosamente solemne y autodestructiva.

Manchester fue la primera ciudad industrializada del mundo. Del vacío devastador del neoliberalismo nacieron escenas alternativas como la Factory, The Hacienda, el punk. De la época new wave de Joy Division a la evasión psicodélica de los Happy Mondays, 24 Hour Party People es el lente a través del cual se refracta y distorsiona la historia. Es la sinfonía de una ciudad que vibra multiplicando las superficies de placer de la conspiración cultural. Lúdica, hiperbólica, delirante, no deja de ser la película más honesta sobre la épica de la música y cómo cambia las micropolíticas del yo en favor de las estructuras pulsionales de la colectividad.

Con 24 Hour Party People, Winterbottom hizo MDMA a 24 fotogramas por segundo, demostrando que el rock, antes que un estilo, es el marco de una experiencia en el que proyectamos nuestro ser. 

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