Todo un Hombre (A Man in Full) es un monumento literario: Tom Wolfe tardó más de una década en investigar y escribir su novela sobre la decadencia de ciertas formas patriarcales de ejercer el poder en el sur de Estados Unidos. Lo que emergió de esas grietas fue una nueva hoguera de las vanidades, saturada de conflictos raciales, corrupción económica, estratificación social, manipulación del electorado, ostentación y sexo. Cuando se publicó en 1998, tuvo una tirada inicial de 1,2 millones de ejemplares de tapa dura. Dos años después, había vendido 1,4 millones.
En definitiva, Todo un Hombre es una radiografía del poder (y los peligros) de las grandes pijas corporativas. La adaptación de David E. Kelley (Big Little Lies, Love & Death) del libro de Wolfe es un retrato multifacético de la soberbia masculina y, en particular, de la idea (una especie de ontología viril asumida por su protagonista) de que “una persona tiene que vivir con vigor. Si no, ¿qué sentido tiene? Al final del día, un hombre tiene que sacudirse las pelotas”.
En la serie de Netflix -de seis episodios- los hombres son egoístas, abusivos. Y están obsesionados con sus pelotas. Si bien el programa es una versión leve y reduccionista del extenso mundo creado por Wolfe, se perfila con arrogancia y ferocidad, liderada por la actuación masiva de Jeff Daniels como un depredador capitalista agitado y violento.
Todo un Hombre, la adaptación de Netflix de la novela de Tom Wolfe
Todo un Hombre narra los últimos 10 días de la vida del magnate inmobiliario y pseudo héroe deportivo de Atlanta, Charlie Croker (Daniels como un avatar de Donald Trump), que después de celebrar su 60° cumpleaños ve desafiado su imperio por el banco al que le debe 800 millones de dólares, representado por Harry Zale (Bill Camp) y Raymond Peepgrass (Tom Pelphrey). Para Peepgrass, la cifra es más que una deuda: es una cuestión personal. Su obsesión por destruir a Croker parte de su identificación total con él: su envidia por el estatus, la personalidad, el dinero y las esposas del empresario es esa clase de resentimiento y admiración que surge cuando las ambiciones desmedidas chocan con un patetismo innato.
Mientras Charlie enfrenta el ataque a su imperio, ayuda a su secretaria Jill (Chanté Adams), cuyo esposo afroamericano -Conrad (Jon Michael Hill)- está preso por resistirse al violento arresto de un policía racista. Su mano derecha, el abogado Roger White (Aml Ameen) se reúne con el actual alcalde de Atlanta, Wes Jordan (William Jackson Harper), que necesita la ayuda de Croker para hacer público un rumor sobre el pasado de su rival político que le aseguraría la reelección: la supuesta violación de una mujer (Joyce Newman, interpretada por Lucy Liu), ocurrida hace 30 años.
Todo un Hombre está atravesada por subtramas que ponen en escena el colapso del sueño americano y la figura del self made man. Los personajes están atrapados en una especie del fetichismo del yo: pelean por ser ellos mismos, de manera plena y sin pedir disculpas. Si para la serie de Kelley la moral es un obstáculo y el ego una necesidad perpetua y una responsabilidad existencial, el resultado es una trama llena de codicia, poder, celos y ambición. Es el capitalismo, baby.
Con un acento sureño casi tan espeso como la capa de desprecio que usa como traje, Daniels encarna a un obsoleto rey corporativo, esos que hacen negocios cazando aves y mostrando cómo su caballo viola a una yegua. Charlie nunca retrocede ante una pelea y está convencido que no hay nada peor que parecer débil. Si bien Todo un Hombre tiene problemas para concluir sus historias, Daniels mastica el paisaje con entusiasmo, con la actitud tóxica que exige el personaje.
Todo un Hombre y el arte de la erección
La mayoría de los problemas de la serie se originan en la reescritura visceral que Kelley realiza del libro de Wolfe, reubicándolo en el presente y borrando muchos elementos que podrían causar controversia en 2024: una manifestación del KKK, el apodo de Roger “Too White” o Atlanta en al borde del estallido social por los rumores de que un atleta negro violó a una heredera blanca. En su lugar, hay invocaciones genéricas de las luchas feministas y de los movimientos por la justicia racial del siglo XXI.
Además, Charlie Croker es un antihéroe perverso, pero la serie hace que termine buscando su camino a la redención. Trump y sus émulos del subdesarrollo han demostrado una y otra vez que no permitirán que su olvidada humanidad, la Justicia o el Estado se interpongan en sus sueños húmedos de poder. Pero estos dobles ficticios también tienen un lado sensible que termina opacando el tono salvaje y satírico de la novela.
Aún así, la serie es un divertido estudio de la virilidad en todas sus formas constructivas y entrópicas. Atrapados en sus jaulas de testosterona, estos hombres están desesperados por medirse el ego, sacudirse las pelotas y ver quién tiene la erección más grande.
Todo un Hombre está disponible en Netflix.