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Saltburn, una vendetta excéntrica como excusa para el fetiche y la escala social

Saltburn
La segunda cinta de Emerald Fennell apunta su cámara al corazón pantanoso de la aristocracia inglesa. Un protagonista marginado, una élite benevolente y un final bizarro tejen, poco a poco, una trama lenta pero perversa y colmada de presagios.

Por momentos un dejo escatalógica, la cinta no escatima en lujos. Todo en Saltburn grita opulencia y despilfarro. Desde la fiesta de cumpleaños de Oliver, la cual tiene todo lo que Oscar Wilde imaginó para su Principe Próspero, hasta el sexo semi vampírico que el protagonista mantiene en los jardínes del castillo. A través de las dos horas de duración, la trama parece chorrear sobre sus personajes, los cuales danzan bajo esta lluvia a veces ácida a veces tibia que es el ingenio de su directora.

A casi un mes de su estreno oficial, la predecesora de Promising Young Woman permite a Emerald Fennell, a cargo del guion y la dirección, definir y defender su estilo. Una tarea un tanto ardua si se tiene en cuenta cuán difícil es balancear entre los ojos azorados de ávidos consumidores de cine vainilla y las bocas insaciables de los hijos pródigos de las catacumbas más profundas de Internet. 

Las aguas se dividen. Por un lado, quienes la consideran escasa y débil, por otro, quienes valoran la apuesta a la sátira y el descaro de contar algo distinto. Lo cierto es que el film sabe caminar sobre la cuerda floja entre la repulsión y la desbordante eroticidad del dinero y los cuerpos como objeto, como envases con su propio peso y valor de cambio.

Nunca dejes Saltburn

Saltburn
Jacob Elordi como Felix en Saltburn (2024)

Lo que al principio suena como una amenaza lentamente se convierte en un deseo. Oliver Quick, el personaje principal interpretado por Barry Keoghan, juega sus cartas con la maestría de un viejo apostador. Al toparse de frente con la imagen del ideal, decide aferrarse a ella con uñas y dientes. Félix, una criatura fantástica pero de igual manera inocente, a quien Jacob Elordi da vida como si fuera lo que vino a hacer a este mundo, lo toma bajo su ala. Así, un desdichado joven de clase trabajadora se infiltra en las filas de la élite como amigo personal del bello y carismático hijo de los Catton

A medida que avanza, la cinta se despliega, dejando al descubierto una gama de personajes cada vez más extraños. La familia Catton está a cargo de la destreza hipnótica de Rosamund Pike, como mamá Elspeth; Richard E. Grant, como Sir James Catton; y Alison Oliver, en el rol de la hermana de Félix, una representación históricamente exacta de la chica europea de la primera década del 2000.

Además, cuenta con las actuaciones de Archie Madekwe en la piel de Farleigh, el primo a quien los Catton dan asilo tras la caída en desgracia de su madre. Este formará una rivalidad inmediata con Oliver al presentir en su accionar una similaridad con su persona. Tanto Oliver como Farleigh buscan succionar del torrente de oro que fluye por las venas de la adinerada familia. En una escena particular, el sobrino de Sir James le señala a Oliver cómo esta realidad no le pertenece, no está destinada para él, sino que fue una suerte de fantasía pero que ya debe acabar.

Saltburn
Alison Oliver como Venetia en Saltburn (2024)

Vender el alma

Todas las almas que habitan Saltburn deben entregar algo a cambio. Al final, esta ofrenda parece ser siempre su esencia, como si la residencia representara a un ente diabólico en sí. Asimismo, quienes abandonan la casona experimentan una suerte de Síndrome de Estocolmo. Este rasgo se puede apreciar en Pamela, un personaje efímero pero magistral en manos de Carey Mulligan, quien es amiga de Elspeth y vive temporalmente con los Catton. Pamela es llamativa, pero no por su belleza sino por su apariencia de “bicho raro”

Cuando Oliver la conoce, su historia aparenta estar llena de dificultades, tanto amorosas como financieras, y se deja entrever un vestigio de lástima por parte del protagonista. No obstante, para los Catton ella es un adorno más, uno que ya pasó de moda y del que no pueden esperar a deshacerse. 

Barry Keoghan se luce en su papel y prueba, una y otra vez, su innegable química con su co-star, Jacob Elordi. Así, juntos emprenden un verano que recordarán para siempre. Oliver afianza su amistad mientras tras bambalinas alimenta a cucharadas una obsesión que bajo cierta luz podría parecerse al amor. 

Hacia los últimos cuarenta minutos, la cinta da tumbos por la trama, se pone oscura y se esfuerza en traspasar los límites morales del público. El resultado es un thriller con ínfulas de reparación histórica, cuyo núcleo retorcido compensa un argumento que fácilmente puede caer en lo simplista. 

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