Spencer, drama del director chileno Pablo Larraín (Tony Manero, Jackie, EMA) y escrito por Steven Knight (Shutter Island, Peaky Blinders), narra una fábula basada en los últimos días en la realeza de Diana, la Princesa de Gales (Kristen Stewart) y los sucesos que la llevaron a terminar su matrimonio con el Príncipe Carlos (Jack Farthing) y así salir del tenso núcleo de la familia real.
Spencer no intenta contar una historia verdadera: quiere llevarte al mundo de terror que implica ser parte de ese incógnito círculo. Larraín sabe cómo hacer un relato completamente desde lo visual. Más allá del buen uso de los diálogos, la película proporciona información a través de la composición de planos, poniendo al público en la posición de testigo del inminente descenso a la locura de la princesa, quien tras el desarrollo de la trama y de su personaje, hace su viaje de no retorno y muestra la dificultad de romper sus cadenas para poder eventualmente conseguir su libertad.
Un recurso utilizado por Knight fue contar con un espectador que ya conocía la historia de la familia real de antemano. Spencer tiene detalles que de otra forma podrían escapar al entendimiento: hay que estar pendiente al contexto, es decir, saber relativamente cuáles fueron los hechos que ocurrieron entre 1991 y 1997, aunque la película narra estrictamente dos días en la vida de Diana. Esto es un acierto, ya que Spencer no se detiene a explicar los acontecimientos, y deja en claro sus intenciones desde los primeros planos.
Spencer y la estética de la soledad
Las interpretaciones son lo más destacable de Spencer, en conjunto con la dirección tanto artística como actoral del cineasta chileno. Kristen Stewart y Timothy Spall se roban la atención desde la primera vez que aparecen, dejando actuaciones dignas de aplausos.
Hay un detalle que es necesario destacar en la actuación de Kristen Stewart: su acento. Al ser de origen californiano, su forma de hablar se siente menos natural que la del resto de actores -originarios del Reino Unido-. Algo que podría haber sido sugerido por el director como un detalle en la construcción de Lady Di, es decir, que hable con una particularidad para mostrar un distanciamiento con sus pares. También podría ser una sobreinterpretación de un simple acento mal trabajado. Más allá de esto, Stewart logra conmover y, por sobre todo, hacer que empaticemos con la difunta noble británica.
Lo más importante de Spencer es la fuerza visual que tiene el largometraje: una característica que nunca falta en una película de Pablo Larraín, quien siempre tiene algo más para mostrar a través de sus puestas en escena. El trabajo en conjunto con la directora de fotografía Claire Mathon muestra una excelente narrativa plástica, que crea una armonía completa entre actuaciones, dirección y banda sonora.