On Call (Al Filo del Deber, 2025) de Prime Video es la primera serie de Elliot Wolf y es, también, la prueba irrefutable de que los apellidos pesan, que los hijos a veces siguen los pasos de sus padres como si no hubiera otro camino posible, como si el mundo fuera ese círculo cerrado donde todo vuelve a empezar. Elliot Wolf es el hijo de Dick Wolf y eso, en el universo de las series policiales estadounidenses, es como ser el hijo del rey.
Dick Wolf: el hombre que construyó un imperio sobre policías y fiscales, el arquitecto de Law & Order y sus infinitas variaciones, el que convenció a tantos durante décadas de que la justicia era posible si había suficientes hombres y mujeres de uniforme dispuestos a perseguirla.
On Call transcurre en Long Beach, California. Pero podría ser cualquier ciudad de Estados Unidos porque Long Beach es, en la serie, un no-lugar: una colección de calles genéricas donde hay playas y mansiones y campamentos de personas sin hogar: el batido perfecto de la América contemporánea. Una América donde los policías son buenos y sensibles y se quejan de que ya nadie los quiere, de que el mundo se ha vuelto demasiado “woke” —esa palabra que usan para describir todo lo que los incomoda—, de que ya no los dejan “meter a los hijos de puta en la cárcel”.
On Call: Elliot Wolf y la verosimilitud de la irrealidad
En el centro de On Call está Traci Harmon (Troian Bellisario), una oficial veterana que entrena a Alex Diaz (Brandon Larracuente), un novato con ojos de ciervo asustado. La fórmula es tan vieja como la televisión misma: el veterano curtido y el rookie idealista, el mentor y el aprendiz, la experiencia y la inocencia. Pero aquí todo está tan diluido que ni siquiera esos arquetipos funcionan como deberían.
Cada episodio de On Call dura media hora —y esa es la mejor noticia que se puede dar sobre la serie. La brevedad es su virtud, como si los creadores supieran que no hay suficiente material para justificar los 45 o 60 minutos que suelen durar los dramas policiales. La estructura es simple: Harmon y Diaz responden a llamadas aleatorias —novios violentos, adictos desquiciados, muchedumbres extasiadas, conductores erráticos— mientras persiguen al asesino de una compañera caída. Todo filmado con una mezcla de cámaras convencionales y material de bodycams y dashcams, un intento de darle verosimilitud documental o de videojuego a algo que no tiene realidad.
Los personajes son bocetos que nadie se molestó en colorear. Sabemos que Harmon tiene una hermana policía de la que está distanciada, pero no sabemos por qué ni nos importa. Sabemos que el hermano de Diaz está en la cárcel y que su madre odia a los policías, pero nunca entendemos qué llevó a este chico a ponerse el uniforme. Son como esas siluetas de cartón que usan los policías para practicar tiro: tienen forma humana pero están vacías por dentro.
Y está Eriq La Salle como el Sargento Lasman, un dinosaurio que se queja del mundo moderno mientras mastica sus líneas como si fueran un chicle viejo. Y Lori Loughlin como la Teniente Bishop. Todos personajes tan grises que pasan por la pantalla sin dejar huella, como fantasmas en una casa que ni siquiera está embrujada.
On Call (Al Filo del Deber), un intento fallido de modernizar el policial
On Call quiere hablar sobre las bondades de la policía moderna en un mundo desquiciado, pero no sabe qué decir. Muestra las cámaras corporales y los teléfonos celulares que graban cada movimiento policial, pero evita cuidadosamente explicar por qué los vigilantes son vigilados. Hay sangre, sí. Hay cabezas cortadas y perros heridos y violencia gratuita. Pero la sangre no hace mejor a una serie. On Call es televisión fast food: se consume rápido, llena un vacío momentáneo y se olvida tan pronto como termina.
Hace una década, True Detective nos mostró que era posible reinventar el drama policial, que se podía usar el género para explorar las grietas oscuras de la sociedad norteamericana. On Call es Elliot Wolf tratando de ser Dick Wolf pero sin la astucia, sin el instinto que hizo de su padre el rey de un género. Es el príncipe heredero de un reino que ya no existe.
On Call es una serie que existe porque tiene que existir, porque hay que llenar las grillas de programación, porque el apellido Wolf todavía vende. Es una serie que no ofende pero tampoco emociona, que no irrita pero tampoco apasiona. Y quizás eso sea lo peor que se puede decir de una serie: que es olvidable. Que es como esa llamada que nunca llega, como ese teléfono que suena en el vacío, como esa sirena que se pierde en la distancia sin que nadie sepa —ni le importe— hacia dónde va.
DISPONIBLE EN PRIME VIDEO.
