Cocaine Bear, el festival freak de Elizabeth Banks
Hay algo mejor que drogar a un oso y ver cómo las cosas se salen de control? Cocaine Bear (de insultante traducción Oso Intoxicado) es un eufórico trip de magia blanca y gore, en el que el oso negro titular hace un curso de yonqui express y se convierte en el serial killer del año. La fantasía de Elizabeth Banks es una especie de slasher animal en clave de comedia negra, un vodevil enloquecido que funciona por la absoluta asimilación del absurdo que propone: un glorioso festival homicida en estado farmacológico. Higher baby!
El guionista Jimmy Warden se inspiró en una historia real ocurrida en el Bosque Nacional Chattahoochee de Georgia en 1985,tomó los hechos básicos -un oso negro ingirió demasiada cocaína que un narco había arrojado desde un avión Cessna antes de estrellarse en Kentucky-, se esnifó algunas libertades creativas e imaginó lo que podría haber sucedido si el oso no hubiera muerto de sobredosis: el éxtasis asesino del animal con habilidades mejoradas que se vuelve con cada ingestión más rápido, más fuerte, más agresivo, más… libidinoso.
El oso tiene definitivamente baja tolerancia a las sustancias, y se mueve entre la euforia, el bajón y la búsqueda de su próximo dealer potencial: un grupo extraño de policías, delincuentes juveniles, niños y narcos que convergen en el bosque de Georgia donde el depredador está haciendo su fiesta privada.
El capo Sydney White (un final antológico en el último papel que hizo en vida el gran Ray Liotta) intenta recuperar su cocaína perdida con sus lacayos; el detective Bob (Isiah Whitlock Jr.) les sigue el rastro; la enfermera Sari (Keri Russell) busca a su hija rebelde (Brooklynn Prince) que se ha escapado de la escuela con su amigo Henry (Christian Convery) para ir a la reserva. También hay turistas, una guardabosques, un experto en vida silvestre y un grupo de punks, susceptibles de elevar el recuento de cadáveres desmembrados de la película.
God Save the Cocaine Bear
Cocaine Bear es un extraño híbrido de comedia, que funciona cuando lleva al límite su premisa de orgía homicida y choca contra el humor retro del elenco. Elizabeth Banks no logra equilibrar de manera convincente su apuesta y la dosifica con toques de comedia de los 80’s de alta pureza y gracia adulterada. Es una película cocainómana hecha por alguien que parece estar en el paso 10 de Narcóticos Anónimos: un caos controlado, que no se anima a descarrilar por completo hacia una historia bizarra, violenta e impredecible de asesinatos en masa.
La película es retorcida e inconexa, con momentos de pesadilla y brillantez perversa, que refleja el cambio de paradigma con respecto a la era Reagan: los spots publicitarios anti drogas de los 80’s son sketchs en sí mismos; los niños ven un paquete de cocaína y sugieren: ¡podríamos venderla!; el oso titular corre a una ambulancia al ritmo Just Can´t Get Enough (Simplemente No Puedo Tener Suficiente) de Depeche Mode: el equivalente cinematográfico al Poder Superior. En sus mejores momentos, la película es tan buena como algo llamado Cocaine Bear puede ser.
Cocaine Bear cumple la promesa del tráiler de ver a un oso perfectamente drogado en un festival gore antológico, pero comienza y termina en su título. Nada más. Con eso le alcanza hacer una revolución freak que activa el principio de placer, crea una superestrella a la altura de Tony Montana y nos regala el mejor título de película todos los tiempos. ¿Si quiero o si tengo? God Save The Cocaine Bear.